La situación del policía que fue clave en la posibilidad de avanzar en el esclarecimiento del hecho, el teléfono 101 sin ser atendido la noche del atentado y un testigo temeroso que aparentemente buscó hacer el papel de olvidadizo fueron las características distintivas de la segunda audiencia del juicio por jurados que se lleva a cabo en Córdoba por el intento de asesinato de Alejandro Roganti.
A las 10.40 de la mañana dio inicio la nueva jornada del proceso oral y público en el que se intenta dilucidar qué rol jugó Maximiliano Francisco Eve (37) en el ataque a balazos que sufrió el exdirigente de Luz y Fuerza el 14 de abril de 2008 en su casa de barrio Rivadavia de Villa María. El debate se produce en la Cámara Octava del Crimen de la capital provincial.
Cerca de las 10 se vio llegar a la víctima acompañada por su esposa, Analía Lynch, dos de sus tres hijos y su abogado, el senador Luis Juez.
El primer testimonio fue el del ahora expolicía Federico Bordino (ver nota aparte), quien contó que aquella noche de abril de 2008, cuando llegaba a la casa de su madre -que está a unos metros de la vivienda de la familia Roganti, en calle Las Heras- se vio sorprendido al escuchar “una o dos” detonaciones de arma de fuego. Cuando se aprestaba a ingresar a la residencia de su progenitora, observó que “pasaba alguien corriendo”, lo que le “despertó la intriga” que lo llevó a movilizarse hasta la esquina de calle 9 de julio, donde vio que aquel hombre había apresurado sus pasos.
Bordino entonces presumió que se había cometido un robo de estéreo de un coche.
Tras sus pasos
El joven detectó que quien huía, que todo indica se trataba de Sebastián Baltazar Eve (de 41 años y ya condenado como el autor material de los disparos), subió a un utilitario Fiat Fiorino que aguardaba estacionado sobre calle 9 de julio, a pasos de su intersección con Bolívar, e iniciaron su marcha girando por esta última arteria (paralela a Las Heras), en dirección hacia avenida Presidente Perón.
Entonces -y a pesar de que se encontraba de civil, sin arma y fuera de su horario de trabajo- Bordino decidió circular a contramano sobre calle Las Heras a bordo de su moto, intentando seguir los rastros de los que creía ladrones, a quienes cruzó de inmediato en la esquina de Las Heras y 25 de Mayo, lo que denota que los hermanos Eve dieron la vuelta a la manzana para escapar por bulevar Sarmiento.
En inmediaciones de la Terminal de Omnibus, uno de los Eve descendió de la camioneta. “Pienso que se bajó a mirarme o a ver si yo me paraba o no”, evaluó ayer el testigo. Agregó que como decidió dar la vuelta a la manzana por calle Periodistas Argentinos, especulando que volvería a encontrarlos frente a la Terminal, terminó perdiendo de vista a los atacantes.
“Nadie atendía”
Bordino recordó que apenas se subió a su moto para ir detrás de los Eve, comenzó a hacer llamadas telefónicas al 101, pero la comunicación resultó infructuosa al menos en los minutos centrales. “Llamé muchísimas veces y nadie atendía”, apuntó.
Recién cuando ya perdió de vista al rodado fue que pudo comunicarse con la central del Comando de Acción Preventiva (CAP), por medio del citado número. Así pudo brindar los datos de la chata, como el color (blanco) y el número de patente (FIL 138).
Resultó llamativo que Luis Juez hiciera hincapié en la falta de respuestas del 101. Le preguntó a Bordino si tenía crédito en su celular aquella noche (“sí, claro… de hecho me pude comunicar finalmente”, respondió) y si alguien le dio una explicación de por qué no atendían.
EL DIARIO, único medio presente en el juicio, conoció que algunos creen que lo ocurrido respecto a esa línea telefónica no fue casual. También allegados a la familia se preguntan cómo pudo haber fallado “el operativo cerrojo” que el otrora ministro de Gobierno de la Provincia, Carlos Caserio, aseguró apenas horas después del atentado que iban a implementar.
Volviendo al relato de Bordino, agregó ante la pregunta puntual del abogado defensor, Alejandro Dragotto, que el utilitario en que se movilizaron los Eve circuló a una velocidad normal, como quien intenta pasar inadvertido. Y aclaró que no vio a Sebastián Eve correr con un arma, sino llevando algo que no pudo distinguir. Asimismo, dijo que, hasta ese día, no conocía a Roganti.
Segundo testigo
Luego le tocó el turno a Sergio Castaño, un “vendedor de autos” al que Maximiliano Eve le adquirió la Fiorino con la que se perpetró el mafioso ataque. Resultó un testimonio largo, por momentos tedioso, contradictorio y confuso, ante el cual los jueces, el fiscal Hugo Almirón y los abogados de la Querella y la Defensa plantearon diversos interrogantes.
