Al otro lado no hay tonada ni cuentos del Negro Sombra de Horno ni Talleres ni Belgrano. Pero hay San Luis, un montón, y qué buena es la noticia con la cantidad de regiones preciosas que el vecino distrito tiene para convidar. La más cercana, casi hermanada con los límites de nuestra provincia, es el Corredor de los Comechingones. Un circuito que al oeste de las sierras homónimas (la continuación hacia el sur de las Sierras Grandes, las del Uritorco y otros gigantes) despliega varias localidades de entrañable talante y extraordinarios paisajes de montaña con todos los etcéteras del caso.
El corredor se despereza a lo largo de la ruta nacional 1 y va desde Merlo (el extremo norte) hasta La punilla (extremo Sur). Son 100 kilómetros de encantos que transitan paralelos al cordón, marcándole la primera silueta al Valle de Conlara. Varias soledades pueblan los caminos, bucólico escenario que llama desde los silencios.
Desde Villa María, la puerta de entrada con mayores esplendores aparece luego de cruzar enterito el Valle de Traslasierra mediterráneo, de Mina Clavero a La Paz, en 400 kilómetros totales de viaje (los últimos 200, esplendorosos). Acto seguido, la bienvenida la da Merlo, siempre contento de recibir amigos. La oferta de esta ciudad de 20 mil habitantes que viven principalmente del turismo es múltiple, a partir de espacios bien estudiados por visitantes llegados de todo el país.
En sí, el municipio no deslumbra: hoteles, tiendas de regalos y hasta un casino, el maquillaje acostumbrado. Sin embargo, atesora en sus contornos un cajón de preseas naturales que bien se ganan la admiración. En ese sentido, destacan las quebradas de verde clarito, los bosques con trasfondo de picos montañosos, las vistas imponentes, el surtido de arroyos (el Piedra Buena y El Molino como referentes). Otras estrellas del convite son las cascadas, fundamentalmente la del Salto del Tabaquillo y sus 15 metros de altura, las de la Reserva Municipal (con sus hoyas) y la melancólica Cascada Olvidada en el Camino a Pasos Malos. Aportan tradición local el balneario municipal, el Algarrobo Viejo, la Reserva Mogote Bayo y su frondosa vegetación, el antiguo pueblo vecino de Piedra Blanca Arriba y el circuito del Peñón Colorado con su mirador. Aunque si de miradores hablamos, ninguno se compara con el Del Sol. Emblema de Merlo, ofrece desde los 1.500 metros de altura espectaculares vistas de la ciudad, el valle y la zigzagueante carretera que le sirve de acceso.
Al sur
Después, la marcha continúa hacia el sur, más abiertas las panorámicas y más naturaleza, el sabor de la fogata y el camping (hay muchos emprendimientos del rubro para explorar). Tras un puñado de kilómetros, Carpintería invita a su seno, de plano humilde pero pintoresco, placita y capilla para acompañar. Armonioso el poblado, que en los alrededores presenta el cerro Blanco y el monasterio Belén. Al lado está la aldea de Los Molles, con su arroyo homónimo, la cascada de los Siete Saltos y la Aguada del Bosque, pletórica en tabaquillo y molles.
Siguiendo las Sierras de los Comechingones y sus postales de luz a la derecha, la ruta besa Cortaderas, el embalse La Sepultura, Villa Elena, Villa Larca y regala sorpresas a la altura del kilómetro 50. Brotan entonces las palmeras Caranday. Son muchas más de las que se pueden apreciar en nuestra Pampa de Pocho, por ejemplo: aquí la abundancia forma especies de bosques.
Lindante, descansa Papagayos, y sus artesanos que trabajan con la fibra que dan las palmeras. En los adentros del pueblo surge en nueva cuenta la caminata (los circuitos pedestres están por todo el valle), a la vista de los cerros Pelado y Negro, laderas empinadas y follaje. El menú es el de siempre, el que nunca cansa: seguir el arroyo entre chañares y algarrobos, sorteando las piedras, gozando de las ollas naturales, montaña arriba, mirada a las cúspides.
Hacia el final, la cadena va disminuyendo las alturas con Villa del Carmen de testigo. La Punilla se llama el pueblo que decide el desenlace del corredor. Apenas un suspiro de colinas queda en el ambiente, muy cerca de Achiras y las sierras del sur de Córdoba. Por ahí también anda Río Cuarto y el regreso a casa con mil imágenes divinas en la cabeza.