El “Pozo” de barrio Almirante Brown era el escenario de uno de los partidos más atractivos de la fecha, justamente por la inestabilidad futbolística de ambos planteles. Tanto Universitario como River no tenían empates en las fechas jugadas, y habían alternado victorias y derrotas. Por ende, de antemano, uno no podía avizorar con certeza de antemano un resultado.
Lo que sí estaba claro era que River había logrado en el “Pozo” su única victoria, tan claro como el planteo ofensivo de ambos conjuntos: por el lado del local, Daniel Bachanini disponía de un planteo con tres mediocampistas de buen pie, con el habilidoso Cristian García como enlace y dos delanteros temibles como Gaspar Bachanini y Richard Brusa.
Por su parte, Joselito Berardó paro una línea de tres en el fondo y apostó a un tridente experimentado y letal conformado por Truglio, Barengo y Barbuio.
La primera oportunidad se le presentó al visitante, pero la pelota le quedó alta al 9 celeste y no pudo definir con comodidad. Luego fue la “banda” quien se aproximó al arco rival por intermedio de un remate lejano de Gaspar Bachanini que se fue rozando el palo izquierdo de Mellano.
A los 21 minutos llegó la jugada más clara para la “U” cuando Chocobares desbordó por derecha, envió un centro rasante y Matías Barbuio, con el arco a su disposición, acarició el balón con el pie izquierdo para abrir el marcador, pero el destino le jugó una mala pasada y la pelota se fue desviada. El goleador universitario no lo podía creer. Era imposible que la jugada no terminara en gol, pero justamente fue él quien la desperdició.
Para peor, unos minutos después, cuando el primer tiempo se moría, Richard Brusa, guapeó un balón “perdido” y estampó el 1 a 0. La victoria albirroja era justa, porque había dominado el trámite del encuentro. Le había quitado el protagonismo a Universitario, y aunque no tenía profundidad, era más que su rival. El mediocampo era millonario: Sánchez y Aguirre le ganaron la pulseada a Barrionuevo y Grasso, y a partir de allí, por medio de López y García, el local comenzaba a llevar peligro al arco defendido por Mellano.
En el complemento, la superioridad de los dirigidos por Bachaninni se acrecentó. Universitario estaba desorientado. Sus jugadores más peligrosos estaban en bajo nivel. Las habituales asociaciones no aparecían y lo generado futbolísticamente por los de Bernadó era bastante pobre.
Sin embargo, un grosero error arbitral lo privó de empardar el marcador. A los 28 minutos, Barengo marcó el empate, pero el juez de línea se lo anuló, más allá de que el 9 visitante estaba casi dos metros habilitado. Pero fue una jugada aislada, una desatención en el fondo millonario que casi le cuesta la victoria.
Sin embargo, se veía a un River mucho más firme y decidido. A los 37 minutos, Ledesma se erró un gol increíble. El 13 local dominó el balón en soledad a lo largo de 25 metros, encaró a Mellano y cuando se aprestaba a definir, el uno universitario tapó el remate y dejó abierto el resultado hasta el último instante.
A los 49 minutos, cuando el partido se moría, Jacobo Bachanini se vistió de héroe y tapó una pelota “infernal”. El balón quedó picando a cinco metros del arco millonario, Grasso remató con fiereza, y el arquero de la “banda” se jugó la vida y atajó un disparo que le valió el triunfo definitivo.
La justicia deportiva se hizo presente en la cancha riverplatense. El conjunto de barrio Almirante Brown ganó porque supo cortar el juego de su rival, lo “molestó” los noventa minutos y anotó cuando debía hacerlo.
La promesa de buen partido se cumplió. Y River, a base de un planteo inteligente, logró hacerse fuerte de local, alcanzando a Universitario en la tabla de posiciones y acercándose a puestos de vanguardia de la Zona “A”.
La figura
Jacobo Bachanini. Se erigió como la figura del encuentro cuando su equipo más lo necesitaba. Sus atajadas fueron fundamentales para que River conservara el triunfo. Sobre el final tapó increíblemente un remate de Grosso, que le hubiera dado a Universitario el empate.
El árbitro
Mauricio Mercol. Regular actuación. En un partido tranquilo y con pocas faltas no tuvo mucho trabajo, pero cometió un grosero error, a instancias del primer asistente Juan Ferreyra, al anularle por posición adelantada un gol a Barengo cuando estaba claramente habilitado.