“En 1895, monseñor Américo Orzali recibió a un grupo de mujeres y proyectó una institución de hermanas trabajadoras, abnegadas, pobres y laboriosas, tratando de infundir en sus religiosas un espíritu de sencillez por sobre todo; así fue que nació el instituto de las Hermanas Nuestra Señora del Rosario.
La pobreza y la humildad reinaban en esa casita; Orzali remedió como pudo las necesidades más urgentes, desprendiéndose de sus muebles y utensilios. Estas hermanas daban cristiana educación a millares de alumnos y son ellas las que le amarían y venerarían como fundador y padre, las que conservarían su memoria viva de generación en generación.
Hago esta pequeña introducción para que se entienda el motivo de mi dolor y de mi enojo. Soy egresada del Instituto del Rosario, al igual que mi mamá y mis hermanos; mamá de cuatro niños, dos de los cuales son o “eran” alumnos de dicha institución, ya que el 1 de diciembre me informan que mis hijos ya no disponen de banco, que sus lugares han sido ocupados.
Soy consciente y me responsabilizo de no haber pagado a término la inscripción para el año lectivo 2009, pero sí contestamos afirmativamente una nota que nos enviaron preguntándonos si nuestros hijos seguirían o no en la institución.
Hablé con la directora de la escuela, la vicedirectora, con el inspector de escuelas privadas Enrique Luna, con el Arzobispado, con la representante legal de la escuela, la señora Marta de Daher, con la hermana superiora Alicia y nadie pudo ayudarme, la respuesta simplemente fue no, el tiempo de inscripción ya pasó, que busque otra escuela, así de simple.
Ante esto me pregunto: ¿qué fueron de aquellas monjas que daban todo por sus niños, qué sentiría el Padre Orzali de sus amadas hermanas que hoy me están cerrando sus puertas?, ¿qué pasa con los valores cristianos que la escuela pregona, con la solidaridad, con el amor al prójimo, con la contención que la escuela debe brindar a nuestros hijos?
Ya nada queda…
No es justo, no es sano para mis niños que desde jardín de tres concurren a esa escuela quedar afuera, afuera de su escuela, de mi escuela.
Hoy mis niños están decepcionados y tristes ya que han sido obligados a alejarse de su escuela, a separarse de sus viejos amigos, perdiendo algo importante para ellos.
Ante este oscuro panorama debo rescatar la actitud solidaria y comprensiva que tuvo y tiene la Escuela República del Paraguay, al aceptar a mis niños a pesar de que sus aulas estén colmadas de alumnos; también destacar la contención y actitud de escucha por parte de su directora, la señora Susana Girotto y demás docentes de su equipo de trabajo.
En fin… dicen que todo ocurre por algo, que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros y eso es lo que deseo, que mis niños se adapten a su nueva escuela, que sean bien recibidos y queridos, y que yo como mamá logre la serenidad necesaria para estar a su lado y contenerlos en estos momentos en que las preguntas abundan y las respuestas faltan.
Licenciada en Psicología
Viviana A. Larroque
DNI 24119360