Los políticos se endeudan, los trabajadores pagan
Los trabajadores argentinos estamos siendo obligados a pagar las consecuencias y los costos de una disputa entre millonarios que hacen sus negocios y disfrutan de las ganancias a costa de nuestro sacrificio.
El pago de la “deuda externa” es ilegítimo, como ilegítima es la deuda considerada en sí misma. Se habla mucho en estos días de los “fondos buitre”, de que quieren cobrar y de que “Argentina” les quiere pagar. Pero ¿quiénes deben esos millones de dólares de los que se habla? ¿Quiénes contrajeron esos créditos y le sacaron provecho? ¿Y a quiénes se les impone la carga de pagarlos? “Argentina” son unos pocos cuando hay que repartir beneficios, pero somos todos cuando hay que repartir las pérdidas.
En toda la historia del país el mecanismo ha sido el mismo. Empresarios poderosos y gobernantes han pedido préstamos al exterior (a bancos internacionales, entidades de crédito, multinacionales financieras, usureros en general) ¿y qué han hecho con ese dinero? En algunos casos financiaron inversiones beneficiosas para ellos, en otros guardaron millonarias sumas en sus bolsillos e hicieron algunas obras públicas que, en definitiva, fueron pensadas para que ellos mismos obtuvieran de su realización las mayores ventajas, quedando para los trabajadores, para el pueblo pobre (de asalariados y cuentapropistas), algún beneficio residual que les resultaba inevitable.
Ahora bien, aunque esos créditos fueron contraídos por millonarios, explotadores y políticos socios de esos ricos, todos parásitos sociales por igual, aunque los beneficios fueron sólo para ellos, cuando llegó la hora de pagar siempre le tocó el turno de hacerse cargo a los que día tras día sacrifican su tiempo y su fuerza de trabajo (su vida) para hacer andar la economía. Nos tocó y nos toca el turno porque nos lo imponen. Así, la deuda contraída antes, durante y después de los años 70, 80 y 90 se convirtió en deuda de un pueblo que no la contrajo ni administró todo ese dinero.
Los funcionarios actúan en representación de minorías privilegiadas y por eso es lógico que quieran pagar la deuda con recursos que generamos los trabajadores con nuestro sacrificio. Un economista (de esos que abundan, de esos que usan las palabras que aprenden de los libros para justificar cualquier atrocidad del sistema) dijo, en una importante radio de Córdoba Capital con alcance nacional, que ocurre con la “deuda pública externa” algo semejante a lo que ocurre con las tarjetas de crédito en las economías domésticas: “Uno debe y para poder seguir comprando o tomando crédito, hay que pagar lo que se debe desde antes”. Pero ni ese economista ni todos los opinólogos que siguen la tónica de su discurso dicen una sola palabra sobre la injusticia que entraña el hacer cargo de la deuda a todo el pueblo argentino. Ninguno de ellos dice que cada dólar que se les entregue a los acreedores de los multimillonarios, devenidos por injustas maniobras en acreedores del pueblo, será un dólar menos para los hambrientos, para los enfermos, para los excluidos, para los explotados; ni que todo ese robo se hace para pagar la fiesta de una minoría parásita. Y como si no fuera suficiente con eso, la idea de pagar incluye, además, la de poder seguir endeudándose en el futuro. ¿Y en beneficio de quiénes se utilizará el dinero que se pida prestado? Para los mismos poderosos y explotadores. ¿Y quiénes pagarán esas futuras deudas? Otra vez los trabajadores, claro; los que no obtienen de ese endeudamiento ventaja alguna. El círculo vicioso nunca acaba.
Cometemos un error si tomamos partido en este tema como una cuestión de “Patria” contra “colonización” o “imperialismo”. Eso es sucumbir ante la trampa que la clase dominante nos tiende con su discurso para encolumnarnos detrás de sí y para distraernos de los males que nos infligen fronteras adentro. Los poderosos siempre usan la “Patria” para hacernos defender cosas injustas y que, además, van contra nuestros propios intereses. Es un asunto entre ellos. Lo que nosotros tenemos que hacer es tomar partido por nosotros mismos: trabajar para conquistar el poder político y organizar la sociedad en beneficio de las mayorías. Y cuando lo consigamos, auditar una por una las deudas que dejarán, declarar su ilegitimidad con todas las pruebas en la mano y hacer que las paguen los que se beneficiaron de ellas.
¿Y qué ventaja resultará de eso? Que todos los recursos que genera el pueblo, que hoy se despilfarran pagando intereses y capital, serán aplicados a la inversión productiva de asociaciones cooperativas de trabajadores y obra pública en beneficio exclusivo del pueblo trabajador: educación, vivienda, salud y desarrollo económico, todo en beneficio de las mayorías hasta hoy postergadas.
A Lisandro de la Torre, por ejemplo, lo llamaban ignorante cuando denunció con suficientes pruebas y argumentos, el pacto Roca-Runciman. Un par de décadas antes, a Carlos Pellegrini lo habían aplaudido cuando se enorgullecía de ser un “pagador serial”. Aprendamos a juzgar mejor para no perpetuar las injusticias y el crimen. Luchemos por el poder para torcer de verdad el rumbo de la historia.
Facundo Altamirano
DNI 34.277.530