Extiende las alas el cóndor, radiante, en sinónimo de libertad y abismos. Con los paisajes montañosos y agrestes de socios, el acto resulta un espectáculo natural inconmensurable. Los visitantes contemplan desde un balcón. Están instalados en el Parque Nacional Quebrada del Condorito, y están asombrados con tanta joya.
Los bichos vuelan por la zona desde tiempos inmemoriales, pero el público comenzó a llegar con mayor frecuencia a partir de 1996, cuando la Administración de Parque Nacionales le dio al lugar el título que le hacía falta. Un espacio privilegiado, dueño de casi 38 mil hectáreas que conforman un reservorio hídrico de vital importancia, y guarida para que los cóndores puedan volar en paz. Con todo, el recorrido más tradicional apenas toma un rincón de la colosal área protegida: el noreste, el más bonito, el que alcanza y sobra para dejar al viajero dichoso y agradecido.
Las caminatas
La plenitud de las Altas Cumbres vive de parabienes, cómo no estarlo con lo manso de los horizontes y un suelo de pastizales y roca, perdidas las referencias con semejante línea de montaña perfilándose intocables, lejanas pero cercanas, reflejando en los lomos la sombra de las nubes que la surcan. Y allí, en una esquina de la fortuna de recursos llamada Reserva Hídrica Provincial Pampa de Achala, el parque se despliega a sus anchas. Hay en la ruta que conduce a Mina Clavero, la que sube y baja y coquetea, un escape, un umbral en forma de tranquera que hace falta tutear para olvidarse del último racimo de cemento. A partir de entonces todo será pureza.
La bienvenida corre a cargo del paraje La Pampilla, que no es nada si no viento, y el Centro de Visitantes. Un puesto para sacar información, entender las riquezas que esconde el territorio bajo su corteza, y otear el camino. Ese que empieza a caminarse y tras una hora y media de cielo muy abierto, postales típicas de la pampa de altura (como una planicie de tibias ondulaciones pero a 1.500 metros sobre el nivel del mar), y la oportunidad del realizar el sendero interpretativo que explica las particularidades de las aves de la región, conecta con el Balcón Norte. Primera oportunidad para deleitarse con la Quebrada del Condorito en sí misma, escarpadísima, y el planear de estos animales que hipnotizan.
Después, una hora y media de marcha extra ayuda a cruzar el río Condorito, sorteando un desnivel de 200 metros que hay que bajar primero y subir luego, a los fines de aterrizar en el Balcón Sur. Otra vez la quebrada, las distancias infinitas con el allá de cadenas de roca mechada de verde. Otra vez las ganas de volar.
Tras el recogimiento, se puede pegar la vuelta o acampar cerquita, en la Pampa Pajosa, a la luz de la luna y un frío que incluso en verano se hace sentir. O ir por más y adentrarse en las inmensidades, en una aventura que luego de casi 30 kilómetros (desde el Balcón Sur) y algunas noches bajo las estrellas, deposita al viajero en la Seccional Trinidad, en el extremo centro-oeste del parque. Decenas de arroyos y de rincones prácticamente vírgenes (se pueden observar hurones, zorros y hasta pumas), surgen durante la exploración. El circuito también toca la exestancia San Miguel (hoy Seccional), vecina de bosques de tabaquillos y reserva de guanacos.
Cómo llegar
El parque tiene dos entradas: la del centro-sureste (que sólo resulta accesible en coches 4x4, y se ubica a 40 kilómetros de la ruta asfaltada que conecta Mina Clavero con el Valle de Punilla) y la del noreste. Esta última se encuentra en la plenitud del Camino de las Altas Cumbres, a 240 kilómetros de Villa María, 55 de Villa Carlos Paz y un poco antes del famoso parador “El Cóndor”.