De acuerdo a sus dichos, que no estuvieron exentos de rectificaciones, en principio le vendió a Maximiliano una Peugeot Boxer, pero tiempo después éste regresó en compañía de su hermano Sebastián a reclamarle porque la camioneta no funcionaba, lo que derivó en un remplazo por la Fiorino.
Castaño indicó que conocía de vista a Maximiliano Eve por ser el novio de Cecilia Ramírez, una compañera suya, gestora de automotores, y que fue precisamente por la confianza hacia ella que entregó la Fiorino sin hacer los trámites de transferencia ni ningún papel que acreditara el traspaso de propiedad. Siempre según sus expresiones, le encomendó a Ramírez que efectuara las gestiones pertinentes, pero a los pocos días de la entrega se vio abordado por la Policía, que lo buscaba a raíz de “algo que había pasado con ese auto”.
Contradictorio, impreciso y confuso, dejó trascender que el menor de los Eve tuvo siempre un buen trato hacia él, incluso que le pidió en buenos términos el remplazo del rodado, pero en cambio no pudo ocultar que Sebastián le dio temor aquella vez que acudió junto a su hermano a exigirle un nuevo auto. Para terminar diciendo esto, debieron recordarle lo que declaró en la etapa de instrucción, cuando confesó que por su aspecto y su manera de actuar pensó que Sebastián era un expreso, peligroso y temerario.
¿Atemorizado?
Finalmente, pasó a la sala David Gachon, quien le dio hospedaje a Sebastián Eve en su propia casa tiempo después del intento de asesinato. Fue una declaración cargada de contramarchas.
En el inicio dijo que era amigo de “Seba” desde los años 90 (“porque nuestros hijos iban juntos al colegio”, indicó) y que no supo que éste tuviera hermanos. Luego admitió que posteriormente conoció a Maximiliano.
“Seba tenía un 19 bordó, que lo usaba de remís trucho. No sé dónde vivía ni con quién”, expresó en un tramo de su tambaleante exposición.
El presidente del tribunal, Juan Manuel Ugarte, le llamó la atención en cinco oportunidades, en las que le advirtió que estaba obligado a decir la verdad. El fiscal también lo exhortó a no mentir ni ocultar.
Los jueces acudieron en un momento a lo que Gachon describió en la etapa investigativa, en la que calificó a los Eve de “chorros” y mediante la cual aseguró que en España robaban, que no tenían ningún trabajo en Argentina y que con él siempre se portaron bien.
El testigo intentó despegarse de aquellas expresiones: dijo que muchas no son textuales, aunque reconoció su firma.
Que sí, que no, terminó confiando que le dio “un techo” y que lo hizo “por amistad”; que Eve en ese lapso no le comentó “nada” del caso Roganti, pero que finalmente le pidió que se fuera, por una cuestión de “desconfianza”.
En la etapa de instrucción había referido que Eve se quería ir a España. Precisó que un día compró La Voz del Interior y se encontró con que su amigo estaba involucrado en el atentado, que le mostró ese diario a Sebastián y que éste le dijo: “Mirá en el quilombo que nos vemos metidos y yo ni sé quién era”.
Cuando ayer le recordaron sus dichos, Gachon los desconoció.
Fue tal la liviandad de su palabra, que el fiscal pidió un cuarto intermedio para que el testigo pudiera recapacitar sobre la instancia en la que se encontraba, punto en el que coincidieron los jueces. Allí, Luis Juez le preguntó en qué zona vivía y ante la respuesta advirtió: “Hay que volver al barrio, eh”, en alusión a que podía sufrir una represalia por haber dañado códigos del entorno.
Llamativamente, irrumpió la Defensa y propuso que el testigo declarare sin la presencia del imputado y sin público, lo que fue aceptado por Gachon, por lo que todos debieron abandonar la sala, incluso EL DIARIO. No obstante, en la media hora en la que quedó solo frente a las partes y los jurados populares, prácticamente no cambió de postura.
El juicio se reanudará hoy a las 10.30, con la exposición del comisario villamariense Fabián Gutiérrez. Luego hablará Eve, ya que ayer lo solicitó su abogado, y más tarde se incorporarán el resto de los relatos por lectura.
El martes habría alegatos y posiblemente ese mismo día se conozca el veredicto.
Textos: Diego Bengoa
Fotos: Roberto Zayas
Enviados de EL DIARIO
Foot 2: En la primera fila, seis de los ocho jurados populares que toman parte de este proceso. Detrás, los tres camaristas flanqueados por los otros jurados titulares
Foto 3: El abogado y senador Luis Juez junto a Alejandro Roganti y la esposa de éste, Analía Lynch, en los pasillos del edificio de Tribunales II, en Córdoba capital