Ayer por la mañana, el experto en celiaquía Eduardo Cueto Rúa, apodado "el padre de la celiaquía argentina", brindó una conferencia de prensa en el Palacio Municipal, como anticipo a su charla abierta ofrecida por la noche en la Medioteca.
El especialista en Gastroenterología infantil y fundador de la Asociación Celíaca Argentina puntualizó acerca de la necesidad de un diagnóstico temprano de la problemática a la vez que planteó una justa oferta de productos alimenticios “sin TACC” (Trigo, Avena, Cebada y Centeno) en restaurantes y estaciones de servicio.
En primer lugar, señaló que “antes, el médico frente un paciente con osteoporosis, anemia o que había sufrido abortos, no pensaba que era celiaquía, porque antes se creía que afectaba a una entre mil personas y dentro de un grupo de personas desnutridas. Ahora se entiende que afecta a uno entre mil descendientes de europeos, como la gran mayoría de los argentinos. En 1971 detectamos dos casos y en 1982 eran 67. ¿Qué pasó con los demás? ¿Estaban vivos, cómo vivían?”, graficó.
“Lo que hemos hecho es poner la problemática dentro del conocimiento popular, tratando de que todas las especialidades médicas contemplen la posibilidad de que los pacientes que sufren hipotiroidismo, diarrea crónica, anemia, desnutrición, practican siestas a horas anormales, tienen baja talla, no practican deportes y/o sufren de caída del pelo, tengan celiaquía”, añadió.
“El pan parece tener un carácter divino”
“En el mundo se pueden comer hasta 484 comidas y el celíaco puede ingerir 480. Es decir que puede comer cazuela de mariscos, lechón, pollo con papas, pero porque no puede comer fideos la gente dice ‘pobrecito’. Sucede que tenemos una cultura de la comida en la cual, por ejemplo, el pan tiene un carácter divino, algo que en otras culturas es impensado”, subrayó.
Al mismo tiempo, introdujo la necesidad de la reeducación alimentaria no sólo para el celíaco, sino en general: “A las legumbres o los granos los mastico, los trituro. Ingiero mil calorías, de la cual a la mitad la evacúo. A la harina, todo lo que hago es tragarla y absorberla, porque ya está triturada. Y si como más de mil calorías las guardo en la panza, en la papada y en la cola. Después te pasa factura al corazón o al hígado. Tenemos que revertir nuestra alimentación. Recuerden que tenemos veinte molares para triturar legumbres, pero no los usamos. En Estados Unidos están empezando a reeducarse al respecto”, agregó.
Acto seguido apuntó las bondades del gluten como “proteína dura, elástica y versátil que es de fácil evacuación”. “¿Es tan difícil que la industria triguera en nuestro país, que tiene grandes ganancias, no pueda destinar centavos para una planta que elabore productos para celíacos? ¿Es tan complejo que en comercios de paso y de servicios no tengan alimentos para ellos?”, lanzó a modo de preguntas retóricas.
Por último, criticó algunos puntos sobre la ley nacional que obliga a cubrir las harinas para celíacos a través de los sistemas de salud y de seguridad social, aunque advirtió que es un tema delicado. Sentenció: “Sin quererlo, la ley convierte a esa persona en enfermo crónico de atención permanente que lo estigmatiza, dado que figura para cualquier obra social y para la búsqueda de un empleo como portador de una enfermedad preexistente. No hay que cubrir las harinas, sino ofrecer productos para celíacos a precios razonables para que vivan su vida normalmente; nada más”.