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7 de Octubre de 2014
Trastorno Obsesivo Compulsivo: una dolencia que complica la vida
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El trastorno es expresado en una obra teatral que viene ofreciéndose en distintos puntos del país y del mundo

El Tras­tor­no Ob­se­si­vo Com­pul­si­vo (TOC), tam­bién co­no­ci­do co­mo “epi­de­mia ocul­ta” o “en­fer­me­dad de la du­da”, es el eje del su­ce­so tea­tral "Toc Toc" y su re­per­cu­sión con­tri­bu­yó a co­no­cer más so­bre es­ta pro­ble­má­ti­ca que ha­ce es­tra­gos en quie­nes lo pa­de­cen por­que afec­ta fuer­te­men­te la ca­li­dad de vi­da de las per­so­nas. Es­ta obra es­tá anun­cia­da pa­ra el ve­ni­de­ro sá­ba­do 18 en nues­tra ciu­dad.

Ca­ta­lo­ga­do co­mo un tras­tor­no psi­quiá­tri­co, el TOC se pro­du­ce co­mo con­se­cuen­cia de pen­sa­mien­tos, im­pul­sos o imá­ge­nes de la men­te que in­vo­lun­ta­ria­men­te ge­ne­ran ob­se­sio­nes; pa­ra re­du­cir la an­sie­dad que ellas cau­san las per­so­nas re­cu­rren a ri­tua­les.
"El TOC es un tras­tor­no neu­ro­bio­ló­gi­co. Una pre­dis­po­si­ción con la que se na­ce y que pue­de agra­var­se en un am­bien­te de pa­dres muy exi­gen­tes y ob­se­si­vos", di­jo a Té­lam Pau­la Tri­pic­chio, psi­có­lo­ga del Ins­ti­tu­to de Neu­ro­lo­gía Cog­ni­ti­va (INE­CO).
La pro­ble­má­ti­ca, ex­pli­có Tri­pic­chio, que po­dría no agu­di­zar­se en am­bien­tes más com­pren­si­vos y de me­nor ri­gi­dez, se da "a ni­vel del neu­ro­trans­mi­sor de la se­ro­to­ni­na. Tam­bién se la de­fi­ne co­mo una dis­fun­ción de la cor­te­za pre­fron­tal de gi­ro cin­gu­la­do y gan­glios ba­sa­les".
La ob­se­sión con la lim­pie­za y el or­den y la du­da so­bre si la ac­ción se com­ple­tó, che­queán­do­la una y otra vez, son al­gu­nas de las más co­mu­nes de las con­duc­tas pro­pias del TOC que en el 87% de los ca­sos se ha­ce cró­ni­co si no se tra­ta.
En los per­so­na­jes de la obra del fran­cés Lau­rent Baf­fie pue­den ver­se en de­ta­lle el sín­dro­me de Tou­ret­te y la co­pro­la­lia, que con­sis­te en no po­der de­jar de emi­tir so­ni­dos ex­tra­ños o in­sul­tos, o la ob­se­sión por los cál­cu­los del ta­xis­ta.
El pa­pel de Blan­ca su­fre no­so­fo­bia, que se ma­te­ria­li­za en ex­ce­si­vos ri­tua­les de lim­pie­za, mien­tras que Ot­to ma­ni­fies­ta una ob­se­sión a la si­me­tría y fo­bia a las lí­neas.
El TOC de Li­lia­na se ex­pre­sa en su eco­la­lia y pa­li­la­lia, que la ha­cen re­pe­tir to­do lo que di­ce dos ve­ces, y el de Ma­ría Au­xi­lia­do­ra ha­ce a la fa­ná­ti­ca re­li­gio­sa ve­ri­fi­car sus ob­je­tos to­do el tiem­po.
Se­gún la Or­ga­ni­za­ción Mun­dial de la Sa­lud (OMS), el TOC es una de las cau­sas más im­por­tan­tes de de­te­rio­ro del es­ti­lo de vi­da no fa­tal en el mun­do, ya que sus sín­to­mas per­ju­di­can sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te la vi­da de los pa­cien­tes, in­ter­fi­rien­do con sus ru­ti­nas dia­rias, re­la­cio­nes y vín­cu­los emo­cio­na­les.
Pa­ra la pro­fe­sio­nal de INE­CO, a 2009 se re­gis­tró mun­dial­men­te una pre­va­len­cia de en­tre 1% y 2% en ni­ños.
