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3 de Agosto de 2008
Transitando los caminos de la historia - Nota 139
Abuelas: la fuerza del amor
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Escribe:

Jesús Chirino

En este espacio dedicado a la historia repasamos huellas de sucesos pretéritos protagonizados por hombres y mujeres de nuestra región. En esta oportunidad recordamos parte del camino recorrido por las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de sus nietos, a la vez que nos preguntamos si en nuestra zona no existirán algunos de los 500 niños que, entre 1975 y 1982, fueron tomados como “botín de guerra” por las fuerzas militares y entregados para ser criados por familias que no eran las suyas.

Niñez y
terrorismo

El terrorismo de Estado también convirtió en víctima directa a los niños. Entre las atrocidades que desarrolló con los niños puede recordarse que los acribilló en los vientres de sus madres, los torturó -incluso antes de nacer- los vendió como cosas y, muchas veces, fueron adoptados de manera enfermiza por aquellos que destruyeron a sus progenitores. En otros casos los niños fueron arrojados a instituciones para quienes no tienen familia, siendo que a ellos sus familiares los buscaban por cielo tierra.
Una de las cosas más terribles que el terrorismo de Estado realizó fue estructurar un plan sistemático para el robo de niños y bebés cuyos padres fueron desaparecidos por ese mismo poder. Pero no pasó mucho tiempo para que las abuelas de esos niños, que ya venían buscando sus hijos, se organizaran para buscar sus nietos.

Probar el
parentesco

A pesar de todas las restricciones impuestas por la dictadura, en el mes de marzo de 1980 las Abuelas lograron localizar a las hermanitas Tatiana Ruarte Britos y Malena Jotar Britos. Pero habían pasado tres años desde su secuestro y la Justicia quería pruebas incontrastables acerca del origen de las niñas. Esa realidad les hizo entender que era necesario encontrar maneras de presentar datos irrefutables acerca del parentesco entre los niños que se fueran localizando y las abuelas.
La ex presidenta de Abuelas, María Isabel Chorobik de Mariani, dijo “pensamos en todo lo posible. Por ejemplo, yo tenía mechones de pelo de mi nieta de antes de que la secuestraran. Los envié a Amnistía Internacional para ver si podían usarlos para identificarlas. Recibí una respuesta en que decían que iba a ser difícil, en especial porque el pelo había sido cortado muchos años atrás y no contenía folículos. Otras preguntaron: ‘tengo un diente de leche que guardé de mi nieto ¿Podría usarse para identificarlo?’”.
Otras abuelas pensaron en las huellas plantares de los bebés, pero lo niños crecían y sus piecitos se modificaban rápidamente. Armaron una base con todos los datos particulares que pudieron conseguir de los nietos y de sus padres. Pero también estaban los niños nacidos en cautiverio de los cuales no tenían pruebas materiales de su existencia ni datos acerca de marcas particulares.

Noticia en
el diario

En 1979 las Abuelas habían leído una noticia en el diario El Día, de La Plata, donde se hablaba de la utilización de la sangre como medio para probar la paternidad. Estela Barnes de Carlotto, actual presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, dijo que allí se les ocurrió la idea de utilizar la genética para identificar a los nietos. En una entrevista periodística agregaba: “Por entonces buscábamos mirando las caritas. Más de una vez yo misma he seguido mujeres que llevaban en brazos a un bebé que se parecía a unos de mis hijos”.
A medida que avanzaba el tiempo se les hizo más claro que no podían ir ante un juez y decirle que tal o cual niño podía ser hijo de desaparecidos por su similitud física o dato similar.
Con el convencimiento de que la genética podía ser una herramienta exitosa a la hora de probar la filiación de los niños, las Abuelas iniciaron un largo peregrinar internacional por instituciones y la visita a renombrados genetistas.
La ciencia genética aún no había desarrollado un método para solucionar el problema que las Abuelas presentaban en cada entrevista. Pero ellas incentivaban a los hombres de ciencia para que iniciaran las investigaciones necesarias para contar con pruebas científicas que les facilitara demostrar judicialmente su parentesco con los nietos que encontraban.

Abuelas y
genética

El genetista Víctor B. Penchaszadeh en el libro “Las Abuelas y la genética” señala que “…no hay dudas que las Abuelas han dado a la genética una oportunidad única, la de redimirse como ciencia ante la sociedad. Ciertamente la genética había tenido una triste historia durante el siglo pasado, pues estuvo asociada al racismo, a la discriminación, a la violación de derechos reproductivos en nombre de la eugenesia y hasta el genocidio. Pues bien, gracias a la gran oportunidad dada por las Abuelas, la genética ha podido ponerse del lado de los derechos humanos y posibilitar la efectivización del derecho a la identidad y la reparación a la grave violación de la apropiación de niños”.
En octubre de 1983 las Abuelas recibieron una llamada telefónica desde EE.UU., su pedido había encontrado respuesta. Se había desarrollado una manera de establecer los lazos de parentesco con sus nietos, mediante el análisis de distintos tipo de marcadores genéticos. El primer día hábil de la democracia recuperada en 1983 se planteó ante la Justicia el caso de Paula Eva Logares, cuya identificación en 1984 fue el primer resultado del famoso “índice de abuelismo”.
Antes del logro las abuelas habían tenido que lidiar para encontrar los especialistas locales idóneos y la aparatología necesaria. Incluso descartando algunos profesionales recomendados por René Favoloro, como miembro de la Conadep, a los que las Abuelas les descubrieron vínculos con los militares. Eran los mismos especialistas que luego tuvieron lamentables intervenciones en casos como el del asesinato de María Soledad Morales.
Luego de todo aquello las Abuelas siguieron trabajando en ese diálogo que supieron desarrollar con la ciencia y la técnica llevando hasta ésta, con sus reclamos, contenido ético y humanitario. Así llegó la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, donde se guardan dichos datos de las familias de desaparecidos. En ese Banco hay datos de varias familias villamarienses.

Con amor

En la expropiación de niños y la mentira acerca de su filiación se hace presente, en toda su dimensión, la existencia de un medio dominado por lo autoritario que a lo largo del tiempo sostiene esa mentira. Pero siempre hubo alguien que recordó que entre 1975 y 1982 apareció un bebé en la casa de un conocido o vecino, sin que la mamá estuviera embarazada y, desde hace un tiempo aquellos niños apropiados, ahora adultos, se acercan a las Abuelas buscando sus identidades.
Pero hubiera sido difícil que las Abuelas transitaran todo este camino sin esa perseverancia alimentada por el profundo amor con que estas mujeres buscan a sus nietos. Ya han logrado recuperar la identidad de más de noventa argentinos y continúan la búsqueda en diferentes lugares del país, desarrollando esa lucha contra la impunidad. Nadie puede afirmarlo, pero quizás también en nuestra región hay hombres o mujeres, que fueron niños en aquellos dolorosos años y que viven sin saber que son hijos de detenidos desaparecidos. Todos ellos pueden llegar a las Abuelas.

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