17 de Octubre de 1945: la erupción de la conciencia nacional y popular
Mucho es lo que se ha escrito sobre las circunstancias históricas en que se produjo el 17 de Octubre de 1945, sobre su significado y sus alcances. Y mucho será, seguramente, lo que se escribirá en el futuro. Es por ello, que la correcta caracterización del país a mediados de los años 40, constituye un elemento central para poder interpretar la irrupción del peronismo en la escena nacional y la adhesión de las masas obreras al movimiento político conducido por Perón.
La Argentina anterior al año 1943 era un país semicolonial, dependiente del imperio británico. Nuestra economía estaba íntimamente ligada a las alternativas de las grandes potencias de la época, quienes ejercían de esta manera el control de nuestra economía y de la toma de las decisiones políticas en el país.
Esta situación, que el historiador alemán Peter Walmann ha definido como crisis de dependencia de la Argentina frente a las naciones industrializadas, puso de manifiesto además, un sentimiento de indignación y humillación en amplias capas sociales ante los manejos que los círculos terratenientes hacían del aparato estatal en beneficio propio y de sus socios, el capital extranjero. Esta realidad, que no era exclusiva del país, trajo aparejado, sostiene Jorge Abelardo Ramos, “un terremoto histórico que cambió la faz del planeta. En ese año (1945) las grandes masas de los países coloniales bajaron a la arena”, iniciando un “ciclo de levantamientos nacionales revolucionarios que luchan por su autodeterminación”. He aquí las circunstancias profundas que condujeron al 17 de Octubre del 45.
Aquel 17, junto al grito de “liberen a Perón”, recorrió entre los obreros la consigna Forjista: “La restauración argentina sólo podrá cumplirse sobre la base de la soberanía popular, la emancipación económica y el imperio de la justicia social”. Consigna que se transformaría en los pilares ideológicos y doctrinarios a partir de los cuales el peronismo puso al Estado al servicio del pueblo, nacionalizó los recursos económicos estratégicos e instituyó la justicia social a partir de la distribución equitativa de la riqueza que generaban los argentinos. Así, aquel primer peronismo dejó sentadas las bases reales de la independencia nacional, con directa repercusión sobre el bienestar general del país. Este, su mayor acierto, fue el motivo central de su derrocamiento y del odio que concitó en la “oligarquía” de antaño, el mismo odio que aún concita en una moderna “oligarquía” conformada por una cantidad de actores sociales que de argentinos tienen sólo el documento de identidad.
Y si bien sabemos que la historia no se repite, conocemos también que en el presente se agitan fuerzas antinacionales y antipopulares como lo hicieron en el pasado, y seguramente lo harán en el futuro. Son los mismos que alguna vez decidieron bombardear la plaza de Mayo. Los mismos que hoy se alinean con los fondos buitre y hablan de pagarles a como dé lugar, es decir, con el hambre del pueblo y/o la entrega del petróleo de Vaca Muerta. Voluntariosos compatriotas que intentan que el dólar ilegal llegue a 20 pesos, alimentando artificialmente la inflación, mientras pregonan el fin de ciclo del Gobierno peronista.
Hoy, a 69 años, aquella histórica movilización popular nos sigue imponiendo el deber de reflexionar sobre el proceso histórico nacional, defendiendo y ampliando los derechos reconquistados con el esfuerzo de una inmensa mayoría que creyó y cree en un proyecto de país nacional y popular.
Gerardo Russo (pte. PJ).
Verónica Vivó (pta. alterna PJ),
Sebastián Capurro
(sec. gral. PJ),