“Soy viajero y mi destino es la luz del horizonte, los fantasmas del camino son el eco de mi nombre (…) Soy viajero enamorado de ese cielo inalcanzable, aunque a veces del cielo una lágrima resbale”. Había que ser un artista de la talla de Peteco Carabajal para poder escribir una canción así de bonita sobre los viajeros. El tema se llama justamente “El Viajero”, y está incluido en el disco también titulado “El Viajero”, y hemos dicho tantas veces la palabra viajero aquí, que ya perdió completamente su sentido, como lo perdió esta cotidianeidad que encuentra a Massa y Scioli liderando las encuestas.
Después del embrollo, sigue Peteco: “El crepúsculo me llama con su fuerza y su misterio, sólo llevaré en mis ojos la señal de tu silencio (…) Dónde va quedando todo, dónde el corazón naufraga, qué será del beso eterno, dónde quedará mi casa”, y así continúa, hilando candores, enumerando los sentimientos que experimenta quién por los caminos anda. Bien lo sabe el poeta, que ha transitado los senderos del mundo y en especial los de su Santiago del Estero natal, salvo de 12 a 20, la hora de la siesta.
Lo cierto es que en la canción, el nacido en La Banda también utiliza lo del viaje como una metáfora de la vida misma. Y yo me pregunto: ¿no es acaso eso la vida, una delirante travesía por los recodos de la existencia? “Sí, puede ser. Eso y unos asadazos en el campo, con vino y guitarreadas hasta las mil de la mañana que hacen temblar la tierra”, dirá el Peteco, que además del alma sensible, tiene muy pero muy en claro que después de ésta no hay otra.