"En­tre los más chi­cos es más co­mún en las ne­nas que en los ne­nes, mien­tras que en la po­bla­ción ado­les­cen­te se da más en los va­ro­nes y en adul­tos la pre­va­len­cia es del 2,5%", sos­tu­vo la es­pe­cia­lis­ta.
"Se la lla­ma ‘epi­de­mia ocul­ta’ por­que mu­chas ve­ces es di­fí­cil de­tec­tar las con­duc­tas co­mo ri­tua­les pro­pios del TOC", di­jo Tri­pic­chio.
"Las per­so­nas que su­fren TOC, cuan­do per­ci­ben el re­cha­zo so­cial por te­ner es­tas con­duc­tas rei­te­ra­ti­vas tra­tan de ocul­tar­las, de no ha­cer­las fren­te a la mi­ra­da del otro por­que no pue­den con­tro­lar­las, de­jar de ha­cer­las, ya que ha­cién­do­las cal­man la an­sie­dad que les pro­du­ce la ob­se­sión", se­ña­ló.
Aun­que, en rea­li­dad, "el pro­ble­ma es que el ali­vio du­ra se­gun­dos. Le­jos de cal­mar la an­sie­dad, és­ta se agu­di­za", acla­ró.
La­var­se las ma­nos cien­tos de ve­ces por día has­ta las­ti­mar­se, or­de­nar ob­je­tos de tal ma­ne­ra que se res­pe­te la si­me­tría, ha­cer coin­ci­dir los már­ge­nes, or­de­nar la ro­pa por co­lo­res, agru­par las co­sas, se­cuen­ciar o con­tar los pa­sos al ca­mi­nar o los es­ca­lo­nes al su­bir la es­ca­le­ra son ejem­plos de esos ri­tua­les.
Se la de­no­mi­na co­mo ‘en­fer­me­dad de la du­da’ por­que "la du­da es la que go­bier­na el cua­dro del TOC: ¿ha­bré ce­rra­do bien la puer­ta? Vuel­vo y che­queo", di­jo Tri­pic­chio al des­cri­bir el pen­sa­mien­to de la per­so­na que pa­de­ce el tras­tor­no.
Pe­ro, pa­ra la es­pe­cia­lis­ta, "cuan­do se ha­ce mu­chas ve­ces, in­clu­so cuan­do se vuel­ve una y otra vez a com­pro­bar que la puer­ta es­tá ce­rra­da, es­ta­mos an­te un cua­dro de TOC".
"No es lo mis­mo te­ner una per­so­na­li­dad ob­se­si­va, que im­pli­ca ser de­ta­llis­ta, per­fec­cio­nis­ta, por­que la per­so­na con es­te ti­po de ras­gos ob­se­si­vos no su­fre. No al­can­za con te­ner es­ta ca­rac­te­rís­ti­ca, la di­fe­ren­cia es­tá da­da en que el TOC pro­vo­ca re­cha­zo so­cial, es­trés y ver­güen­za", aña­dió.
Los ri­tua­les pue­den te­ner una co­rres­pon­den­cia con la ob­se­sión que los pro­vo­ca: co­mo el ni­ño que lim­pia el ban­co del au­la don­de se sienta to­dos los días por mie­do al con­ta­gio de al­gu­na en­fer­me­dad.
Tam­bién pue­de no ha­ber esa co­rres­pon­den­cia y la con­duc­ta o ri­tual no te­ner re­la­ción di­rec­ta con una ob­se­sión, co­mo cuan­do la per­so­na cuen­ta los es­ca­lo­nes y re­pi­te el pa­so pa­ra caer en un nú­me­ro de­ter­mi­na­do, "con la com­pul­sión de sen­tir que eso le da suer­te", con­tó Tri­pic­chio.
La es­pe­cia­lis­ta in­for­mó que pa­ra es­te ti­po de cua­dros es re­co­men­da­ble con­sul­tar "con un pro­fe­sio­nal es­pe­cia­li­za­do en tras­tor­nos de an­sie­dad u Ob­se­si­vos Com­pul­si­vos".
"Es­tos sín­to­mas de­ben te­ner, al me­nos, seis me­ses de an­ti­güe­dad. Una vez lo­gra­do el diag­nós­ti­co, que pue­de pre­sen­tar­se aso­cia­do a tras­tor­nos del áni­mo o al dé­fi­cit de aten­ción, en­tre otras co­mor­bi­li­da­des, con pre­sen­cia de tics o con­duc­tas del es­pec­tro au­tis­ta, el abor­da­je más efi­caz es la Te­ra­pia Cog­ni­ti­va Con­duc­tual, que se ba­sa en la psi­coe­du­ca­ción y téc­ni­cas de ex­po­si­ción gra­dua­les", di­jo la psi­có­lo­ga.

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