Treinta y nueve mil kilómetros entre Villa Nueva y Fergus, una ciudad de unos 20 mil habitantes al sudeste de Canadá, recorrieron Eduardo Trento y Marcela Ponce sobre su moto Honda Falcon 400 .
Una aventura que duró tres meses y 20 días, que estos dos villanovenses terminaron el pasado 25 de agosto cuando arribaron a la ciudad.
La idea de hacer un viaje semejante nació luego de que en 2010 viajaran junto a un grupo de amigos en moto a Machu Picchu, pero teniendo que separarse y terminar el viaje sólo por cuestiones de calendario. “Tiempo después, unas primas de mi marido que son las que viven en Canadá vinieron a visitarnos, les contamos del viaje que acabábamos de hacer y nos dijeron que teníamos que ir a visitarlos en moto. De ahí surgió la idea de hacer esto”, recuerda Marcela.
No lo dudaron demasiado ni le dedicaron mucho tiempo a la preparación -“hay que salir y salir, sin tantas vueltas”, se ríe Marcela-, trazaron un recorrido mediante Google Maps, compraron los repuestos que necesitarían para la moto, avisaron a sus clientes que cerrarían la imprenta por cuatro meses y el 5 de mayo, a las 17, partieron rumbo al norte del continente.
El viaje
Tardaron 57 días en llegar a destino. “Siempre viajábamos hasta las 17 porque a esa hora en la mayoría de los países ya empieza a oscurecer”, mencionó Marcela. “Hacíamos un día 300 kilómetros, otro 500, otro 700, con un promedio de velocidad de 90 k/h, pero frenando y disfrutando de los paisajes de los distintos países”. Pasaron por Chile, Perú, Ecuador, Colombia, tardaron cinco días en cruzar en barco a Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos, antes de llegar a Canadá, donde apenas estuvieron cuatro días. Y todo eso, sólo con una rotura de cadena. El regreso les demandó un par de días más, pero, llamativamente, en James Craik fue donde más se les complicó. “Estuvimos demorados por el fuerte viento que había, fue el peor día para viajar, apenas a 30 kilómetros de llegar a casa”, resaltó Marcela.
La gente, lo mejor
Marcela cuenta los detalles de su viaje con una sonrisa que denota que todavía lo está disfrutando.
Luego de tantos kilómetros y lugares recorridos, no duda en asegurar que lo mejor de todo fue la gente.
“En todos lados te sorprenden porque te ofrecen su casa si querés alojarte, te regalan cosas, y en todos lados, como en Latinoamérica”, resalta.
“De hecho, la cadena se nos cortó en plena autopista de Estados Unidos, a hora pico, y la misma gente que te ve al costado de la ruta llama a emergencias y como nosotros no hablamos inglés, ¡ellos nos pedían perdón por no hablar nuestro idioma! Eso nos causó mucho asombro”, enfatizó.
Además de haber quedado maravillados con los paisajes que recorrieron, también hizo referencia a que “desde la Argentina hasta México parece todo similar, la gran diferencia la encontrás cuando pasas a Estados Unidos, por el orden, la limpieza... si no, en general, es todo muy parecido, aunque sí hay algunos en los que se nota mucho más la pobreza que en otros”.