Además del calor intenso, el característico "humo verde" y la ansiedad previa al inicio del show, se podía percibir el perfume de un dilatado reencuentro.
Como parámetro de medida, la última visita de la banda a la ciudad databa de la década anterior, con el entrañablemente recordado Alejandro Sokol como voz líder. Las Pelotas volvía, después de siete años, al club donde brindara shows memorables, en especial, en la época de masividad fulgurante que cabalgaba sobre la onda expansiva del súper hit "Será".
Ahora el grupo, consolidado como integrante indiscutible de un olimpo rockero vigente cada vez más anquilosado, llegaba para celebrar sus laureles de 25 años de trayectoria. A diferencia de sus recitales anteriores, la banda no utilizó el escenario natural del salón -que ofició de sector VIP- sino que montó una imponente estructura con niveles y luces contra el fondo.
La formación liderada por Germán Daffunchio y secundada por bajo, percusión, guitarras y teclados, esgrimió un show ajustado y sin sobresaltos, en el cual la revisión de su obra osciló toda la velada por pasajes explosivos y reflexivos, hasta delirar en el cierre con su tradicional cóctel de despedida, incluyendo a "Capitán América" y las gemas de la banda-madre: "Shine" y "El ojo blindado".
En rigor, durante el recital que se extendió durante dos horas (desde las 23 hasta la una), el grupo prácticamente puntuó por casi todos sus álbumes de estudio, desde "Corderos en la noche" (tema que abrió la noche del disco homónimo, de 1991), hasta "Escondido bajo el brazo" (de "Cerca de las nubes", 2012). En ese paneo también se podía evidenciar una paleta temática que va desde la crítica dura hacia toda la clase dirigencial de "Saben" hasta la profunda introspección de "Esperando el milagro".
El público, mayoritariamente treintañero, disfrutó y saltó con "Saben", "Desaparecido" (con el reclamo incorporado "¿Dónde está Julio López?"), "Qué podés dar", "Ya no estás", "Será" y "Bombachitas rosas", entre otros. El recuerdo de Sokol, antes de recrear "Hola qué tal", fue uno de los momentos más emotivos y aplaudidos.
En el debe se detectaron deficiencias en el despacho de bebidas que, debido a la temperatura interior, se hacían cada vez más necesarias.
Juan Ramón Seia