En un estilo saludable de crianza, escuchar a los niños e intentar una comunicación genuina con ellos requiere de una cierta dedicación: o nos disponemos a buscar un tiempo en el día para alimentar las relaciones afectivas y comunicativas con nuestros hijos o la vida cotidiana se convierte en un infierno de prohibiciones y en donde estará presente sin lugar a duda el grito.
Desde temprana edad, el niño aprende a identificar los sonidos y su significado e incluso a distinguir el tono con el que se le habla. El pequeño sabe si los adultos están enfadados o si lo tratan con afecto y cariño.
Los padres solemos desde un espacio, como, por ejemplo, la cocina, comunicarnos con nuestros hijos gritándoles para llamarlos a la mesa, lavarse las manos, juntar los juguetes, etcétera, sin movernos del lugar. Sin movernos y sin dar el paso para ver en qué andan.
Los adultos damos por sentado “que no entienden cuando les hablamos” o “no pueden hablar”. Sin embargo hay muchas, muchísimas cosas que los niños son capaces de comunicar y que, de hecho, deberíamos preguntarles para favorecer hábitos saludables de comunicación, así ellos aprenderán a relacionarse de una manera más expresiva con su entorno familiar y social más inmediato: abuelos, tíos, primos, señorita de la guardería, etcétera.
Acordemos teniendo en cuenta lo que ellos necesitan y lo que nosotros los adultos estamos en condiciones de ofrecer: ponerse de acuerdo significa acercar posiciones.
Saber escuchar, hablar con el corazón, mantener una actitud asertiva y mostrar empatía son algunas de las actitudes para promover un buen diálogo en casa con los niños.
La comunicación efectiva con los niños contribuye a crear un clima de confianza y seguridad, fundamental para su sano desarrollo y crecimiento. Si la comunicación es efectiva los niños y niñas se sienten comprendidos, su autoestima mejora y sus habilidades sociales también.
Servicio de Educación Temprana
Instituto Especial “Del Rosario”