Tiene 30 años y es madre de cinco hijos. Hace tres meses decidió volver a Villa María desde Buenos Aires, dado que su pareja y padre del menor de los chicos comenzó a golpearla.
Volvió a esta ciudad, donde había crecido y de la que se fue antes de terminar el secundario en el Instituto Bernardino Rivadavia, por esas crisis de adolescente.
“Mi mamá estaba en Buenos Aires y allá fui, conocí a quien fue mi pareja y me quedé”, dijo Melisa Maineri.
La vida fue dándole algunos cachetazos, pero siempre siguió entera, sabiendo que tenía que estar al lado de sus hijos.
Uno de esos reveses fue la muerte de su madre. “Ella tenía una casa construida en un terreno de mi tío. Cuando ella murió, mi tío me echó”, recuerda.
Trabajó en empresas de seguridad, como empleada doméstica y en el rubro gastronómico, como bachera y ayudante de cocina. “No tengo problemas de trabajar, pero para eso necesito un techo. Tengo quien cuide de los chicos, pero sin casa es imposible”, reseñó.
Con su segunda pareja todo venía bien, hasta que él comenzó, como consecuencia de las adicciones, a volverse violento. “En la última pelea mi hijo más grande, de 10 años, salió a defenderme. Ahí me di cuenta que si no me iba, todo saldría mal”, relató.
Esto fue hace tres meses. Vendió las pocas cosas de valor y regaló las otras a los vecinos. “Con una mano atrás y otra adelante, me vine a Villa María, con la confianza de que acá me podría radicar y empezar de nuevo”.
Sin embargo, es difícil resolver el problema del techo. Hasta el momento, fue viviendo en casa de amigas. “Pero las entiendo, no se puede albergar por mucho tiempo a alguien con cinco hijos”, dijo.
El lunes es el plazo máximo en el que debe dejar la vivienda que hoy ocupa. Es por eso que desde hace un mes viene golpeando puertas. “Hasta ahora, conseguí que en el Ministerio de Desarrollo Social me den un subsidio para pagar los tres primeros meses de alquiler, pero no tengo garantías, la gente que conozco no tiene recibo de sueldo ni propiedad y, así, nadie me alquila”.
“Fui a ver a Nora (Bedano), a la Municipalidad, a ANSES y en ningún lado encuentro solución”, dijo.
“Algunos me recomiendan usurpar, pero yo no tengo ese perfil. Una, que no me parece bien y otra, imagínese si me llegan a meter presa, ¡qué hacen mis hijos si yo soy lo único que tienen! Cuando estoy desesperada y pienso en ellos, sé que no tengo que hacer ninguna locura”.
Pese a todas las vicisitudes que le toca vivir, se ocupa de que todos sus hijos en edad escolar vayan a la escuela “y no tienen malas notas”, dice, orgullosa.
Muchas veces va con ellos a una plaza para ayudarlos con la tarea. “Por eso, cuando mi padre me dijo que los internara y empezara sola, me dio mucha bronca. Yo me moriría de tristeza sin ellos y ellos son muy apegados a mí. Ya les falta el padre, no les puedo faltar yo”.
El lunes es el plazo fatal. Espera que alguna mano solidaria la ayude a volver a empezar. “Estoy en situación de calle, no soy de la calle. Necesito ayuda”, concluyó. Quien quiera colaborar, puede llamarla al teléfono 154247373.