Gracias a la tecnología argentina para producir inoculantes de alta calidad, el país no necesita importar esos productos de Brasil o los Estados Unidos. Ese negocio, que involucra unos 75 millones de dólares a escala nacional, es apenas una muestra del potencial que representan los insumos biotecnológicos aplicados en el sector agropecuario.
Si bien los bioinoculantes dominan el mercado local, impulsados por la revolución sojera a partir de la década del 70, también existen otros productos de origen biológico que cada vez ganan más terreno dentro de un nicho en expansión, destacados por sus beneficios productivos, ambientales y mayor efectividad.
“Para la agricultura argentina, el uso de bioinsumos se volvió una prioridad, ya que son productos con un gran potencial para aumentar la industrialización, el agregado de valor en origen y el cuidado del medio ambiente”, afirmó Martín Lema, director del área de Biotecnología del Ministerio de Agricultura de la Nación.
Entre los muchos productos de origen biológico disponibles en el mercado, se destacan las bacterias fijadoras de nitrógeno presentes en los inoculantes que remplazan el uso de la urea, un bioinsecticida destinado a cultivos orgánicos y el primer biofungicida nacional, creado mediante un convenio de articulación entre el INTA y la empresa de capitales nacionales Rizobacter.
Con 37 años de trayectoria, esta firma de Pergamino -Buenos Aires- comparte el 60% del mercado nacional de bioinsumos junto con otras, como Nitragin y Biagro con el 10% de la oferta. El resto está ocupado por Pymes que tienen incidencia local y una menor tecnificación, pero aún así permiten que el 40% del mercado de inoculantes de Brasil esté representado por productos biotecnológicos argentinos.
En esa línea, Lema consideró que los bioinsumos constituyen “una oportunidad de industrialización”, en tanto que la fabricación nacional de fertilizantes y pesticidas biológicos traería aparejado el surgimiento de pequeñas y medianas industrias de base tecnológica, que se ubicarían cerca de las zonas productivas.
“Esas empresas capitalizan la investigación que el INTA o el Conicet han desarrollado y la transforman en insumos producidos a escala industrial”, dijo el funcionario.
De acuerdo con Adolfo Cerioni, coordinador nacional de Vinculación Tecnológica del INTA, “los bioinsumos son la gran vía para el desarrollo de una agricultura sustentable junto con todo aquello que permita la sustitución de productos de síntesis química”.
“Aunque requiere aún mucha investigación, trabajo e inversión, se trata de un mercado en crecimiento y estoy convencido de que es el futuro”, expresó Ricardo Yapur, presidente de Rizobacter.
Futuro verde
A diferencia de los agroquímicos que eliminan de inmediato la proliferación de un patógeno, los controladores biológicos limitan el avance de una enfermedad, al tiempo que favorecen el crecimiento de la planta.
Además de su aporte ambiental, los bioinsumos se perfilan como una oportunidad de mercado y con desarrollos a futuro.