Especial para
EL DIARIO
Grata sorpresa se lleva el viajero al recalar en Trelew, que en la fama no dice mucho pero en la práctica ofrece de todo. Tanto, que cuesta calibrar el inventario, de alrededores con mar, playas, colonias de pingüinos y delfines, cultura galesa, río, dique y hasta huellas de dinosaurios. Completito el panorama, en el norte de la provincia de Chubut, a 1.400 kilómetros al sur de Villa María, 65 de Puerto Madryn y 25 del Océano Atlántico.
Se dijo antes: lo más sabroso de la ciudad está en la periferia. Sin embargo, el pleno centro convida con un plano agradable y, fundamentalmente, con el imponente Museo Paleontológico Egidio Feruglio, famoso por su legado de dinosaurios. Considerado uno de los emprendimientos más importantes del mundo en su tipo (con modernos laboratorios y visitas de investigadores y científicos de todo el globo), el museo exhibe cantidad de objetos de interés, aunque las estrellas son los restos fósiles y réplicas a tamaño real de míticas especies jurásicas, como el Titanosaurus (el más grande del planeta, encontrado en los desiertos de la provincia en el pasado mes de mayo), el Giganotosaurus o el Argentinosaurus. La lista de atractivos incluye además muestras relacionadas con los primeros habitantes de la Patagonia y el Big Bang, por sólo nombrar algunas. También perteneciente al MEF es el Parque Paleontológico Bryn Gwyn (a 25 kilómetros de Trelew), que enriquece la temática, pero en un contexto diferente, rodeado de áridos paisajes y colinas como brotes en la estepa patagónica.
Muy cerca del parque, en las adyacencias del río Chubut, aparece Gaiman, un carismático poblado de fuerte herencia galesa. Lo más curioso es que la aldea (que destaca con sus múltiples casas de té), corporiza el único lugar en el mundo fuera de Gales donde se habla el idioma originario de aquella patria europea. Incluso aún se conservan modismos traídos por los colonos a mediados del Siglo XIX, términos que ni siquiera son utilizados hoy en el país que forma parte de Gran Bretaña.
De perseguir los vericuetos del río hacia el sur por unos 80 kilómetros, la cita es con el Bosque Petrificado Florentino Ameghino, pegado al agraciado dique homónimo. Más fósiles, aunque esta vez de árboles y rocas, en el medio de unas postales tan desoladoras como atractivas. Hay algo del Valle de la Luna en el ambiente, y suaves cadenas montañosas en el fondo.
Tiempo de mar
Ahora es tiempo de mar, y que lindo que suena. La primera opción es Playa Unión, que sin tener la belleza de balnearios paradisíacos, conserva la mística patagónica en las panorámicas de arena, canto rodado y horizontes magnánimos. Muy popular entre los chubutenses en verano, sus inviernos son de contemplación y paz (y viento). Lindero, en el puerto de Rawson (la capital provincial), salen los barcos que llevan al encuentro con las toninas overas, esos enormes delfines que se parecen a ballenas y que juguetean frente a los sorprendidos excursionistas.
Otra vez con rumbo sur, el llamador es Punta Tombo, donde los protagonistas van en gracioso caminar y de a montones. La reserva de fauna juega el rol de anfitriona de cientos de miles de Pingüinos de Magallanes, lo que la convierte en una de las colonias de pingüinos más importantes del planeta. La visita también sirve para contemplar grandes familias de gaviotas y patos (entre otras aves), y hasta guanacos.