Esta parece una de aquellas historias que uno suele encontrar en páginas de Internet, bajo el halo de “nota de color”.
Aunque en este caso, el protagonista no reside de un pequeño pueblo perdido en el extranjero sino que se encuentra a escasos metros, en nuestra ciudad.
El es Guido Rosales, tiene 73 años y es jubilado. Aunque es oriundo de la localidad entrerriana de Rincón de Nogoyá, se vino a vivir a Villa María cuando promediaba su adolescencia.
El jueves pasado, luego de brindar el examen final de ocasión, se culminó su carrera como profesor de Guitarra en el Conservatorio Superior de Música Felipe Boero.
En diálogo con EL DIARIO, Guido repasó el particular periplo que lo llevó a cristalizar días atrás un preciado anhelo.
“En Entre Ríos yo vivía en el campo y cuando podía estudiaba con profesores particulares. De más grande me vine a la Villa. Acá me casé y terminé el secundario en el Colegio Nacional después de haber contraído matrimonio”, recuerda. “Más luego había comenzado a estudiar guitarra en el Conservatorio pero, como no me daban los horarios porque trabajaba en la fábrica metalúrgica Aloña, tuve que dejar. Luego de jubilarme comencé de nuevo. Hice el primer año del Trayecto Artístico Pedagógico y las materias teóricas pero luego solamente seguí con el instrumento, porque no podía con todo”, admite.
“En realidad me fue bastante bien, porque de chico ya había hecho Teoría y Solfeo, así que una idea sí tenía. En el Conservatorio estudié con la profesora Alejandra Acevedo (quien le entregara la aprobación del final del cursado)”.
Acerca de su inclusión en el instituto de formación musical, Guido remarca: “Fue muy lindo estudiar allí ya que es una gran familia y tuve mucha contención. Siempre participé de los actos y de las audiciones tocando con mis compañeros”. De paso, el egresado aclara que en el Facebook del establecimiento aparece una foto donde figura como escolta a la bandera. “Fue sólo en un acto porque habían faltado los titulares”, acota con humildad. Por último, Guido -quien se muestra orgulloso de una hija concertista de piano y su nieta de 3 años- esgrime una frase que pondera aún más la nota: “Tenía que rendir rápido porque me agarró artritis en la mano. Pero gracias a Dios todavía puedo tocar”.