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Inauguración de la muestra. Sentados de izquierda a derecha, Pedro Rinaudo, Raúl Vargas, Héctor Zanettini y Carlos Martín. Parado al centro, Sergio Olivero |
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Desde el pasado martes hasta ayer y coincidiendo con el cumpleaños 147 de la ciudad, se llevó a cabo la Exposición Nacional de Filatelia Expo Vi-Ma 2014 en el Centro Cultural Leonardo Favio. Con 133 participantes de todo el país, el Premio Campeonato quedó en manos del villamariense Pedro Rinaudo por sus “Clásicos argentinos”. Fue una oportunidad única para ver las mejores colecciones argentinas y confirmar la vigencia de la filatelia, ese arte de recuperar papelitos franqueados por la historia desde el evanescente reino del pasado...
Si dentro de 100 años colgaran de los museos nuestros e-mails del Siglo XXI como “curiosidad comunicacional”; si en alguna exposición del futuro se proyectaran en una pantalla gigante las páginas de Facebook de hoy ordenadas por países y temas, por etiquetas o selfies o si se reprodujeran en un gran panel transparente no digamos la totalidad de los mensajes enviados por los usuarios, sino los subjects de nuestras actuales cybercorrespondencias; entonces quizás podríamos sentir, desde alguna lejana dimensión del Más Allá, algo parecido a la curiosidad y al pudor. Curiosidad por no entender qué cosa les fascina de nuestras letras cotidianas a los “filatelistas” del futuro. Pudor por vernos expuestos con nuestra escritura nerviosa y sentir que nuestras palabras o fotos más íntimas se traspapelan con los demás en una suerte de “promiscuidad mensajeril” del pasado. Pero de alguna manera, esa mezcla de mensajes viejos aliviará nuestras tensiones diciéndonos que al fin y al cabo ninguno de nosotros éramos tan únicos como nos parecía, que cada ser humano de nuestro tiempo tenía una vida mucho más parecida a la del prójimo de lo que estábamos dispuestos a aceptar, con anhelos y deseos parecidos, con frustraciones y esperanzas semejantes.
Si escribo todas estas impresiones a vuelo de pájaro, es porque fueron parte de lo que percibí al examinar durante tres días seguidos las fabulosas piezas filatélicas expuestas en el Leonardo Favio; porque ahí estaban esas viejas cartas amarillas robadas al olvido del Siglo XIX, a las guerras del XX o la incertidumbre de fines del siglo pasado. Y porque algunas de esas cartas (las más viejas) estaban escritas con la letra señorial que proporciona el bienestar burgués mientras que otras (las más actuales) estaban emborronadas con trazos nerviosos por la desesperación y la pobreza de la precaria modernidad. Todos esos sobres y sellos colgando según los ítems de “clásicos” o “temáticos” (y ordenados por la topología de provincias, países o imperios) eran ni más ni menos que un hecho postal y estético donde se empaquetaba el fabuloso acto comunicacional del ser humano. En sobres blancos o amarillentos, abiertos a mano o a cortapluma, matasellados hace 10 ó 20 años, 100 ó 150. La evolución del ancestral correo a pie como las 5.200 verstas recorridas por Miguel Strogoff en la estepa rusa o los 42 kilómetros corridos sin parar por Eucles desde la playa de Maratón hasta Atenas. Muchas veces, en esos viejos sobres de la memoria, había mensajes tan radicales y felices como aquel de la victoria de Grecia contra Persia, o tremendos e irreversibles como las velas negras del barco de Teseo que causaron el suicidio de su padre, Egeo. Y todos aquellos mensajes de distintos tiempos y países, empaquetados en sobres de un fabuloso valor estético e histórico, estuvieron colgando durante cinco días en la ciudad. Y acaso fuera uno de los mejores homenajes posibles para una ciudad que desde sus inicios estuvo signada por el tren y las comunicaciones, una ciudad tan distante del Puerto de Buenos Aires como del cruce de los Andes, y equidistante de la portuaria Rosario de Santa Fe (centro comercial importantísimo) como de Córdoba de la Nueva Andalucía (capital provincial signada por la cultura y los Jesuitas). Por eso fue tan importante la correspondencia para nuestra ciudad, levantada precisamente sobre la piedra fundacional de una “posta” entre los salvajes algarrobales de la Pampa Gringa, en tiempos donde el Facebook eran carretas cruzando el fangoso Ctalamochita.
