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11 de Agosto de 2014
Pese a la desmentida de Jofré, el justicialismo le salió al cruce
El PJ invitó al obispo a debatir sobre el origen de la violencia política
“No olvidamos ni perdonamos, apoyamos el juicio y el castigo a los culpables”, titula el PJ su documento dirigido al obispo de la Diócesis local
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“Nos llama la atención que haya culpado de la violencia de los años 70 al Gobierno de Héctor Cámpora”, señala el partido que lidera Gerardo Russo

 

Con un do­cu­men­to fir­ma­do por su pre­si­den­te, Ge­rar­do Rus­so, el Par­ti­do Jus­ti­cia­lis­ta lo­cal se pro­nun­ció so­bre las re­cien­tes ex­pre­sio­nes del obis­po Sa­muel Jo­fré.
El es­cri­to, que en prin­ci­pio iba a ser da­do a pu­bli­ci­dad el sá­ba­do, fue re­mi­ti­do a EL DIA­RIO ayer por la ma­ña­na, con la fir­ma, ade­más, de Se­bas­tián Ca­pu­rro, se­cre­ta­rio ge­ne­ral, y de Ve­ró­ni­ca Vi­vó, ti­tu­lar al­ter­na de la men­cio­na­da ins­ti­tu­ción par­ti­da­ria. Su tex­to ex­pre­sa:
"El Par­ti­do Jus­ti­cia­lis­ta de Vi­lla Ma­ría, quie­re ma­ni­fes­tar pú­bli­ca­men­te su pro­fun­da preo­cu­pa­ción por las ex­pre­sio­nes que ha­brían si­do ver­ti­das por el se­ñor obis­po de la Dió­ce­sis de Vi­lla Ma­ría, Sa­muel Jo­fré, en una con­fe­ren­cia or­ga­ni­za­da por el Par­ti­do Vi­lla­ma­rien­se, re­co­gi­das por Pun­tal Vi­lla Ma­ría el día 8 de agos­to del co­rrien­te año, aun­que lue­go las des­min­tie­ra par­cial­men­te. 
En di­cho en­cuen­tro, en­tre los di­fe­ren­tes te­mas abor­da­dos por el obis­po, ha­bría pro­pues­to ‘una nue­va am­nis­tía’  a los re­pre­so­res que es­tán sien­do juz­ga­dos y en­car­ce­la­dos por de­li­tos de le­sa hu­ma­ni­dad, por la de­sa­pa­ri­ción y ase­si­na­tos de 30.000 com­pa­trio­tas, en­tre ellos cien­tos de ni­ños. Pro­pues­ta és­ta que me­re­ce nues­tro más ab­so­lu­to re­cha­zo. En­ten­der que la ‘re­con­ci­lia­ción’ de los ar­gen­ti­nos pre­go­na­da por el se­ñor obis­po, pue­de pro­du­cir­se so­bre otros pi­la­res que no sean la ver­dad y la jus­ti­cia, es una equi­vo­ca­ción his­tó­ri­ca ya vi­vi­da a tra­vés de las le­yes de obe­dien­cia de­bi­da y pun­to fi­nal, y el in­dul­to pre­si­den­cial. El úni­co ca­mi­no le­gí­ti­mo es la bús­que­da de la ver­dad a tra­vés de un jui­cio jus­to, con jue­ces de la de­mo­cra­cia, de­re­cho que nues­tros com­pa­ñe­ros no tu­vie­ron cuan­do fue­ron co­bar­de­men­te ase­si­na­dos. 
