En una entrevista jugosa que reprodujo la revista Un Caño, Carlos Horacio Salinas, tal vez el mejor jugador que tuvo Alumni en su historia, reflejó cómo atraviesa sus días, afirmó que el fútbol no le dejó amigos y que no tiene teléfono porque no quiere hablar con nadie.
Genio y “loco” adentro de la cancha, Salinas supo conquistar los corazones de los hinchas de Boca, donde fue campeón intercontinental, para más tarde deslumbrar en Plaza Ocampo con la camiseta de Alumni, en la única vez que bajó hasta la Liga Cordobesa.
Claro que de aquel tiempo (1984), en el cual deambulaba por las calles de la ciudad con un BMW amarillo, al lado de una bella compañía, ya no queda nada.
En la nota que le hizo un periodista de www.tucumanzeta.com quedó claro que encontrar a Salinas es una tarea que roza lo imposible, aunque se mueva por los mismos lugares de Caballito y sea un caminante más.
El paso por River
Fiel a su estilo, Salinas cuenta en la entrevista sus primeros pasos y la forma en que llegó al fútbol.
“Eramos siete hermanos: cinco varones y dos mujeres. Mi hermano llegó a ser capitán de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Cuando yo tenía 14 años, le dijo a mi vieja: ‘Mandámelo a Horacio para que no esté al pedo en Tucumán’. Vivíamos en una pensión. Mientras ellos jugaban, yo estaba al costado. A veces, me hacían entrar un rato. Un día, la selección juvenil fue a hacer pretemporada a Jujuy y jugó contra el equipo de mi hermano. Entré en el segundo tiempo y les di un baile a todos. Ahí comenzaron a conocer a Carlos Horacio Salinas”, rememora el “Loco”.
De ahí en adelante, sólo tuvo que viajar. “Tenía 17 años. Me subieron a un tren que demoraba dos días en llegar a Buenos Aires”, aseveró.
En la Capital Federal, el “Loco” tuvo un paso fugaz por River porque, tal como lo indicó la nota, después de un clásico con Boca, cambió la camiseta con un rival. Y al día siguiente fue a cobrar un premio al Monumental con esa camiseta azul y oro -el club del que es hincha- puesta. Así se paseó por todo el hall de entrada de la cancha.
“Pibe, ¿cómo va a venir así al club? Usted está loco”, le dijo Rafael Aragón Cabrera, presidente de River.
Multicampeón
Salinas ganó con Boca el Torneo Metropolitano, la Copa Libertadores y la Intercontinental.
“La gente de Boca no se olvida más de nuestra generación. Los de ahora -los Riquelme, los Barros Schelotto y todos esos- son olvido; se acuerdan de nosotros. Hay gente que me ve en la calle o en el subte y me dice: ‘Usted sigue siendo el ídolo de Boca. Usted es Salinas’”, se vanagloria hoy.
En Boca, donde hizo goles maravillosos (uno de los cuales fue en la final de la Intercontinental), el “Loco” no terminó como el ídolo que fue. Tras una serie de expulsiones, terminó yéndose a Argentinos Juniors como parte de pago de un tal Diego Armando Maradona.
“Por ese pase me dieron 250 mil dólares en la mano. Era buena guita era. Pero lo mismo pensé: ¡Qué suerte pu… la mía! Me quedé varios años en Boca y justo ahora tiene que venir el mejor del mundo. ¿Por qué me tengo que ir yo y no otro? Cuando llegué a Argentinos me dieron medias rotas y las canchas eran un desastre. Me quería matar”, cuenta el “Loco”.
En Boca, Salinas ganaba campeonatos y en Argentinos peleaba por el descenso. Con un gol suyo, el “Bicho” se salvó de caer en la B Nacional. Pero él se quería ir.
Lo compró Independiente, donde tuvo un paso sin gloria. Y de ahí a Independiente de Medellín, donde lo apodaron “el Pájaro Loquillo”.
Después de tres años en Colombia pasó a Racing de Córdoba. Y de ahí tuvo a Alumni, con Miguel Brindisi como técnico.
Después del club villamariense, el “Loco” hizo un intento más en Medellín y luego su hermano lo convocó a Gimnasia y de Jujuy en la B Nacional. Jugó sólo dos partidos.
Así lo cuenta: “Mi hermano era técnico del club. Jugábamos contra Quilmes. Recibí una pelota solo en el área, frente al arquero. Tenía mil opciones para definir. Era un gol que mi vieja con tacos altos hacía. Y la tiré afuera. Cuando terminó el partido, pensé: Carlos Salinas no puede errar este gol. Dije chau. Colgué los botines. No jugué más. Que se vayan todos a la m...”.
A la cárcel
Entre otras historias, Salinas contó cuando estuvo preso, en 1987, luego de caer por portación de cocaína.
