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17 de Agosto de 2014
Entre 10 y 20 personas asisten habitualmente a los encuentros que se realizan tres veces a la semana durante dos horas
"Le pedimos a Dios por 24 horas sin levantar una copa"
EL DIARIO compartió una reunión de Alcohólicos Anónimos con 12 miembros que contaron sus experiencias. Historias de lucha, recaídas y ruegos por mantenerse sobrios
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“Hay mucha más gente alcohólica que la que viene a las reuniones”, aseguraron

 

La vida de un alcohólico anónimo dura 24 horas. Una vida, cada día. No se puede mirar hacia atrás; el pasado son cimientos, no capítulos que se permitan hojear. Del mañana saben mucho menos. No existe proyecto alguno, más que la súplica cotidiana de volver a amanecer sobrio.
Tres veces por semana -lunes, miércoles y viernes- se reúnen en General Paz 262. EL DIARIO participó de una reunión abierta para conocer las historia de aquellos que se animaron a contarla.
Son nueve. Habitualmente asisten entre 10 y 20 personas. Cuatro pilas de libros están uniformemente distribuidas por la mesa. Un termo ahoga dos mates. Dulce y amargo nunca van a detenerse. Quien seba elige no pronunciar palabra en toda la reunión. El que decida hablar tiene que levantar la mano primero; piden permiso para interrumpirse.
Angel lee el preámbulo, es el primer paso, siempre. Algo así como un contrato tácito. “Nuestro objetivo principal es mantenernos sobrios y ayudar a que otros alcancen el estado de sobriedad”, dice el texto, que en otro párrafo aclara que el anonimato es “la base espiritual” para anteponer “los principios ante las personas”. La reunión ya empezó.
 
Un libro
 
Nadie se atreve a responder por todos, lo que cada uno cuenta es su historia personal, el camino recorrido a su manera, un pasado diferente, y lo aclaran de entrada. En lo único que coinciden: “La enfermedad del alcoholismo es incurable”. ¿Qué hacen ahí, entonces? Intentar controlarla. 
Carlos tuvo 40 años como bebedor. “Cómo cualquier otra enfermedad, es lenta, gradual, progresiva y fatal”, explica. La recuperación multiplica aún más esos tiempos. “Nadie se enferma con una borrachera, pero cada uno tiene su carrera alcohólica”. Antes de agarrar el mate, repasa un dicho clásico de las reuniones: “Nos enfermamos por la boca y nos recuperamos por la boca”.
Hay un libro repetido. Si el preámbulo es el contrato, “12 pasos, 12 tradiciones” es el manual de instrucciones. “Son los que nos llevan a la recuperación”, explica Carlos. Todos harán referencia a los libros en algún momento.
“Es un programa, un trabajo, si se quiere, para toda la vida. Nos exige un cambio de vida muy importante”, detalla, y prosigue: “Podemos dejar de beber, hasta podemos llegar acá con un toque de fondo que nos sacó las ganas, pero si no hacemos cambios en nuestras vidas, costumbres, hábitos, no podremos mantener la sobriedad, porque si seguimos con las mismas porquerías en la cabeza, capaz que nos agarre sed de nuevo”.
 
Tocar fondo 
 
Carlos menciona un límite, el “tocar fondo” es, quizá, el factor común menos común de todos los que están ahí. Todos llegaron a Alcohólicos Anónimos tras ese quiebre, pero es absolutamente distinto para cada uno. “Mi fondo fue emocional, estaba destruido, llegué acá sin ganas ni obsesión de chupar”, dice, ansioso, Mariano, que no se acercó por cuenta propia: “A mí Dios me mandó a Carlitos, lo encontré en la calle”.
“No tenía más argumentos, era acá o...”, no termina la frase, quizá porque luego va a explicar que no hay que perder tiempo buceando en el pasado. “Estaba muy loco o, en realidad, lo sigo estando, porque soy un enfermo emocional, además de un enfermo alcohólico”.
Nicolás también cuenta su fondo. “Yo sí llegué con ganas de seguir tomando y las tuve durante mucho tiempo”, es lo primero que dice. Después recuerda que no había asumido el alcoholismo, pero “las pruebas estaban a la vista: me levantaba con resaca cinco días a la semana”. Si bien describe que, poco a poco, se va tocando fondo desde lo espiritual, lo emocional y lo físico, lo suyo fue económico. “La moneda fue determinante, tenía trabajo pero no trabajaba, nunca tenía plata para nada y, a raíz de eso, decidí, solo, venir para acá”.
 