Por eso, re­cha­za­mos en­fá­ti­ca­men­te la teo­ría de los dos de­mo­nios es­bo­za­da nue­va­men­te por el se­ñor obis­po. Acá no hu­bo dos de­mo­nios, hu­bo un Es­ta­do con to­do su po­der re­pre­si­vo que per­si­guió, se­cues­tro, vio­ló y ase­si­nó a tra­ba­ja­do­res, es­tu­dian­tes, mu­je­res, ni­ños, com­ba­tien­tes y has­ta sa­cer­do­tes, por igual, con un plan sis­te­má­ti­co de de­sa­pa­ri­ción for­za­da de per­so­nas, apli­ca­do no só­lo en nues­tro país, si­no tam­bién so­bre los pue­blos her­ma­nos de Amé­ri­ca La­ti­na. Plan que in­clu­yó el ro­bo de más de 500 be­bés arran­ca­dos de sus ma­dres obli­ga­das a pa­rir en cau­ti­ve­rio. Plan re­pre­si­vo, li­ga­do a un pro­gra­ma eco­nó­mi­co y so­cial ins­pi­ra­do en los prin­ci­pios del neo­li­be­ra­lis­mo, que nos de­jó co­mo he­ren­cia de­sin­dus­tria­li­za­ción, des­truc­ción del apa­ra­to pro­duc­ti­vo na­cio­nal, en­deu­da­mien­to, de­so­cu­pa­ción y de­pen­den­cia de los ca­pi­ta­les con­cen­tra­dos, trans­for­ma­cio­nes es­truc­tu­ra­les cu­yas con­se­cuen­cias aún per­du­ran en nues­tros días. 
Cla­ro es­tá que to­do es­to no hu­bie­ra si­do po­si­ble sin el apo­yo y com­pli­ci­dad de vas­tos sec­to­res ci­vi­les de nues­tra so­cie­dad, en es­to coin­ci­di­mos con el se­ñor obis­po. Por eso ha­bla­mos de dic­ta­du­ra cí­vi­co-mi­li­tar, y por eso le pe­di­mos a la Igle­sia Ca­tó­li­ca que abra sus ar­chi­vos pa­ra ayu­dar de ver­dad a ‘re­con­ci­liar’ a los ar­gen­ti­nos con su his­to­ria, ayu­dan­do de es­ta ma­ne­ra, a que to­dos los res­pon­sa­bles del ge­no­ci­dio que vi­vi­mos en­tre 1976 y 1983 sean juz­ga­dos y en­car­ce­la­dos. Los ci­vi­les tam­bién. 
No de­ja de lla­mar­nos tam­bién po­de­ro­sa­men­te la aten­ción, que el se­ñor obis­po ha­ya cul­pa­do del es­ta­do de vio­len­cia que vi­vi­mos los ar­gen­ti­nos du­ran­te la dé­ca­da del 70 al Go­bier­no de Héc­tor Cám­po­ra, y a las or­ga­ni­za­cio­nes que lu­cha­ron y re­sis­tie­ron con­tra las di­fe­ren­tes dic­ta­du­ras que aso­la­ron el país des­de 1930 a 1983, sin ha­cer re­fe­ren­cia, sin em­bar­go, al po­si­cio­na­mien­to ideo­ló­gi­co de quie­nes in­te­rrum­pie­ron sis­te­má­ti­ca­men­te los go­bier­nos de­mo­crá­ti­cos, vio­lan­do la so­be­ra­nía po­pu­lar y lle­ván­do­nos con sus ac­tos de vio­len­cia so­bre el pue­blo ar­gen­ti­no, a un ca­lle­jón sin sa­li­da sig­na­do por el ham­bre, la ex­clu­sión so­cial y la mi­se­ria so­cial, del que só­lo po­día sa­lir­se a tra­vés de la re­sis­ten­cia ac­ti­va.
Tam­bién de­be­mos de­cir que re­sul­ta lla­ma­ti­vo el mo­men­to ele­gi­do por el se­ñor obis­po pa­ra re­fle­xio­nar so­bre es­tos te­mas. So­bre to­do, te­nien­do en cuen­ta que por es­tos días, la in­men­sa ma­yo­ría de los ar­gen­ti­nos com­par­ti­mos la ale­gría de la re­cu­pe­ra­ción de un nie­to apro­pia­do, el 114, nie­to de la pre­si­den­ta de Abue­las de Pla­za de Ma­yo Es­te­la de Car­lot­to. Ale­gría com­par­ti­da por el pro­pio Pa­pa Fran­cis­co. En mo­men­tos ade­más, que en la pro­vin­cia de La Rio­ja se dic­ta­ba sen­ten­cia con­tra los ase­si­nos de mon­se­ñor En­ri­que An­ge­le­lli, uno de los tan­tos sa­cer­do­tes que com­par­tie­ron esa ‘vi­sión de país di­fe­ren­te por la cual lu­cha­ban mi­les de jó­ve­nes’, y por la que ellos mis­mos ter­mi­na­ron ba­jo las ba­las ase­si­nas de aque­llos que a lo lar­go de to­da nues­tra his­to­ria han pre­ten­di­do un país pa­ra unos po­cos, los que más tie­nen.
