Escribe Juan Manuel Gorno
El viento de ayer sólo era beneficioso para la energía eólica, jamás para el fútbol. Y el clásico en Arroyo Cabral, entre Colón y Rivadavia, acusó ese efecto desfavorable más allá del 1-1 registrado en el tanteador final.
Se sabe que en las primeras fechas los equipos están “duros”, que hay refuerzos que todavía no pueden debutar, que se necesita tiempo y que, por tratarse de un clásico, los nervios y la fuerza asoman seguido. Sin embargo, el viento predominó la escena porque el balón, que siempre pide un buen trato, esta vez pasó de un lado a otro como la pelotita de tenis, entonces se hizo cuesta arriba desarrollar algo interesante en los atrapantes 90 minutos que dividen a los cabralenses.
A pesar de todo, hubo dos goles y se estiró la incertidumbre hasta el cierre del telón, después de una batalla tremenda que por momentos hasta escapó del nivel aceptable del árbitro Claudio Aldecoa.
En el primer tiempo, la misión de llegar tocando por abajo resultó complicada, aunque fue Rivadavia el más claro cuando intentó por el centro del campo, merced a la buena tarea de Franco Santoni y al criterio para recibir y penetrar de su primo Rodrigo.
De todas maneras, la jugada más peligrosa del “Verde”, antes de los 15’, fue un tiro libre que Leandro Márquez ejecutó en su propio campo y que, por la influencia del viento, complicó al arquero Matías Tissera, quien optó por sacarla al córner.
Colón tardó en poner en órbita el juego de Gabriel Gonella y apenas intentó con las trepadas de Lucas Morre, además de alguna gambeta de Maximiliano Le Roux, que rápidamente armó un “cuerpo a cuerpo” de empujones y agarrones con Matías Rojas que fue el prólogo de lo sucedido más tarde con prácticamente la totalidad del resto de los protagonistas.
A pesar de esto, con el correr de los minutos quien vio luz en el local fue su lateral izquierdo, Maximiliano Theiler, siempre a pura gambeta para subir con criterio y aportar la nitidez más rescatable de la primera etapa.
El envión del petiso le permitió a Morre soltarse por el medio y Colón emparejó el encuentro después de los 20’. Por las dudas, adelante tenía el entusiasmo por el debut de Francisco Santunione (refuerzo que llegó desde Ticino), quien había avisado de su picardía temprano, exigiendo a Marcelo Berardo en el área chica, luego de buscar una pelota que parecía perdida tras un tiro libre defectuoso.
A los 37’ la aparición sorpresiva de “Pancho” resultó clave, ya que fue a pelear al área un saque lateral y provocó el error grosero de “Cachulín” Márquez, quien no controló la pelota y terminó cometiéndole penal al delantero.
Morre, en su retorno al club rojinegro, no falló desde los doce pasos ante el especialista Berardo, le pegó fuerte y puso a Colón arriba en el marcador (1-0).
Rivadavia entró en el terreno del nerviosismo, a tal punto que hasta el entrenador Marcelo Santoni se excedió en la protesta y terminó expulsado.
Sólo el corazón del “Toro” Ferrer pudo haber cambiado las cosas, aunque su remate a los 43 minutos salió cerca del ángulo superior izquierdo.
Verdugo conocido
Cuando va perdiendo, el Rivadavia marca Santoni suele transformarse en un equipo con mucha personalidad y, por ende, avasallante.
Esto se verificó en muchos encuentros y volvió a clarificarse en el arranque del segundo tiempo del clásico, con presión en el medio y búsqueda de sus mejores hombres de ataque.
El sello quedó a los 5’ cuando Ferrer, con guapeza, habilitó a Rodrigo y éste se encargó de mostrar su jerarquía para enfrentar al arquero y definir por abajo (ante el salto de Tissera), estableciendo el 1 a 1.
El empate se ajustó más a la realidad del partido, al tiempo que le renovó al actual diez Santoni la patente de verdugo conocido de los clásicos: hizo seis en los últimos tres, nada menos.
Colón quiso contestar con una mayor movilidad de Gonella, quien a los 9’ estuvo a punto del empate y se topó con una buena tapada de Berardo.
Después llegaron los intentos de los técnicos con los cambios: el “Chelo” Santoni sacó a Ferrer (en su mejor momento) para darle juego con el pibe Demarchi, que se mostró errático, mientras Conti mandó a la cancha a Diego Marín, en uno de los regresos más importantes del torneo.
La solución no llegó porque el partido se fue consumiendo entre protestas, golpes y pases fallidos.
Es cierto que lo pudo haber ganado Marín con un remate alejado que salió desviado. Tan cierto como el mano a mano de Rodrigo que terminó en las manos de Tissera.
Faltó el gol final, aunque no faltó la voluntad y la garra. A las ideas, mientras, se las llevó el viento.