“Con apoyo y una carpa lista, subiría de nuevo (al Aconcagua), pero mi esposa no me deja”. La expresión sintetiza la pasión que tuvo Marcelino Arballo por el alpinismo hasta sus últimos días.
El conocido militar de montaña, que eligió Villa María para vivir hace 50 años, dejó de existir el domingo y sus restos fueron sepultados ayer en el Cementerio La Piedad .
Tenía 93 años y lo llamaban el “alpinista de Perón y Evita”.
La historia de Marcelino es atrapante. En 1952 intentó por primera vez la subida al Aconcagua, con el famoso (teniente) Ibáñez, pero se les terminó el permiso por el mal tiempo. Volvió un año después y llegó a la cumbre el 29 de enero. “Fue la primera expedición argentina que conquistó el pico sur”, contó Arballo en una nota que le realizaron hace 10 años.
Marcelino nació en la Pampa, vivió en el sur y después de un problema de salud en la última escalada al Aconcagua (en 1956) buscó un clima cálido para vivir y así llegó a esta ciudad ubicada a la vera del Ctalamochita.
En su mochila se trajo recuerdos que permanecerán siempre en las páginas de nuestra historia.
Arballo fue parte de la expedición que colocó en la cumbre del Aconcagua en 1954 el busto del entonces presidente Juan Domingo Perón y de su fallecida esposa Eva Duarte.
El hombre radicado en Villa María puso como condición “cargar la mochila con el busto de Evita”.
A término de la misión, los integrantes de la expedición recibieron una medalla de oro de manos de Perón.
Poco tiempo después, la Revolución Libertadora decidió sacar los bustos emplazados en la cumbre del pico más alto.
Y otra vez Arballo estuvo en el grupo que trajo las dos imágenes al llano.
Toda una historia de vida que jamás empañará la muerte.