Es gigantesco el Parque General San Martín. Tanto, que corporiza casi una tercera parte de la ciudad de Mendoza, de 120 mil habitantes (un millón si se cuenta su área metropolitana). Mucho lugar para el pasto, para los árboles, para el descanso, para las calles internas, para los juegos infantiles, para el rosedal, para el lago, para los picnic, para los hombres y mujeres haciendo ejercicio, para los elegantes portones y hasta para un estadio mundialista de fútbol. Todo, coronado por una montaña que es emblema de la provincia cuyana y referente de los argentinos: el Cerro de la Gloria.
Antiguamente conocido como Cerro del Pilar, el peñasco cambió de nombre cuando se le subió encima el Monumento al Ejército de Los Andes, la verdadera figura del lugar. Se trata de una obra sublime, que conmemora la campaña del Ejército al mando del General San Martín en su cruce a Chile (1817).
El homenaje está realizado en bronce, alcanza los 16 metros de alto en su punto máximo, y desglosa en estatuas y relieves algunas generalidades de la gesta. Los que primero destaca, naturalmente, es el frente, donde se luce la figura de San Martín, a lomos de su caballo y rodeado de granaderos. Sin embargo, la principal agasajada es la Libertad, que domina la creación del escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari (él mismo fue quien eligió el lugar para su escultura), desde la cúspide. La piedra fundacional fue colocada el 19 de enero de 1912, pero su inauguración se realizó en 1914.
Los cuatro puntos cardinales
Continuando con la exploración, los ojos del viajero se cruzan con los frisos que cubren el resto del monumento, los cuales rescatan el aporte realizado por distintos estamentos en la realización de la hazaña. Son tres, y junto con el frente apuntan a cada uno de los puntos cardinales. Realizando un giro en el sentido contrario a las agujas del reloj, el primero en aparecer es el de los esclavos y campesinos en el transporte de las distintas cargas y la preparación de armamentos como los cañones, a la vista del encargado del área, fray Luis Beltrán. El segundo sirve como resumen de la partida del Ejército hacia Chile, y el tercero es una ofrenda a las Patricias Mendocinas, quienes donaron sus joyas para solventar algunos gastos del viaje. Asimismo, sobresalen escritos en el bronce varios datos que ayudan a comprender las dimensiones de la operación militar ejecutada.
En la cima, no hay mucho más que el monumento propiamente dicho, un sector con plaquetas (sorprende la cantidad, venidas de todas parte del mundo), escalinatas, un quiosco y un puñado de puestos de venta de artesanías. También existe un amplio estacionamiento para los que no se le animan a la caminata (a pie, subir a la cima del cerro demanda unos 20 minutos partiendo desde las adyacencias del Zoológico, o bien desde el Teatro Griego, al otro lado de la montaña).
Con todo, hay yapa en las espectaculares vistas de los alrededores, con la ciudad de Mendoza, los viñedos de los alrededores y la cordillera (metáfora del cortejo), al fondo.