Hay una fabulosa pieza perteneciente a don Pedro Rinaudo (el flamante ganador de la exposición) y que estuvo expuesta entre sus “Clásicos argentinos”. Se trata de un sobre amarillento con un “Rivadavia” matasellado en 1867, en el preciso año del nacimiento de Villa María. Curiosamente, dicha carta estaba dirigida a don Manuel Anselmo Ocampo en su domicilio de Buenos Ayres cuando la capital argentina aún se escribía con y griega. Y mirándola durante un largo rato, me dije que tal vez en ese sobre ya estaba escrita el acta de nacimiento de la ciudad; que acaso alguien le habría escrito al terrateniente de estos dominios con la elegante letra del pasado: “Muy señor mío, pasé por su villa, la llamada María en honor a su bella hija, y he de decirle que la he encontrado muy propicia para…”. Sí, tal vez ahí se nombraba ya de manera elíptica la incipiente ontología de la Villa de entonces, la realidad de esta ciudad del presente y la potencialidad de la metrópolis futura que nunca llegaremos a ver. Esa en donde algún día (quizás en el 2167, para los 300 años) se organice una exposición filatélica nacional como la de 1967 o la de 2014 y en la cual colgarán nuestros e-mails y cybercartas del presente (nuevas tendencias en aquella filatelia de ciencia ficción). Y tal vez entonces, desde esa otra promiscuidad espacio-temporal donde los mensajes humanos se vuelvan a mezclar sin lógica alguna, don Manuel Anselmo Ocampo clickee un “me gusta” al ver entre las colecciones el fabuloso sobre de Rinaudo, estampillado en una posta perdida entre el polvo ranquel de los caminos.
Iván Wielikosielek
El Oro Grande se quedó en Villa María
El ganador del Gran Premio de la Exposición Nacional de Filatelia Expo Vi-Ma 2014 fue el coleccionista local Pedro Rinaudo con sus “Clásicos argentinos”. Rinaudo obtuvo el tan preciado Oro Grande con 94 puntos, mientras que el segundo puesto fue compartido entre el actual presidente del Centro Filatélico de Villa María, Sergio Olivero (campeón de la edición anterior y por es mismo fuera de competencia) con su “Emisión Rivadavia, matasellos sobre ejemplares de 5 centavos” y Miguel Casielles con su “Centenario de la Revolución de 1810”, con 93 puntos y Oro cada uno. Cabe destaca otro “Oro” villamariense, el de Jorge Pippino, con 86 puntos por sus “Próceres 1892-1898. Rivadavia, Belgrano y San Martín”. Todas estas colecciones se enmarcaron en el rubro “Filatelia Tradicional”. Los otros participantes villamarienses en el concurso mayor fueron Ademir Banchio con “Los caminos de Córdoba”, Carlos Marcelo Budano con “San Martín en el sello postal”, Gustavo Caffaro con “Brasil”, Nélida “Cuqui” Carballo de Ayassa con “Origen, Desarrollo y Decadencia de la Pintura” y Araceli Funes de Odetti con “Malvinas Argentinas”.
En cuanto al certamen Juvenex 2014 para menores de 20 años, la ganadora fue Daiana Casielles con Vermeil Grande, obteniendo 89 puntos por su colección “Mi amigo el perro”, mientras que el único participante villamariense fue Tobías Giordano con “San Martín 1917 sin filigrana”, con 70 puntos y plata grande. En la Categoría Infantil para menores de 10 años (sin premio) participó Agustín Olivero, hijo del presidente del Centro Filatélico, con “Deportes de contacto”.
El jurado de la exposición estuvo designado por la Federación Argentina de Entidades Filatélicas (FAEF) y lo integraron los señores Eliseo Rubén Otero (presidente), Orlando Eloy Corres (secretario) y José Amadeo García, Roberto A. García Lima, Christian Gabriel Pérez y Roberto Néstor Cravero. Se presentaron 133 expositores de todo el país con 163 colecciones en la competencia mayor, más 24 participantes en Juvenex y 6 en categoría Infantil.
Que 47 años no es nada
Aunque parezca mentira, hubo otra muestra filatélica (y también numismática) nacional en Villa María. Fue el 27 de septiembre de 1967 coincidiendo con el centenario de la ciudad. Por aquel entonces aún vivían los tres fundadores del Centro Filatélico y Numismático local, el “triunvirato” formado por Vargas-Arrieta-Coria (hoy sólo queda don Raúl Vargas, que con sus flamantes 84 años fue presencia honorífica en la inauguración de la Expo Vi-Ma 2014). Y lo que lograra aquel “triunvirato” fue fabuloso, no sólo por haber traído la primer muestra nacional a una pequeña ciudad del interior, sino por haber conseguido el primer sello postal argentino con motivo de Villa María. Aquella estampilla roja con el primer plano de una carreta vadeando el Ctalamuchita rumbo a una urbe de lejanos edificios del futuro, hermosa pieza filatélica que terminó siendo oráculo. Y al decir del actual presidente del Centro Filatélico, Sergio Olivero, “esta exposición sólo es comparable para la ciudad con la que se hizo en el 67, aunque todavía yo no había nacido. Pero aquella muestra consiguió el sello postal y eso fue fabuloso. Sin embargo, ese es nuestro objetivo también, conseguir el segundo sello postal para la ciudad. Ya lo hemos tramitado con las autoridades del Correo Argentino y espero que lo aprueben. Sería para mayo de 2015, cuando se cumplan 100 años de la declaración de Villa María como ciudad. Si fuimos la primera localidad del interior en conseguir un sello postal nacional por su centenario, esperamos también ser la primera en conseguir un sello por nuestros 100 años como ciudad declarada oficialmente en todo el país”.
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