Inicios
La construcción del primer balneario de la ciudad de Villa María fue un proyecto que comenzó a gestarse en la década del 30, incluyendo un kilómetro de playa, las compuertas y el parque de árboles. También se contempló la posibilidad de emplazar turbinas para la generación de energía eléctrica que serviría para alimentar los focos de la iluminación del sector que consistiría en 300 artísticas columnas de alumbrado. Estaba previsto que las mismas fueran colocadas a 18 metros de distancia entre una y otra. Luego de años recogiendo simpatías, el proyecto recién pudo comenzar a concretarse durante la administración del radical Emilio Seydell (1936-1940).
Según el folio 568 del libro copiador correspondiente a esa fecha, guardado en el Archivo Histórico Municipal, el 3 de febrero de 1938 Seydell solicitó a la Dirección Nacional de Vialidad que le autorizara construir “un murallón o pantalla en el Río Tercero (como entonces se llamaba al Ctalamochita), capaz de servir para embalsar agua hasta una altura de 1,50 metro sobre el nivel del lecho del río”. Pretendía construir “un gran balneario popular”.
El 16 de junio de ese mismo año fue aprobado el proyecto mediante Ordenanza Nº 642. Poco tiempo después, en el mes de agosto se dictó otra norma municipal que aprobó los planos definitivos para la realización de embalse, dique, balneario y parque municipal.
El último día de ese mismo mes el Concejo Deliberante habilitó al Poder Ejecutivo a expropiar los terrenos necesarios para la obra. Fue el ingeniero Enrique Gómez Molina, de Córdoba, quien el 18 de septiembre de 1939 quedó como responsable de la realización de tan importante emprendimiento para la ciudad que, según manifestaban las autoridades, atraería turistas dispuestos a disfrutar las sombras del parque y las plazas del balneario.
Necesidades políticas
Desde su arranque la obra tuvo que responder a un ritmo fijado por la política. Resulta ser que el intendente de la Unión Cívica Radical (UCR), que pretendía ejercer el puesto por un período más, debía enfrentar la elección interna de su partido fijada para marzo de 1940. Más allá de la intención de ofrecer un balneario para beneficio de los ciudadanos, Seydell pretendía terminar la obra antes de la fecha mencionada y así jugar la misma como una de las cartas ganadoras en la elección. Otra carta importante que el intendente contaba era el apoyo de su amigo y gobernador provincial, Amadeo Sabattini, figura de liderazgo indiscutido dentro del radicalismo cordobés.
Pero la naturaleza no entiende de política y en diciembre de 1939 se debieron suspender las obras por la crecida del río. En el libro copiador que abarca del año 1939 a 1940, en tres folios que se inician en el Nº 878, se encuentra copia de la carta que el intendente le remitió al ingeniero Enrique Gómez Molina, director técnico de la obra. Le reclama que en los cálculos iniciales “la ejecución del dique” estaría lista en cuatro meses, que luego se habló de seis y que para febrero, fecha de la carta, no se conocía cuándo se terminaría. Parece ser que no habían previsto las crecidas del río, Seydell lo plantea claramente pidiéndole al ingeniero que, en todo caso, desvíe el curso del río para que la obra pueda ser terminada para el 30 de abril de ese año, cuando terminara su mandato como intendente.
En la elección interna, Seydell enfrentó a Salomón Deiver, líder carismático que a pesar de su origen sabattinista decidió aportar a una construcción política basada en su propio trabajo y la relación que había construido con los sectores menos favorecidos de la sociedad. Seydell, apoyado por Sabattini, parecía que iba a ganar, pero las urnas hablaron en otro sentido.
A los 698 votos que sumó el intendente, Deiver les ganó con los 726 afiliados que optaron por él. En la elección general del 10 de marzo de 1940 Deiver, a pesar de la fama de analfabeto que le hizo un importante sector de su partido que lo boicoteó, logró ganar la elección. El 1 de mayo asumió por primera vez la Intendencia de la ciudad. El balneario no pudo ser terminado por la administración de Seydell.
Según había publicado el Diario Los Principios, en su edición del 22 de abril, se consideraba que esta era “la obra más importante que municipalidad alguna de la provincia haya encarado y que ha de perpetuar el recuerdo de quienes la concibieron y llevaron a cabo”. Y en verdad se trataba de un emprendimiento de gran magnitud, según la descripción que hizo el propio municipio en octubre del mismo año; se trataba de un “dique de embalse de aguas... sobre el Río Tercero, entre las calles Buenos Aires y la avenida Dante Alighieri, y consiste en una presa móvil compuesta de 10 tramos cada una. En cada tramo van emplazadas cuatro compuertas abatibles alrededor de una charnela horizontal colocada inferiormente. Cuando las compuertas estén levantadas, provocarán un desnivel de 1,80 metro...”. Como la idea era aprovechar la elevación del nivel de las aguas para poner en funcionamiento el balneario, se preveía trabajar con las compuertas según las estaciones del año y el volumen del cauce del río.
Inauguración
A pesar de un sinnúmero de advertencias señalando que la obra sufriría daños en caso de habilitarse en las condiciones que se encontraba (inconclusa), el 22 de diciembre de 1940 se realizó un populoso acto presidido por Salomón Deiver para inaugurar el balneario. Hasta la prensa había advertido que por el estado de la obra la presión del agua podría generar filtraciones que debilitarían la construcción. Pero pudieron más otras razones.
Poco días después, con los rumores del acto de inauguración aún circulando en la ciudad, la fuerza del río se cobró lo suyo arrastrando parte de la presa. La notició produjo conmoción. Las compuertas quedaron en pie y levantadas hasta que en enero de 1941 se avisó de una creciente. Luego de esa fecha se dieron varias decisiones equivocadas y la construcción sufría cada vez más el embate de las aguas del río hasta que la madrugada del 19 de abril de 1941 se derrumbó la misma. Deiver fue objeto de todo tipo de crítica, pero, lejos de inmovilizarlo, el 24 de julio del 42, mediante decreto, creó una comisión de vecinos que se ocuparía de generar apoyos al proyecto presentado en el Congreso de la Nación para conseguir fondos para terminar el balneario.
El proyecto de tener un balneario fue sufriendo diferentes circunstancias, intentos de voladura del viejo paredón, que si bien fue ordenado un par de veces, recién se concretó luego de que Deiver, en su segundo mandato (1958-1960), transfiriera la obra a la Dirección de Hidráulica.
Y luego de años, en 1963, se concretó la definitiva inauguración del nuevo balneario que aún hoy disfrutamos y que, debe decirse, luego ha tenido sus historias. Pero eso será material para notas posteriores.