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18 de Septiembre de 2014
Compareció acusado como presunto coautor de “usurpación”
Sentencia absolutoria en el juicio al abogado Ludueña
Así lo resolvió la jueza Silvia Saslavsky de Camandone. Previo al veredicto, el fiscal Francisco Márquez había pedido la absolución y el representante de la Querella una pena de dos años de prisión en suspenso. El propio acusado alegó en su defensa
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El abogado Mariano Ludueña ejerció su propia defensa en el proceso oral que se le siguió por “usurpación”. Y el fiscal Francisco Márquez pidió la absolución “porque -dijo- no hubo delito”
El abo­ga­do Ma­ria­no Jo­sé Lu­due­ña (44) fue ayer ab­suel­to del de­li­to de “usur­pa­ción” que se le atri­buía, por su par­ti­ci­pa­ción en un in­ci­den­te re­gis­tra­do ha­ce ca­si cua­tro años en una vi­vien­da de la ciu­dad de Oli­va, de don­de es oriun­do y es­tá ra­di­ca­do.
Al ca­bo de la ter­ce­ra y úl­ti­ma au­dien­cia del pro­ce­so pe­nal que se le si­guió en la Cá­ma­ra del Cri­men de Vi­lla Ma­ría, la jue­za Sil­via Sas­lavsky de Ca­man­do­ne dic­tó el ve­re­dic­to ab­so­lu­to­rio del le­tra­do lue­go de es­cu­char los ale­ga­tos de la Fis­ca­lía, la Que­re­lla y la De­fen­sa, en es­te úl­ti­mo ca­so ejer­ci­da por el pro­pio acu­sa­do.
Al for­mu­lar sus con­clu­sio­nes, el fis­cal Fran­cis­co Már­quez pi­dió la ab­so­lu­ción de Lu­due­ña por con­si­de­rar que cuan­do in­ter­vi­no en los he­chos re­gis­tra­dos el 8 de no­viem­bre de 2010, el in­mue­ble ya ha­bía si­do usur­pa­do por el otro im­pu­ta­do que tu­vo la cau­sa, Raúl Pe­dro Quin­te­ros (62).
El acu­sa­dor pú­bli­co ca­li­fi­có la con­duc­ta del abo­ga­do oli­ven­se co­mo “un show”, aun­que sos­tu­vo que su pro­ce­der “no con­fi­gu­ró de­li­to”.
 
“No de­lin­quió”
 
“Su for­ma de ac­tuar pue­de ser re­pro­cha­ble des­de el pun­to de vis­ta de la éti­ca pro­fe­sio­nal, pe­ro no co­me­tió de­li­to al­gu­no”, sos­tu­vo Már­quez en un pa­sa­je de su ale­ga­to, y en con­se­cuen­cia so­li­ci­tó la ab­so­lu­ción por “ati­pi­ci­dad” (en el De­re­cho Pe­nal, atí­pi­cas son to­das aque­llas ac­cio­nes que no se ajus­tan a la nor­ma le­gal pres­crip­ta, por lo que no son pu­ni­bles).
El ti­tu­lar del Mi­nis­te­rio Pú­bli­co se­ña­ló que Lu­due­ña no co­me­tió el de­li­to de “usur­pa­ción,” por­que el des­po­jo ya ha­bía si­do con­su­ma­do y, por en­de, su par­ti­ci­pa­ción no era ne­ce­sa­ria, y tam­po­co in­cu­rrió en la fi­gu­ra de la “es­ta­fa”, por­que el per­jui­cio ya se ha­bía cau­sa­do.
Pa­ra en­ten­der me­jor esos con­cep­tos hay que des­cri­bir có­mo se pro­du­je­ron los he­chos que de­ri­va­ron en la im­pu­ta­ción del abo­ga­do y de Quin­te­ros.
En horas del mediodía de aquel 8 de no­viem­bre, cuan­do Da­niel Eduar­do Fio­ri (23) re­gre­só a la ca­sa en la que vi­vía jun­to a su abue­la ma­ter­na, Faus­ti­na Ma­til­da Os­se (82), des­pués de tra­ba­jar, se en­con­tró con su tío Raúl Quin­te­ros (her­ma­no de su ma­má), quien aca­ba­ba de lle­gar de Bue­nos Ai­res, don­de es­tá ra­di­ca­do.
 