“Fue la peor cag… que me mandé. Yo andaba de noche en esos años. Fui a un boliche de la avenida Santa Fe y me levanté a una mina. Estaba linda la guacha. De bol… la llevé a mi casa y le invité merca. Yo no tomaba nunca. Tenía para convidar nomás. Volvió al otro día y ahí cayó la cana”.
-¿Y la balanza, Horacio?
“Era para pesar cartas. Hay mucha gente que me manda cartas. Son mis admiradores”.
-¿Cómo fueron esos cuatro meses?
“Bien… sin problemas. Me esperó el director de seguridad y dijo: ‘El es Salinas, ídolo de Boca, no lo van a poner con los otros’. La pasé bien, tenía visita todos los días. Pero las cosas comenzaban a cambiar. Antes, la policía me cuidaba. Y después me metía adentro”.
Desmentida
En otra parte de la charla, el “Loco” aseguró que nunca intentó suicidarse, como en su momento publicaron los medios en 1988.
“Ni de un sótano me puedo tirar. Yo tomo la vida como viene. También dicen que soy alcohólico, que ando tirado, que soy un pobre infeliz. La gente ni me conoce. Yo no jodo a nadie. Con los únicos que hablo es con estos bol… del bar y con vos”, le dijo al periodista.
Vida sencilla
Tal como refleja la nota, Salinas se retiró a los 31 años y hoy tiene 58. Lleva más de un cuarto de siglo como exfutbolista. No tiene ni busca trabajo. Ahora vive en un departamento de Caballito -lo único que le queda- lleno de cosas que no son suyas porque decidió echar violentamente a unos inquilinos morosos. Cobra una jubilación de Boca y dice que no necesita nada más.
“No quiero laburar. No tengo ganas. Lo mío ha sido el fútbol y chau. Nada más. Es lindo ganar mucha plata y toda la que gané me la gasté yo solito. Así como he venido de Tucumán en bolas voy a volver en bolas. Pero quién me quita lo bailao. Ahora, ¿pa’ qué quiero tanta guita? La gente habla de plata, plata, plata. Yo necesito 40 pesos para pagar una pizza y yerba para el mate. ¿Pa’ qué quiero un auto? ¿Adónde voy a ir? Antes tenías puteríos, cabarés, minas lindas. Las llevabas a pasear, a tomar un café... A las minas de ahora no las uso ni pa’ darme calor en los pies. La vida de antes era linda, pero dura poco”.
Los días de Salinas son sencillos. Se levanta tipo diez u once de la mañana. Se hace unos mates y toma el hilo de sol que se arrima por la medianera. Al mediodía, cuando los edificios tapan la luz, baja al bar de la esquina. Se pide media pizza, vuelve a comer y se tira a dormir la siesta. Amanece por segunda vez a las cinco o seis de la tarde. Ve un poco de tele y antes de medianoche está en cama. Como si estuviese concentrado a la espera de un partido importante, pero sin partido a la vista.
“Vivo así… Y no hago más nada. Charlo con algunos pel… de acá, con el peluquero y otros giles del barrio. Yo escucho lo que me dicen, pero no me interesa nada una m...”, aseguró.
El exfutbolista
El “Loco” dijo que no le quedaron amigos de Boca porque “cuando la carrera se termina, cada chancho a su rancho. Nos juntamos sólo una vez al año para celebrar la Intercontinental”.
“¿De qué voy a hablar con mis excompañeros? ¿Qué les voy a preguntar? Ellos saben mi vida y yo sé la de ellos. Hay una falta de comunicación entre nosotros. ¿Sabés por qué?”
-¿Por qué?
“Porque adentro de la cancha vos te manejás con gestos, con miradas. Y llegás a saber qué piensa y qué quiere el otro con sólo mirarlo. Lo nuestro no es hablar”.
-Pero cuando te retirás tenés que hablar más, ¿no?
“Yo no tengo teléfono. No quiero hablar con nadie y no quiero que nadie me hable. La gente está muy pel... No te cuenta nada interesante, no te dice nada, andan con miedo. Se toman la vida muy a pecho”.
“Ando libre”
“Ahora puedo caminar tranquilo por la calle. El día está hermoso y ando libre, sin que nadie me rompa las pelotas”, señaló también el “Loco”, quien hasta se diferenció de Batistuta por “la guita”.
“El es millonario, pero no puede estar parado ni una hora porque tiene las rodillas rotas”, recalcó.
“¿Qué hace Batistuta, decime vos?”
-No sé, ¿qué hace?
“Nada. Igual que yo. Todos los exfutbolistas estamos al pedo”, cerró Carlos Horacio, un personaje inigualable que Villa María supo disfrutar.