- Natalia dice:
“Julia” es una yegüita que venía sufriendo terribles torturas y que rescatamos desde El Potrerito hace ya algunos años. Su dueño es de los más herejes que conocí... Como nosotros no podemos contener a todos los animales que recuperamos, una vez que los curamos los damos en adopción. Y así fue que Mariela, que tiene un campo cercano a Villa María, nos la recibió. Nació una amistad con ella y, sin que lo supiéramos, estaba naciendo también una historia maravillosa que queremos compartir en este Día Nacional del Caballo.
- Mariela dice:
A “Julia” empecé a ordeñarla por pedido de Erica cuando tenía una semana de parida, cuando ya no tenía más calostro. Yo había visto el pedido de Erica en Facebook, a través del cual solicitaba leche de yegua y, como estaba por parir y era mansa, le expresé que podía guardarle leche.
Lo hice, se tomaron muestras que se analizaron y dieron perfectamente bien. Entonces ya empecé a ordeñarla a diario. La separaba del potrillo unas cinco horas. La ordeñaba luego de lavar la ubre con agua y jabón y le sacaba más o menos unos 800 miligramos. Los guardaba en botellas esterilizadas y los frizaba.
Luego soltaba el potrillo, que pasaba el resto del día con “Julia”.
El ordeñe no afectó para nada la gordura de “Wachiturro”. Se crió igual que cualquier otro potrillo. De marzo a fin de septiembre la ordeñé y dejé de hacerlo porque ya casi no tenía leche. Empezaba a secarse solita, la yegua. Era súper mansa. Nunca pateó al ser ordeñada. Es una santa.
-Erica dice:
Emilia nació el 16 de septiembre de 2012. Acaba de cumplir sus bellos 2 añitos. Cuando nació no paraba de llorar. Dormía muy poquito y cuando lograba conciliar el sueño, a los 10 minutos se despertaba con ataques de llantos... Así pasaron los días... Visitábamos al pediatra y pensábamos que eran cólicos normales...
Con el paso del tiempo, su pediatra de cabecera me recomendó visitar un gastroenterólogo infantil... Sin dudarlo, la lleve a su primera visita. Me recomendaron una dieta balanceada sin lácteos. Ya que en ese momento amamantaba a mi beba.
Sospechaban que por sus síntomas Emilia podría ser alérgica a la lactosa.
Sin encontrar demasiados signos de recuperación y tras varias recomendaciones, visitamos al doctor Carlos Rezzónico, de Córdoba, quien automáticamente quitó la mayoría de los alimentos, ya que en ese momento yo la amamantaba. Sólo comía pastas, pollo y muy pocas verduras.
A los poquitos días, allá por un 25 de noviembre, comenzamos a notar un cambio importante. Emi empezó a dormir un poco más y ya no tenía demasiados cólicos... Y así seguimos hasta fines de diciembre de ese 2012, cuando ya casi tuve que dejar de amamantarla. El doctor Rezzónico nos recomendó una leche de fórmula ks1000 totalmente hidrolizada, pero a Emilia no le gustaba. Estaba con bajo peso y no crecía normalmente, por lo que mi preocupación y mi angustia de mamá iba en aumento.
Entonces, en una nueva consulta al doctor Rezzónico, él fue muy claro y nos dijo: “Queda una sola opción para que Emilia pueda salir adelante, y es la leche de yegua”.
Al principio fue bastante desesperante ya que, entre otras cosas, nos preguntábamos de dónde sacar esa leche, ya que no se comercializa. Comenzó la búsqueda de mi familia en mi pueblo y nosotros acá, en Villa María. Lo primero que hice fue publicarlo en Facebook y apareció Mariela, a quien había conocido un tiempito atrás gracias a una gatita que había rescatado y que aún no se alimentaba, por lo que Mariela me ofreció una mamá gata nodriza.
Me comuniqué otra vez con ella y muy amablemente se ofreció a ordeñarme su yegua (un hermosísimo animal rescatado del maltrato) y que en breve iba a parir. A los poquitos días fuimos a su campo, donde ordeñó a “Julia”. Luego hicimos analizar la leche y todo estuvo bien. Emilia comenzó entonces a alimentarse de este noble animal.
Por otra parte, mi mamá también me conseguía algo más de leche de dos yeguas que habían parido, así que una vez por semana buscábamos la leche frizada y luego la pasteurizábamos para que mi beba pudiera alimentarse.
Durante más de un año Emilia tomó leche de yegua.
Ahora acaba de cumplir sus dos años y, de a poquito, va tolerando más alimentos.
Desde lo más profundo de mi corazón, agradezco a Mariela y a estas personas de Alicia que todos los días ordeñaban sus yeguas para que mi hija pudiera alimentarse. Ni hablar del respeto, el amor, el cariño y la compasión que siento por esos seres maravillosos, los caballos.
Tres historias. Una sola. La solidaridad. La vida misma. Emilia y “Julia”.