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27 de Julio de 2014
DESTINOS/Tailandia/Chiang Mai
Consagrada al budismo
La devoción religiosa se advierte en cada baldosa de la ciudad. Templos, monjes y ambiente armonioso le dan identidad a la segunda metrópoli del país más budista del mundo. A lomo de elefante, la aventura por selvas y montañas también tiene su lugar  
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Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

 
1) El sufrimiento existe. 2) La causa del sufrimiento es el deseo, el anhelo, el querer. 3) El sufrimiento tiene un cese. 4) Existe un noble camino para lograr ese cese. Estas son las “Cuatro nobles verdades” del budismo. Un compendio que ayuda a vislumbrar la idea básica de una de las religiones con más seguidores en el mundo, pero de la que, irónicamente, tan poco conocemos.
 Para tener una noción más acabada del culto al Buda, nada como acercarse hasta Chiang Mai, una de los epicentros espirituales de Tailandia. El país más budista del mundo encuentra en su segunda ciudad un fiel exponente de la filosofía Theravada. Templos, tradiciones y ambiente armonioso combinan para darle identidad a esta metrópoli de un millón de habitantes. Montañas, ríos y la impronta de los elefantes terminan de configurar el carácter de este exótico destino.
 
Vida de monjes
 
En cada baldosa de la urbe se advierten huellas de humildes sandalias. Son las de los monjes, esos hombres de calva absoluta y paz contagiosa que adormecen las calles de Chiang Mai. Hay miles de ellos dando vuelta. Se levantan tempranito y luego de una larga meditación, salen a la vida en tropilla, recolectando los alimentos que el pueblo les entrega. Luego vuelven a los templos, a recogerse nuevamente. Allí recibirán a los parroquianos, que atraídos por su conocimiento, les solicitan consejo.
 En la sociedad Tailandesa, los monjes son una autoridad. Están ubicados un escalón arriba del resto de los mortales. Sólo el monarca Rama IX y la familia Real aparecen por encima. De allí la devoción y el respeto que la gente les guarda, por ser ellos la voz de la sabiduría y los mayores exponentes del budismo.  
 Para sumergirse de lleno en esta apasionante cultura, lo ideal es visitar algunos de los muchos templos que le dan color y movimiento a Chiang Mai. Entre los más ilustres y llamativos figuran el Wat Chiang Man, de fastuosas formas y elegantes terminaciones en dorado, y el Wat Chedi Luang, imponente estructura de carácter rústico.
 Amén de la belleza de estos dos santuarios, la lista de Wats (templos, en tailandés) es interminable. El Viajero se sorprenderá al notar la gran cantidad de ejemplares que proliferan en los límites del municipio. Aunque cada uno tiene su estilo particular, todos comparten la misma esencia: estatuas del Buda doradas y de mármol, azulejos y delicadas decoraciones, grandes ornamentos en fachadas, umbrales y techos. Incienso y reflexión.
 Pero no todo es religión en Chiang Mai. A pesar de los aires de pueblo y tranquilidad que se respira en sus arterias, la movida comercial desarticula las tendencias. A los gritos y apretujados, los locales pelan por vender sus mercancías en tolderías que se distribuyen por toda la ciudad. Versados en los negocios, los tailandeses pelean precios con singular destreza.
 Las principales demostraciones se dan en pleno centro, un aglomerado cubierto por extensas y agraciadas murallas. Estas fueron construidas por el Rey  Mengrai, quien en 1296 mudó aquí la capital del reino de Lanna. Los paredones y fosos se levantaron para protegerla contra los embates de ejércitos provenientes de Birmania.
 
Aventura en la naturaleza
 
En las afueras de Chiang Mai, se abre un universo natural. Montañas, junglas y furiosos ríos albergan oportunidades para la aventura. La oferta es amplia: senderismo, escaladas, tirolesa, rapel, arborismo y rafting son algunas de las muchas propuestas. Pero sin dudas la más atrayente la configura el paseo en elefante, una actividad de lo más extravagante a los ojos occidentales.
 Emblemas de la nación, estas impresionantes bestias realizan caminatas por la selva y hasta se bañan en el río con los turistas al lomo. La experiencia es única, pero también implica un dilema moral, debido el maltrato al que estos animales son expuestos durante la expedición.
 A los monjes no hace falta ni preguntarles que piensan al respecto. Su rechazo a la explotación de los elefantes es total. Igual, ellos se quedan tranquilos. Saben que los culpables pagaran su karma tras reencarnar en vidas posteriores. Es palabra del Buda, la piedra angular para comprender la cultura de Tailandia. 


 

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