Fi­nal­men­te, so­mos con­scien­tes que el nues­tro es tam­bién un po­si­cio­na­mien­to ideo­ló­gi­co y po­lí­ti­co, que tie­ne una mi­ra­da con­cre­ta, aun­que no la úni­ca po­si­ble, so­bre el pro­ce­so his­tó­ri­co que nos ha ido de­fi­nien­do co­mo país. 
Y co­mo no cree­mos ser de­po­si­ta­rios ni mu­cho me­nos, de la ver­dad ab­so­lu­ta, es que in­vi­ta­mos al se­ñor obis­po a de­ba­tir so­bre los orí­ge­nes de la vio­len­cia so­cial y po­lí­ti­ca en nues­tro país. Nues­tro lo­cal par­ti­da­rio pue­de ser tam­bién un buen lu­gar pa­ra ana­li­zar y con­fron­tar de­mo­crá­ti­ca­men­te di­fe­ren­tes pos­tu­ras so­bre el pa­pel que ju­ga­ron los gol­pes de Es­ta­do en nues­tro país, sus cau­sas y con­se­cuen­cias, quie­nes lo re­sis­tie­ron y quie­nes fue­ron sus ins­ti­ga­do­res y cóm­pli­ces, ga­na­do­res y per­de­do­res, ven­ce­do­res y ven­ci­dos’. 
Ca­be re­cor­dar que tam­bién la APDH opi­nó so­bre las ex­pre­sio­nes de Jo­fré, di­cien­do en­tre otros con­cep­tos que: ‘El se­ñor obis­po ha usa­do pa­la­bras  fuer­tes,  hi­rien­tes,  do­lo­ro­sas,  an­ti­de­mo­crá­ti­cas,  pa­ra un pue­blo que aún no se ha po­di­do re­cu­pe­rar de la tra­ge­dia de la úl­ti­ma dic­ta­du­ra. El pe­río­do más lar­go de nues­tra his­to­ria (30 años de vi­da en de­mo­cra­cia), fue cons­trui­do en­tre to­dos: el pue­blo, los di­ri­gen­tes de to­das las co­rrien­tes po­lí­ti­cas, las ins­ti­tu­cio­nes in­ter­me­dias y los jó­ve­nes que se han he­cho hom­bres en es­te pe­río­do. Lo afir­ma­do por mon­se­ñor Jo­fré po­ne en du­da, con lo ex­pre­sa­do a con­ti­nua­ción, uno de los pi­la­res del sis­te­ma re­pu­bli­ca­no: la jus­ti­cia’.
Di­ce el obis­po: ‘Los jui­cios a los re­pre­so­res de la úl­ti­ma dic­ta­du­ra mi­li­tar -son dis­cu­ti­bles- afir­man­do que vo­ces se­rias, bien plan­ta­das, ha­blan de jui­cios po­lí­ti­cos’. Tal vez el se­ñor obis­po no se­pa que al­gu­nos de esos se­ño­res de ‘vo­ces se­rias, bien plan­ta­das’, sean los mis­mos a los que ha­cía re­fe­ren­cia mon­se­ñor Pe­dro Got­tar­di en una car­ta en­via­da a un pre­so de Sie­rra Chi­ca, en la que  afir­ma­ba que en Vi­lla Ma­ría se con­fec­cio­na­ron las ‘lis­tas ne­gras o de sub­ver­si­vos’, que lue­go fue­ron de­te­ni­dos y al­gu­nos se­cues­tra­dos y ase­si­na­dos por la úl­ti­ma dic­ta­du­ra. En Vi­lla Ma­ría se se­cues­tró y ase­si­nó  a un ma­tri­mo­nio per­te­ne­cien­te a una fa­mi­lia muy co­no­ci­da por to­dos no­so­tros”.

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