La ciudad nacida a orillas del Ctalamochita como una urbe del futuro sobre viejas tolderías, la ciudad levantada en los terrenos donados por la familia Carranza con casonas señoriales mirando hacia la pampa, la ciudad cuya posta era referencia obligada para los viajeros de Rosario a Córdoba, la ciudad que tantas veces fue arrasada por las inundaciones o diezmada por el cólera para renacer de sus cenizas, la ciudad que alcanzó su esplendor gracias al Camino Real y vio pasar a los ejércitos de San Martín y Belgrano, a la carreta del presidente Sarmiento y al caballo de Fray Mamerto Esquiú, la ciudad que por estos días cumple 188 años tiene, en la figura de don Armando Fonseca, a su historiador más antiguo y su admirador más incondicional.
Discípulo y colaborador personal del célebre Pablo Granados, Fonseca tiene “carta de ciudadanía villanovense” desde 1990, cuando dejó el Banco Roberts de Buenos Aires y se trasladó al Tercero Abajo para construir su casa frente al Cuartel de Bomberos. “Pero ojo que antes acá hubo un destacamento militar; y antes del destacamento un mercado y antes del mercado la plaza de las Carretas. Así que mirá toda la historia que tiene este edificio”, dice el hombre, que no puede dejar de hacer historia ni con las tapias del vecindario. Y tras una pausa, confiesa: “La indemnización que me dieron en el banco es la única cosa que le agradezco a los ingleses, porque gracias a esa plata me pude volver al pago y levantar esta casita con mi compañera”.
Nacido en Villa María hace 80 años, don Armando dice que su fascinación por Villa Nueva viene desde mucho antes, “de cuando estaba en la panza de mi mamá, que venía a visitar parientes. Después cuando iba a la primaria en los Trinitarios, esperaba el fin de semana para que me trajeran de nuevo; así que imaginate cuánto conoceré esta ciudad…” Sin embargo su entrada por la puerta de la investigación es mucho más reciente, data del año 75, del día en que Pablo Granados presentó su libro “Villa Nueva, un pueblo con historia” en el cine de la plaza. “Por eso al volver a la ciudad y enterarme que Pablo era presidente de Cultura, lo fui a ver y le ofrecí mis servicios. Y él me aceptó. Lo ayudé en muchas tareas, como el armado del actual museo. Con mi mujer tenemos el goce de decir que lo acompañamos a Pablo hasta el último día de su vida, en 2002. Me acuerdo que ya postrado, decía cuánto lamentaba la muerte de su amigo Armando Fabre, porque era con el único que podía hablar de Villa Nueva”.
Entonces aprovecho para recordarle a Fonseca que por ese mismo motivo estoy aquí, para que hablemos de Villa Nueva y, en la medida de lo posible, me devele algunos de sus misterios. Y entonces el hombre, con tonada gauchesca y tranquilidad zen, me dice “empecemos nomás”…
-Primero que nada, don Armando, el cementerio… ¿Qué hay de verdad en la historia de las tumbas paradas?
-Mirá, hubo un primer cementerio que no era el que vos decís sino que estaba en el actual cruce. Pero como era muy cerca del poblado, la familia Martínez junto a los Carranza ceden los terrenos actuales, más retirados. Da la casualidad que las tumbas paradas ya estaban ahí. Nunca se supo a quiénes pertenecieron o de cuándo databan. La pretensión de Pablo Granados era abrirlas para saber, y pidió permiso. Pero la Municipalidad y el Obispado se lo negaron.
-Sin embargo, en las tumbas dice “Aquí descansan los descendientes y fundadores de Villa Nueva, familia Carranza”…
-Dice así porque como los Carranza ya vivían en el lugar, se presumía que los enterrados eran miembros de esa familia. Pero eso nada tiene que ver con la historia del primo y la prima a los que quisieron casar y se suicidaron. Eso es la leyenda. Nunca hemos encontrado documentos que la prueben o la refuten. Como ves, la historia de Villa Nueva es muy rica…
-¿Y por dónde pasa esa riqueza? ¿Qué la diferencia de Villa María?
-Hay una sola diferencia y es que Villa Nueva tiene 41 años más. Y si bien ya no existen esos documentos de donación de tierras a la provincia, hay otros papeles que sí los refieren. Un testigo dijo haber tenido en su poder los papeles de la fundación datada en 1826, pero que en tiempos de guerra civil los escondió bajo de un montón de leña. Cuando volvió, la leña se había quemado con los documentos. Este señor era don Benito Correa, notario de la familia Carranza.
