Con un cargo de preceptora en la escuela Abraham Juárez y algunas horas cátedra como docente de Artes Plásticas, Adriana Gigena lucha, como otros tantos trabajadores, para cubrir las necesidades familiares.
Por eso cuando vio la posibilidad de anotarse para un nuevo empleo, el de preceptora en la Escuela del Trabajo (IPET Nº 49), no dudó.
Pero ese día, el 14 de agosto de 2014, se encontró con una directora que le dijo que era un puesto “más para hombres” porque era en el internado.
“Yo lo consulté con Juan Carlos (Rodríguez), de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC), gremio al que estoy afiliada, y me dijo que me anote. Lo mismo me aconsejaron otras compañeras porque no hay ningún impedimento”, recordó Gigena a EL DIARIO. Y así lo hizo.
Al otro día era el acto público donde se daba a conocer el orden de mérito de todos los inscriptos y ella quedó primera. La segunda y la tercera de esa lista también son mujeres.
“Pese a que las tres con más puntaje somos mujeres, un hombre, que también se había anotado para el cargo, lo impugnó diciendo que por ser mujer no puedo estar en un internado de varones”, señaló.
Allí intentó volver a comunicarse con el gremio para pedir ayuda, pero, según relató, le dijeron que no podían hacer mucho en virtud de un viejo decreto que establecía que sólo trabajarían varones en el área del internado. “Eso no está más, desde que el sentido de la igualdad empezó a hacerse cotidiano dejó de existir el decreto. Es más, no llaman a cubrir cargos para ‘preceptores de internado’, sino sólo para ‘preceptores’, porque no existe más esa normativa”, señaló Gigena.
Pese a la impugnación, se sintió feliz por haber ganado el lugar para un nuevo trabajo. “Fui a la escuela a empezar con mi tarea, pero me hicieron objeciones y finalmente, después de tres días, me mandaron una nota firmada por la directora en la que dicen que autoridades superiores, sin nombrarlas, dispusieron que no fuera a trabajar hasta que se resuelva el problema, al que tampoco lo mencionan”, indicó.
“El problema es que soy mujer, no hay otro”, razonó la docente”.
La tarea
El trabajo que debe realizar el preceptor dentro del internado comienza a las 18 y concluye a las 22.30. El jueves se agrega una guardia desde las 23 hasta las 6.
“Estoy en el piso donde están los más chicos. Son alumnos muy buenos, tranquilos. Los conozco del aula. Además, soy una persona mayor y los chicos tienen entre 11 y 13 años. Mi tarea es ayudarlos a hacer las tareas y acompañarlos en los juegos que tienen disponibles, como ajedrez, dominó o ping pong. Es un trabajo que perfectamente puede hacer una mujer. Sobre dormir en el internado, hay que señalar que uno trabaja, es decir, no te ponés el camisón y te olvidás de los chicos hasta el otro día. Además, el preceptor tiene una habitación aparte de donde duermen los chicos”, aclaró Gigena, pensando en que la objeción podría ser por la noche de guardia.
Recibió el acompañamiento a su reclamo de profesores de la escuela y del sector “Tribuna Docente”.
La semana próxima irá a Córdoba a presentar su caso al Ministerio “porque me hicieron el Movimientos, Altas y Bajas (MAB) de manera manual y por todo esto que me pasó, me entero que ahora es por Internet. Así que me imagino que en el Ministerio ni saben lo que pasó”.
En caso de que gane su posición, Adriana Gigena será la primera mujer preceptora en el internado de la Escuela del Trabajo.
Para limpiar sí, como autoridad no
Llaman la atención algunas frases que debió escuchar Adriana Gigena desde que empezó a reclamar su lugar como preceptora en la Escuela del Trabajo. “Acá somos todos hombres”, le dijeron algunos compañeros. Sin embargo, hay que señalar que en el internado no son todos hombres porque el personal de limpieza de ese espacio es femenino. Es decir, las mujeres entran al sector sólo para limpiar, no como autoridad.
Tal vez sin darse cuenta o tal vez con la más clara conciencia, están reproduciendo la cultura machista que no le hizo nada bien a la sociedad. Y lo hacen en una escuela dirigida por una mujer, como si quisieran reservar ese espacio, el del internado, sólo para ellos.
Siempre los primeros pasos son difíciles. Seguramente las primeras mujeres que votaron, las primeras que fueron a la universidad o las primeras que se incorporaron al mundo del trabajo hayan escuchado esa frase: “Acá somos todos hombres”. Hoy les debemos agradecer que esa expresión no las haya atemorizado.
Patricia Gatti
