Carina Tissera (36), nacida en Córdoba y de larga estadía en Río Segundo, había conocido a Juan cuando dos años atrás residió por un tiempo en Villa Nueva.

Había llegado a esta localidad en circunstancias dramáticas para su familia. Como su cuñada Nora falleció víctima de un cáncer, su hermano le pidió que se quedará con él, a lo que Carina accedió. En ese contexto, vivió un tiempo en casa de la hermana de Juan y en ese marco lo conoció.

Luego, la muerte de su hermano (por el que se había venido a la ciudad) y otras razones la llevaron a retornar a Río Segundo junto a sus cuatro hijas (de 3, 8, 11 y 13 años de edad), pero al volver a aquella población se encontró con un panorama totalmente diferente al que había dejado: tenía su vivienda usurpada.

Dice que nadie hizo nada ante la ilegal ocupación, lo que desembocó en un periplo de casa en casa hasta que terminaron refugiándose en un vagón. Estuvieron un mes en la abandonada formación del ferrocarril, hasta que Juan, aquel villanovense que se nombra al comienzo de esta crónica, la convenció de venirse: les ofreció trabajo y casa, por lo que Carina no dudó más y volvió nuevamente a Villa Nueva, tratando de olvidar los sinsabores de Río Segundo.

El lunes a la noche, las cinco llegaron hasta la vereda de la casa de Juan, pero golpearon la puerta y no hubo respuesta. Espiaron y detectaron que había gente en el interior, que estaba encendido un televisor, pero que nadie salía. Los mensajes de texto al celular no eran atendidos. Los minutos pasaban mientras ellas aguardaban en la calle: algo olía mal.

Carina se dio cuenta, entonces, de que nada de lo que esperaba se concretaba. Se sintió estafada, sola con sus nenas, desamparada.

Junto a sus herederas, acudió a la plaza Capitán de los Andes, desesperada. Empezó a hablar con vecinos, fue hasta la estación de servicio El Sol (en avenida Libertad y Tucumán), cargó la batería del teléfono y empezó a hacer llamadas.

Finalmente, pasaron la noche en la casa de Marcela, una ciudadana que reside en calle Florida 639 de barrio Florida y que sin conocerla, le abrió su corazón. 

 

Múltiple ayuda, miedo y esperanzas

 

Carina dijo ayer a EL DIARIO que Juan le ofreció “cuidarlo cuatro horas a la mañana y cuatro horas a la tarde, a cambio de 1.500 pesos por mes”. “Me dijo que el PAMI se haría cargo, que él no veía bien (por problemas en la vista), que yo tenía que cocinar y limpiar. Además, me prometió que me daba un terreno detrás de su casa y que tenía medios para conseguir colchones y demás, mientras tanto íbamos a estar en su vivienda. Hoy no sabemos nada de él y no nos atendió”, describió.

“En Río Segundo nos sacaban del vagón porque lo iban a llevar a remodelar; además desde la SENAF (la Secretaría de Niñez de la provincia) me decían que me iban a sacar las nenas. Entonces, venir a Villa Nueva era la oportunidad de cambiar de vida, de empezar otra etapa”, confió.

“Cuando vivimos anteriormente en Villa Nueva estábamos de diez, pero vino el papá de ella (señala a una de sus hijas), se mandó un moco y me volví a Río Segundo porque no quería estar mal ni quedar mal con nadie. Nos enteramos de que nos habían usurpado la casa y empezamos a deambular de un lado al otro, hasta terminar en el vagón”, detalló.

Ayer se encontraban en lo de Marcela, esta vecina villanovense que no dudó en hospedarla y en donde se realizó esta entrevista.

Ahí se observó que pese a la angustia y la incertidumbre que dominan el caso, recibieron mucho afecto y ayuda de los vecinos. “Vino mucha gente, me trajeron colchas, colchones… un hombre me donó un colchón de dos plazas, me brindaron un pack de leche, dos paquetes de ravioles, me dieron ropa y zapatillas”, enumeró entre lágrimas.

Dijo que quiere trabajar y que necesita un techo para hospedarse, porque están sin nada. “En Río Segundo tenía un trabajo de un solo día a la semana, en que me pagaban 35 pesos la hora. Necesito empleo estable”, apuntó. Para quienes quieran tenderle una mano, su teléfono es (0353) 155622922.

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La voz oficial