El in­ci­den­te
 
“Se aca­bo tu tiem­po pen­de­jo, yo ne­ce­si­to la ca­sa pa­ra al­qui­lar­la”, le ad­vir­tió el hom­bre, quien ya ha­bía de­ci­di­do in­ter­nar a su oc­to­ge­na­ria ma­dre en un ge­riá­tri­co.
Hu­bo un for­ce­jeo, gri­tos y al­gu­nos in­sul­tos, pe­ro Quin­te­ros ga­nó la pul­sea­da por­que ce­rró la puer­ta con lla­ve y de­jó a Fio­ri en la ca­lle.
De he­cho, el hi­jo de Faus­ti­na Os­se (fa­lle­ció dos años más tar­de) des­po­jó a su so­bri­no del de­re­cho que te­nía so­bre la ca­sa, ya que es­ta­ba do­mi­ci­lia­do allí des­de ha­cía 12 años, e in­clu­so den­tro del in­mue­ble que­da­ron to­dos sus bie­nes y efec­tos per­so­na­les.
Sor­pren­di­do por lo que ha­bía ocu­rri­do, el jo­ven (que por en­ton­ces te­nía 19 años) fue en bus­ca de su her­ma­na e in­me­dia­ta­men­te des­pués lla­mó a la Po­li­cía.
Cuan­do los uni­for­ma­dos lle­ga­ron a la fin­ca, Quin­te­ros los aten­dió en la puer­ta y les di­jo que no iba a de­jar en­trar a Fio­ri por­que ha­bía una re­so­lu­ción ju­di­cial de im­pe­di­men­to de con­tac­to por un he­cho de vio­len­cia fa­mi­liar que el jo­ven ha­bía ejer­ci­do en per­jui­cio de su abue­la.
Fue en­ton­ces cuan­do los po­li­cías le pi­die­ron que les mos­tra­ra la ci­ta­da or­den de res­tric­ción pa­ra co­rro­bo­rar sus di­chos, a lo que el nue­vo “pro­pie­ta­rio” de la vi­vien­da les res­pon­dió que no la te­nía.
En esas cir­cuns­tan­cias, Quin­te­ros lla­mó a Lu­due­ña pa­ra que lo ase­so­ra­ra le­gal­men­te, y cuan­do el abo­ga­do con­cu­rrió al lu­gar, les ad­vir­tió a los efec­ti­vos po­li­cia­les que no po­dían en­trar, alu­dien­do nue­va­men­te a aque­lla dis­po­si­ción ju­di­cial de im­pe­di­men­to de con­tac­to.
Por cier­to, tal dis­po­si­ción ju­di­cial no exis­tía. Sin em­bar­go, la usur­pa­ción ya se ha­bía con­su­ma­do por par­te de Quin­te­ros.
So­bre el par­ti­cu­lar, el fis­cal Már­quez ci­tó abun­dan­te ju­ris­pru­den­cia que di­ce que la usur­pa­ción “se co­me­te por fuer­za, vio­len­cia, ame­na­za, clan­des­ti­ni­dad o en­ga­ño”, y que el de­li­to es “ins­tan­tá­neo y per­ma­nen­te”.
No obs­tan­te, opi­nó que Lu­due­ña no ha­bía co­me­ti­do de­li­to al­gu­no, y en con­se­cuen­cia pi­dió su ab­so­lu­ción.
A su tur­no, el abo­ga­do cor­do­bés To­más Ara­ma­yo (re­pre­sen­tan­te de Fio­ri), en­ten­dió que Lu­due­ña sí ha­bía in­cu­rri­do en el de­li­to de “usur­pa­ción” en ca­li­dad de coau­tor, por lo que so­li­ci­tó una con­de­na de dos años de pri­sión de eje­cu­ción con­di­cio­nal (es de­cir, en sus­pen­so), ha­bi­da cuen­ta que el acu­sa­do no re­gis­tra­ba an­te­ce­den­tes y que se tra­ta de un de­li­to ex­car­ce­la­ble.
 
“Per­se­gui­do”
 
Fi­nal­men­te, y al ejer­cer su pro­pia de­fen­sa, Lu­due­ña ad­hi­rió al pe­di­do del fis­cal, aun­que lue­go de ale­gar que era “per­se­gui­do” por mu­chos miem­bros del Po­der Ju­di­cial por­que él siem­pre es­ta­ba del la­do de los más dé­bi­les.
Ca­be re­cor­dar que Raúl Quin­te­ros no se sen­tó en el ban­qui­llo de los acu­sa­dos por­que du­ran­te la ins­truc­ción de la cau­sa se le con­ce­dió un pe­di­do de “pro­ba­tion” (sus­pen­sión del jui­cio a prue­ba), lo que le per­mi­tió evi­tar el pro­ce­so oral.

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