“A las clases de tango las comenzamos con el maestro Bacci, comenta el profe José. El daba la historia y yo la danza. Aprendí a bailar en los salones de Villa María y me perfeccioné en Córdoba con gente del ballet oficial. Muchos alumnos llegaron sin saber nada, pero una vez aprendida la técnica cada uno fluye a su modo. La idea es pasar el momento y aprender sin compromiso. Hoy tenemos siete parejas ¡Es todo un logro haber conseguido siete varones!”. La profe Ailín es cubana radicada desde hace años en la Pampa Gringa y de este modo comenta sus famosas clases de salsa. “El ritmo era novedoso pero hubo una aceptación inmediata. Actualmente son 25 alumnas y hubo un solo hombre en 14 años. Al principio, muchos creían que este taller era sólo para gente joven. Pero la intensidad de las clases son iguales que para jóvenes. Ahora hemos agregado bachata y cha-cha-cha. Al principio, a las mujeres les daba algo de vergüenza el movimiento de pelvis, porque en los bailes argentinos eso no se hace. ¡Pero ya se han desinhibido todas! (risas) A mí me pasó al revés, cuando intenté bailar tango, el profe me decía “¡Pero Ailín, no muevas tanto las caderas que el tango no es merengue!”.
La profe Zulma, como todos saben, es una celebridad del baile local. Y comienza con su historia. “Antes de la inauguración del Anfiteatro ya teníamos un cuerpo de baile y salíamos por la zona. Enseñar una danza folclórica es hablar no sólo de la cultura sino de la geografía donde esa danza nació. A los alumnos que quieren bailar en público, los preparo para las peñas donde participamos siempre. Y los que no, bailan sin compromiso. El gato, la chacarera, el escondido y la zamba son los ritmos más bailados. Este es un grupo muy solidario. El objetivo que persigo es que bajo un mismo techo, los abuelos bailen con sus hijos y nietos las danzas más profundas de nuestra identidad.”
Palabra de alumnos
Juan Bautista Gilli empezó a bailar tango en el PEUAM hace 14 años con su esposa. “Pero desde hace algunos años ella se fue; así que seguí solo. El tango para mí lo es todo... Lo he vivido y escuchado siempre. Hace poco empecé folclore también, pero al tango no lo dejo ni loco”. Fredie Lorenzatti, por su parte, es el más nuevo en el elenco folclórico. “Me había jubilado y quería hacer algo para mover el cuerpo. Entonces vine al PEUAM hace tres años. Nunca había bailado pero encontré una armonía no sólo en mi cuerpo sino con el grupo. Lo que más quisiera es llegar a bailar bien la zamba, que es lo más hermoso y difícil del folclore”. Delia Domenino asiste a los talleres desde que se inició el PEUAM. “Tuve que dejar tango por un problema en las piernas pero empecé folclore, que es un movimiento más suave. ¿La diferencia? El tango es muy serio y requiere concentración. En cambio el folclore es más alegre y distendido. Estoy por retirarme pero la profe Zulma no me deja. ¡Es como una madre que nos alienta siempre!”. Mirtha Colussi también es nueva y se animó de entrada a la salsa. “Para mí es una forma divertida de hacer gimnasia. No vengo para ser bailarina sino para compartir una hora de recreación con mis compañeras. Ailín es maravillosa porque lleva la música en la sangre y te la transmite con el cuerpo y la mirada”. María del Carmen López también viene a salsa. “Es un espacio terapéutico donde nos olvidamos de las angustias y las dolencias. Acá no importa si sos gorda o flaca, si te movés o perdiste la cintura. Este lugar es para decirle chau a las pastillas y a la depresión”. Queda para el final la única pareja en el escenario y en la vida, Oscar y Laura Robledo, los más jóvenes. “Eramos la típica parejita que no sabía bailar -comenta Laura- el tango es algo que tenía pendiente de chica, pero también vengo por prescripción médica ya que tengo tendencia a la depresión por un problema oncológico. Y el baile me ha resultado hasta ahora una terapia fantástica”. Su marido Oscar, en cambio, declara con honestidad brutal que “vine sólo para acompañarla porque a mí el baile no me gusta. Y como no había muchos varones, no quise dejarla sola. Lo curioso es que aprendí bastante y ahora me enganché un montón, sobre todo con el tango canyengue, que es donde más podés improvisar”.
Iván Wielikosielek
Especial UNVM