Señor director:
Debido a las notas publicadas en EL DIARIO con respecto al juicio llevado en los Tribunales de Villa María en contra del Dr. Mariano Ludueña, me veo en la obligación de ajustar a la verdad algunos detalles.
Soy Raúl Pedro Quinteros y no usurpé la casa de mi madre tal como se dijo en el juicio, porque entré con las llaves que poseía desde siempre y el Dr. Ludueña, tal como lo reconoció la sentencia, jamás ingresó al inmueble ni estuvo en el momento que eché a mi sobrino.
Un juez de Paz nos había rogado nos hiciéramos cargo de mi sobrino atento tener su padre fallecido y su madre (mi hermana) demente.
Ahora resulta que sobre que le permitimos que viviera en nuestra casa (y digo nuestra porque al morir mi padre, la casa era de mi hermana demente, de mi madre y mía), el señor Fiori, el denunciante, tenía derecho a estar en ella y no lo podía echar pese a que se había transformado en un parásito insoportable.
O sea, que si echo a mi hijo de mi casa, por delincuente, le estoy usurpando la pieza. Por Dios, qué mal está la Justicia.
Mi madre fue al geriátrico por propia voluntad, según consta en una declaración jurada ante el juez de Paz de Oliva que certificó tal acto con dos testigos.
Mi sobrino habría cometido violencia familiar contra su abuela y la persona que la cuidaba, según se encuentra la denuncia hecha oportunamente en el Juzgado de Oliva, y había sido denunciado por mí y por mi tío, hermano de mi mamá.
Mis sobrinos con dos letrados de Oliva habían comenzado una declaratoria de herederos en la cual yo figuraba con domicilio desconocido y había firmado mi hermana que se encuentra internada hace varios años en el neuropsiquiátrico de Oliva; sobre que les había dado cobijo, me querían quitar mi casa.
El Código Penal dice que hacerle firmar un papel a un demente es delito, a mi hermana, mis sobrinos, según los delataron sus abogados (que sabían que estaba demente e iniciaron igualmente una declaratoria), querían quedarse con mi casa teniendo casa propia, sin embargo, ni a mis sobrinos ni a sus abogados los juzgaron igual que a nosotros, pero me parece que el problema no era conmigo, sino con mi abogado, pareciera que no lo quieren.
Nunca entenderé por qué involucraron en este delito a mi abogado, el Dr. Mariano Ludueña, yo eché a mi sobrino por vago, violento y vividor y cuando vino la Policía, por cuestión lógica llamé a mi abogado, que llegó largo rato después.
Ludueña no estuvo cuando lo eché, estuvo cuando lo llamé, como tiene que ser, y le agradezco haberme defendido como me defendió.
Aprovecho para saludar atentamente y agradecer que con mi abogado se haya hecho justicia.
Raúl Pedro Quinteros
DNI 6.614.188