Ruego por 24 horas más
 
“Yo llevo muchos años sin beber, pero emocionalmente debo vivir 24 horas para que no se me despierte la sed. No proyectar”. David explica cómo es la vida de una persona que logra llegar y mantenerse en Alcohólicos Anónimos. El objetivo siempre es el mismo: poder terminar el día sin beber.
“Los plazos para no tomarse el primer trago son 24 horas y otras 24 y otras 24...”, repite, y comenta, a grandes rasgos, cómo lograrlo: “Tenemos un primer paso, que es admitir lo que somos, en mi caso, un alcohólico que era ingobernable con y sin alcohol; después hay que olvidarse del pozo por el que se pasó, no pensar en mañana, vivir la vida hoy”.
Juan acaba de llegar y se suma en silencio, como para pasar desapercibido, hasta que Angel pide tomarle las últimas 24. Siempre, a medida que van llegando, deben contar cómo fueron sus últimas 24 horas alcohólicas. “Buenas noches, un gusto. Mis últimas buenas 24 fueron buenas, las pasé sin deseo de beber, gracias a Dios, gracias a todos ustedes. Y que tengan felices 24 sin alcohol”, expone el recién llegado y automáticamente se suma a la charla.
“Nosotros no podemos volver a tomar absolutamente nada de alcohol, nunca más, por eso le pedimos a Dios poder pasar las próximas 24 horas sin levantar la primera copa”, Juan remarca la palabra “primera”, porque explica que “nuestro problema no es tomar, sino que no podemos parar”. Hace un cálculo rápido y asegura que tomaba cinco litros de bebida por día, dice que llegó por insistencia de su mujer y que ha tenido alguna recaída, pero que lleva cinco años sin beber.
“Las primeras 24 horas son interminables... ¡ja! ¿Y las segundas?”, bromea Nicolás, y Juan acota: “Caminás por las paredes, querés dormir y no podés, te despertás a la madrugada mirando la hora, rogando que sean las 7, la cabeza te pide alcohol”.
“La semana pasada no pude venir a las reuniones en dos ocasiones y un día andaba por el centro y pasó un auto con un parlante con un audio que decía algo del vino y el fernet... y entré a pensar, ¿qué me está pasando? Me di cuenta que había faltado y tenía que venir a las reuniones urgentes. El alcoholismo es una enfermedad psíquica y las ganas de tomar pueden despertarse en cualquier momento”, cuenta Juan para describir la importancia de pertenecer y permanecer al grupo.
Una sonrisa inocente le gana la pulseada a los labios cuando se acuerda de una fiesta de fin de año. “Siempre pensaba, ¿qué hice este año? Cambié el auto, por ejemplo. Y un día digo ‘loco, este año no chupé, ¡estuve todo el año sin chupar!’”, se ríe, y sigue: “No lo podía creer, la inversión más grande que hice en mi vida fue haber entrado acá”.
 
Enfrentar a la sociedad
 
Muchas veces las miradas pueden lastimar. Sobre todo, cuando están cargadas de prejuicios. Nicolás considera que “la enfermedad está muy estigmatizada” y describe como “duro, como miembro y enfermo”, tener que pararse frente a la sociedad. “Es una enfermedad de mier...”, acota Mariano, en voz baja. Nicolás prosigue: “Pero eso de enfrentar a la sociedad es un paso más que hay que cumplir para tratar la enfermedad, después no es tan grave”.
Intenta restarle peso a la mochila que ellos dicen cargar y dice: “Somos personas que vivimos bien, llevamos una vida normal, yo simplemente trato mi enfermedad y así vivo bárbaro”.
Ezequiel acaba de llegar. Físicamente, parece ser el más joven de los 11. Algunos prefirieron sólo escuchar, él  quiere dejar su mensaje antes de que la reunión vuelva a ser cerrada, como siempre: “Es un cambio de vida, llegás a tu casa y sos diferente, antes llevabas miserias, siempre, ahora, cosas nuevas”.

Damián Stupenengo



“Necesitamos al nuevo y él nos necesita a nosotros”

Al llegar por primera vez a Alcohólicos Anónimos, el grupo intenta ofrecer una contención para que no sea una experiencia traumática ni mucho menos. “Al que viene por primera vez le dedicamos la reunión casi íntegramente”, explica Verónica, la única mujer presente en la reunión.
“Le damos las herramientas, intentamos escucharlo, en él está que vuelva después”, comenta, y aclara que es muy común que no vuelvan luego de esa primera vez. “Están los que no vuelven más, los que siguen viniendo, los que dejan, recaen y vuelven, hay de todo”, cuenta.
Carlos reconoce que “nosotros necesitamos al nuevo y esa persona nos necesita a nosotros para que le demos las herramientas para poder dejar de beber”. No es una fórmula preestablecida. “Le contamos nuestras experiencias, cómo hicimos nosotros, no vamos a decirle cómo solucionar el problema, sino que se comparte de un alcohólico a otro, la experiencia”. De hecho, comenta que “muchos vienen con necesidad de hablar, otros solamente quieren escuchar”.
A su vez, Carlos pide aclarar que “todo lo que se habla queda acá, porque a veces se cuentan cosas íntimas, pero nunca salen de estas paredes”.
Angel, por su parte, advierte que “el que viene obligado no dura”, y confiesa que “hubo quienes vinieron un par de días sólo para que se les dé un certificado. A mí me trajo la Justicia y logré quedarme”.
 


Servicios: “Es lo que te mantiene ocupado para no chupar”

Los miembros de Alcohólicos Anónimos realizan lo que ellos denominan “servicios”. Ir a la cárcel, al Hospital, el servicio de literatura, la atención telefónica, incluso el que seba mate o quien oficia de tesorero, “todos esos son servicios y es lo que te mantiene ocupado para no chupar, hermano”, explica Mariano.
Son rotativos, cada dos años, y el objetivo es dar a conocer, invitar, demostrar lo que se hace en Alcohólicos Anónimos con el objetivo de “permanecer ocupado”. “El servicio consiste en llevar el mensaje a la persona que está sufriendo. Y a su vez nosotros estamos trayendo gente nueva al grupo, que es tan necesario”, agregó Carlos.
Para explicar la razón de estas actividades, todas sugeridas en el libro -“sugeridas, porque acá nadie obliga a nadie a hacer nada”, aclara Mariano-, Carlos dice que “no es lo mismo el mensaje que le da un borracho a otro, que el que le da un profesional, un clérigo, un juez, un policía; no es lo mismo. Te da el mensaje otro del mismo palo que vos, que vivió lo malo, los problemas familiares, laborales”.

Dónde y cuándo

Las reuniones de este grupo, uno de los tres que hay en Villa María, se hacen los lunes, miércoles y viernes, de 20 a 22, en General Paz 262.


 

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