El pasado 19 de julio, un día después de haber cumplido 83 años, don Armando Della Rossa fue homenajeado en forma sorpresiva para él, por los integrantes del Aeroclub Villa María.
El actual presidente Della Rossa registra 64 años como socio de esta institución y a modo de homenaje en vida, en forma unánime quienes conforman ese grupo de jinetes del aire decidió poner el nombre del anciano piloto al hangar que cobija las máquinas voladoras del Aeroclub en un sector del Aeropuerto "Néstor Carlos Kirchner", ubicado sobre ruta nacional 158.
El emotivo acto se llevó a cabo en las instalaciones centrales del predio, para luego trasladarse hasta el hangar. En primer lugar el vicepresidente de la entidad civil, Osvaldo Villanueva, se dirigió a los presentes destacando las cualidades de don Armando "como ser humano y persona de bien a lo largo de toda una vida"
Fue en esos momentos en que Della Rossa comenzó a entender el porqué de la misteriosa invitación a la reunión y muy emocionado expresó su "profundo e inmenso agradecimiento por este inmerecido homenaje". A su turno en el uso de la palabra relató cómo llego al club, que por ese entonces había nacido pocos años antes.
El acto contó con la presencia de la diputada nacional Nora Berdano, el jefe de gabinete José Carignano, autoridades del club y del aeropuerto, directivos de aeroclubes de Las Varillas y Bell Ville, así como integrantes del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la ciudad, familiares y amigos. Hacia el final todos se trasladaron al salón del aeroclub para participar de un ágape y seguir compartiendo historias de vuelos.
Poseedor de un sinfín de anécdotas relacionadas a sus incontables horas de vuelo, Della Rossa dijo que cuando decidió ser piloto debió juntar el dinero para el curso durante mucho tiempo y que no olvidará "jamás" el primer vuelo en solitario: "Creo que a todos los aviadores nos pasa lo mismo", agregó.
Ya en 1952 ejercía el oficio de taxista aéreo y sus servicios eran muy requeridos, habida cuenta de la escasez de caminos y del mal estado de los existentes. "Hacía un taxi cada dos o tres días, por lo que ese año sumé 350 horas de vuelo", evocó.
Desde que recibió su brevet no dejó de volar hasta hace dos años, en que debió retirarse por razones reglamentarias respecto al apto psicofísico. Sin embargo, no faltan las invitaciones de otros socios del club, para acompañarlos en sus vuelos.
Testigo privilegiado de la historia del Aeroclub, que como se recordará funcionó en un campo sobre ruta nacional 9 hasta hace pocos años, refirió que a esa entidad venían a hacer el curso de piloto aspirantes peruanos y bolivianos, y que también lo hacían aquellos conscriptos sorteados para cumplir el servicio militar en la Armada. Estos últimos, con la licencia de piloto privado, evitaban estar dos años bajo bandera, ya que eran derivados a la Fuerza Aérea.
Alentado a contar "las no tan buenas", Della Rossa evocó un aterrizaje de emergencia en un yuyal, donde rompió parte de la nave al chocar contra un montículo de bloques de hormigón, que cubría la maleza.
También, cuando por hacer una travesura sobre un auto de carrera al cual seguía para la transmisión de la desaparecida Radio Río, debió pasar bajo una línea de energía eléctrica que no había divisado con la suficiente antelación: "Era en el camino que une Ballesteros y Ballesteros Sud. Quise hacer una pasada rasante y de repente vi una línea de 13.200 voltios que cruzaba el camino en forma oblicua. Pensé con la velocidad de la luz y decidí pasar entre los cables y el auto de carrera. Cuando aterricé, me di cuenta de que los cables me habían rebanado la cola del avión".
Como síntesis de su prolongado paso por el Aeroclub, el veterano hombre del aire destacó el "gran compañerismo que siempre imperó en la institución".