Escribe: Dr. Eduardo Miguel Bonoris (*)

En estos tiempos que vivimos, debemos todos apelar a la imaginación para poder encontrar una salida a esta crisis global, cuyas consecuencias nadie conoce; más diría que todos aquellos que desde el oráculo formulaban teorías, han fracasado.
El capitalismo, a través de sus defensores, prometía llevarnos al desarrollo. En su afán de multiplicar el lucro hasta el infinito, advierte que todo se había construido -y especialmente desde los ‘90 para acá- sobre bases irreales.
La muestra más evidente es el petróleo, que trepó de su precio histórico nada más y nada menos que casi 1.000% más, o el cuento de las hipotecas basura que ya se ha instalado en nuestro país, aunque no por la misma vía.
La cuestión en mi modesto entender radica hoy en los sistemas financieros, que han ido avanzando permanentemente desde el 24 de marzo de 1976, con Martínez de Hoz a la cabeza. Desde entonces y bajo diversos personajes se fue capturando el esfuerzo de la producción argentina hacia el sistema financiero.
Los Sigaut, Sourrouille, Cavallo, Fernández, Machinea, nuevamente Cavallo, Lavagna, Micheli... ¡¡¡todos!!! fueron funcionales al sistema financiero, instrumentado por primera vez en la historia durante la convertibilidad la institucionalización de la usura en la República Argentina, y que hoy permanece en todo sus esplendor.
Mientras los bancos del mundo se caen, los nuestros, todos y los que aquí operan, obtuvieron ganancias increíbles desde que se instalaron en 1991 en nuestro país.
Frente a este panorama debemos refugiarnos en la última crisis que el mundo vivió y es la Segunda Guerra. Los países europeos del mundo occidental, preocupados por su destrucción, sólo atinaban a conseguir su reconstrucción, para lo cual necesitaron de la ayuda de los Estados Unidos, cuya preocupación radicaba en el avance de Rusia sobre el continente europeo, formando dos bloques: la OTAN por un lado y el Pacto de Varsovia por el otro, punto inicial de la denominada “guerra fría”.
Por entonces, el principal comprador y comercializador de nuestra producción era Inglaterra, empobrecida por la contienda y deudora de Argentina, que había declarado su estado de insolvencia, por lo cual no iba a pagar sus deudas.
Las reservas del Banco Central eran más o menos parecidas a las actuales, por lo que el Gobierno del general Farrel dictó el decreto Nº 8503, el 25 de marzo de 1946, luego el 11.554 y sucesivos, por los cuales se nacionalizaba el Banco Central de la República Argentina como entidad autárquica y declaraba de patrimonio nacional el capital del banco.
La banca era el Estado argentino, que garantizaba el 100% de los depósitos en caja de ahorro, cuentas corrientes, plazos fijos u otras denominaciones, e indemnizó a los bancos privados existentes de entonces y pagó las respectivas indemnizaciones con títulos de la deuda pública. Todos los bancos se constituyeron en agentes directos y mandatarios del BCRA.
Todo el dinero era del Estado nacional, él imponía los intereses conforme la categoría de cada Banco y el tipo de operaciones. Su nuevo Directorio estaba formado por funcionarios del Poder Ejecutivo, del Banco Industrial, del Banco Hipotecario Nacional y representantes de la industria, comercio, agricultura, ganadería y las fuerzas del trabajo.
Hoy estamos con más de 55.000 millones de reserva, los países centrales están ensimismados en sus propios problemas -que no son menores- frente a esta ola de despidos que dan cuenta las noticias.
Los depósitos corresponden a los argentinos, que han ido a parar en los últimos 18 años a manos de entidades financieras internacionales, hoy muchísimas de ellas en la quiebra y otro tanto al borde de la quiebra.
De esta manera los bancos volverán como antaño, a ser verdaderos promotores de la producción nacional.


(*) Abogado villamariense, radicado desde hace muchos años en la ciudad de Mar del Plata. Es autor del libro “Cómo recuperarse de los abusos del poder financiero - La usura”.