José Adrián Negri, calificado como notario de moral y conciencia de misión, nació el 25 agosto de 1893 en Capital Federal y obtuvo el título de escribano el 21 marzo de 1918 en la Universidad de Buenos Aires.
Viajó varias veces a España, donde fue galardonado en varias oportunidades, hasta que en octubre de 1948 presidió en Buenos Aires el primer Congreso Internacional del Notariado Latino, de cuyo consejo permanente fue miembro hasta 1950 y presidente hasta 1956. Falleció en Buenos Aires el 29 de diciembre de 1961.
Fue precisamente Negri quien el 2 de octubre de 1948, en ocasión de celebrarse el Primer Congreso Internacional del Notariado Latino, tuvo la iniciativa de formar, con principios comunes, una unión de todos los notariados. Es por eso que esa fecha quedó establecida estatutariamente para evocar la fundación de la Unión Internacional del Notariado Latino (UINL) y el Día del Notariado Latino que, en Argentina, se reconoce como el Día del Escribano.
El notariado es un gremio que tiene reconocimiento internacional desde hace 66 años y la UINL es una Organización No Gubernamental formada por asociaciones profesionales de escribanos de 71 países de cinco continentes, cuyos sistemas notariales son de tipo latino, fundado en el derecho romano-germánico.
Credo del 29
Este publicista animoso, varias veces director de la revista del notariado argentino, es autor de numerosa y valiosa biografía, libros, ensayos y artículos, aunque sobre todo se lo recuerda por su “Credo de 1929”, en el que proclamó:
"Creo en la necesidad de establecer estudios especiales para el notariado que den por resultado profesionales intelectualmente capacitados para comprender, interpretar y aplicar el derecho en toda su verdadera y amplia acepción, no como autómatas de formulario, sino como elementos activos y conscientes de la importancia de su papel jurídico y social.
Creo en la necesidad de exigir para el ejercicio del notariado la mayor suma de condiciones morales que garanticen el cumplimiento de su misión con el relativo desinterés que debe exigirse en todos cuantos tienen a su cargo el manejo y dirección de los intereses ajenos.
Creo en la conveniencia de permitir el libre ejercicio profesional, sometiéndolo, empero, a normas que garanticen la seguridad de que deben estar revestidos los documentos públicos.
Creo en la necesidad de organizar concursos u oposiciones severamente controlados, para resolver toda situación de preferencia que deba emanar del Estado y sus reparticiones, en la designación de escribanos, como el mejor medio de proveer la dignificación intelectual del notariado.
Creo, finalmente, en la necesidad de crear organismos de control que posean al mismo tiempo la conciencia de su misión, la constancia de practicarla, la autoridad moral para imponerla y el carácter necesario para aplicar sus sanciones sin contemplaciones, sin debilidades y sin claudicaciones de ninguna especie".