La pieza, que comprende pasajes paródicos, humorísticos y dramáticos, se desarrolla mediante un prólogo y tres actos combinados por la frondosa imaginación del personaje principal, la sirvienta Sofía, interpretada con destacada solvencia por Paula Pesce.
La obra, adaptada por Yanina Pastor y dirigida por Javier González, abre el abanico fantástico de posibilidades que provoca un mundo -a primera vista idílico- que se crea la sirvienta dentro de su habitación de mala muerte. Esa evasión de la realidad opaca y esclavizante, es hilvanada con retazos de folletines rosas (el género popular por excelencia en la primera mitad del Siglo XX) y por “los cuarenta tomos de la saga de Rocambole”, personaje que es encarnado por Martín Falces.
Lo peculiar de la pieza es que la realidad paralela fabricada por Sofía, donde ella hereda una fortuna de 300 millones de pesos, se le vuelve en contra. Los personajes que ha inventado (el galán, sus amigas fantasmas, el capitán del barco), se mofan de su condición de plebeya y no ven la hora de que la pobre mucama fallezca. En un péndulo de giros paródicos (como una alusión directa a la noción de escritor: “A veces el autor tiene envidia de sus personajes y los quisiera ver muertos”), hasta momentos de angustia cuando una gitana le roba el bebé a Sofía, se mece la tensión de la obra.
El espectro de personajes que rondan por la mente de la sirvienta (hasta que una campanilla de servicio la devuelve a la vida real), incluye al diablo, criaturas de ciencia ficción y la Muerte (Pablo Dalmacio Bosco), quien acecha como previniendo la solución fatal que adoptará la mujer.
La puesta, que cuenta con música en vivo a cargo del pianista Jeremías Jalil, se destaca por su precisa ambientación por escenas, vestuarios acordes y hasta efectos visuales sobre los fondos.
En materia actoral, se celebra que contando con un elenco preeminentemente joven se puedan desenvolver con tanta contundencia en diferentes matices interpretativos. Por caso, Nicolás De Mingo descolla con su doble rol de galán e hijo de la patrona, con pasajes donde debe resolver cambios de dicción y conductas a la vez que se le exige expresión corporal en una pequeña coreografía junto al personaje de Pesce.
Juan Ramón Seia