El maltrato de la historia
Le digo que no será la primera vez que se pierdan o se maltraten los antiguos documentos villanovenses. Y le cito lo que hace unos meses me contara Irma Zalazar, la encargada de la Bilioteca Popular Luis Roberto Altamira cuando una señora le dijo “Irma, vení a ver porque en esa casa están tirando unos papeles viejos que te pueden interesar”. Irma habría recogido esos papeles escritos a la pluma que databan del siglo XIX y los habría conservado. Entonces, al escuchar mi historia y sin pronunciar palabra, don Armando se levanta de un salto de su sillón, contradiciendo con su agilidad la enfermedad que lo tiene a mal traer, y revisa unas carpetas sobre su escritorio forrado en cuero de vaca. Acto seguido saca un fajo de manuscritos caligrafiados en apagada tinta decimonónica. “Estos son los documentos que vos decís. Apenas los rescató de la calle, Irma me llamó a mí. Y yo los vine a buscar con Luciano Pereyra, un joven profesor muy interesado en la historia de Villa Nueva. Son actas importantísimas de sesiones de tierras y ventas, documentos imprescindibles para conocer el trazado actual de la ciudad. Fijate que se notan las gomas de los autos que le pasaron por encima. Son de 1854”.
-¿Quién pudo haber tirado esos documentos a la calle y por qué?
-No sabemos quién pero podemos intuir el porqué. Dicen que hasta no hace mucho, la gente que iba al municipio de Villa Nueva y pedía documentos, se los dejaban llevar a la casa. Y así se han perdido o se han hecho desaparecer un montón. En su “Historia de Villa María”, don José Pedernera cita unos papeles que estaban en el archivo histórico de Villa Nueva y que ya no están. ¡Menos mal que los nombró y ahora sabemos que existieron! Los documentos que encontró Irma fueron tirados de una casa que se estaba desocupando y que sin dudas tenía problemas legales.
-Volviendo a los misterios ¿es cierto que la estación de Villa María alguna vez se llamó “Estación Villa Nueva”?
-Es cierto, pero tiene una explicación muy lógica. Durante los primeros años de su fundación, Villa María dependía de Villa Nueva y recién en 1883 con la Ley de Municipalidades va a pedir la independencia. Por eso es que antes de esa fecha la estación de trenes tenía un cartel que decía “Estación Villa Nueva”; no porque esta Villa fuera una metrópolis sino porque era la única referencia que tenían los ingleses en el Tercero Abajo…
-¿Qué pasa con las casonas antiguas? ¿Por qué se encuentran en tan mal estado siendo un fabuloso patrimonio?
-Pasa que Villa Nueva siempre estuvo azotada por las inundaciones. Y como los ladrillos de esas casas estaban pegados con barro, al estar mucho tiempo bajo el agua se reventaban. Pero es evidente que muchas de esas casas podrían repararse.
-¿Y por qué no se reparan? ¿Por qué razón en Villa Nueva los documentos se tiran a la basura, la única biblioteca se llueve a cántaros, la empresa de agua le expropia un terreno a un futuro centro cultural y las casonas antiguas se caen a pedazos?
-Porque, lamentablemente, en Villa Nueva la política no tiene en cuenta a la cultura. Eso es lo que siempre pasó acá y fue la eterna lucha que tuvo don Pablo Granados durante toda su vida. Pero parece que las cosas seguirán así. Yo mismo, mientras trabajé en Cultura, vi cosas muy sospechosas, como la desaparición sistemática de un montón de objetos de valor del museo. Nunca quise acusar a nadie pero como te digo, la política no tiene en cuenta a la cultura o bien la saquea…
Recuperando el Camino Real
-Un tema fundamental es el Camino Real, la “autopista” en tiempos de la Colonia. ¿Se sabe a ciencia cierta por dónde pasaba?
-Después de investigar mucho, sostengo que el Camino Real venía por el actual cruce y agarraba por el camino de tierra que va al cartódromo de los Unzueta; luego giraba unos tres mil metros a la derecha y caía en otro camino mejorado que salía derecho a La Herradura. Ese, creo, era el trazado. Yo lo recorrí a caballo por la Calle Honda y hasta hicimos un plano con el ingeniero Pajón que aún lo tengo, porque sigue en pie el proyecto de reflotar el Camino Real.
-¿Y en qué quedó ese proyecto?
-Por ahora es un sueño, pero que muchos quieran soñar con nosotros, porque cuando lo propusimos se nos vinieron encima muchos de los pueblos de la zona que tenían relación con las postas, La Herradura, Ballesteros Sur, Sanabria, todos querían participar. Ojalá que lo podamos concretar algún día…
-¿Cuándo aparecerá el nuevo libro de Armando Fonseca…
-No tengo la menor idea, pero tengo ese libro en carpeta. Quiero agregar un montón de datos nuevos a mi “Historia de Villa Nueva, la del Rosario”, que apareció en 2004. Sería una ampliación; pero de momento no hay presupuesto. Ni yo lo tengo ni hay apoyo oficial.
-Hace diez días, desde este diario le preguntaron a muchos referentes de la cultura villamariense cómo se imaginaban la ciudad dentro de 20 años… ¿Cómo se imagina la Villa Nueva de 2034 don Armando Fonseca?
-Me la imagino, pobrecita, convertida en una ciudad dormitorio de Villa María, tranquila y sin ser parte del progreso que le toca a su hermana menor. Pero sobre todas las cosas me la imagino más romántica que nunca, con sus callecitas estrechas donde todavía se podrá respirar la historia, con el aroma de las glicinas en las casonas viejas y el evanescente perfume de los siglos…
Iván Wielikosielek