En días más, los voluntarios de varias entidades sociales se reunirán para intercambiar opiniones y comentar las vivencias de los viajes a Tartagal realizados a fines de febrero y esta misma semana.
De todas maneras, de las charlas entre unos y otros en el viaje de regreso, fueron surgiendo algunas sensaciones para compartir con los lectores, muchísimos de los cuales colaboraron con aportes solidarios para los hermanos salteños afectados por el alud del 9 de febrero.
Y una de las primeras ideas que apunta a certeza es la que señala que a la ciudad que sufrió el desastre le llevará mucho tiempo -“un año como mínimo”- para limpiar la imagen que ofrecen sus calles (la mayoría de ellas, ya que a la avenida principal, por ejemplo, se le está lavando la cara).
Otro punto a señalar es el temor de los habitantes a que “se repita la historia” de 2006 y del mes pasado, ya que no se paran los desmontes para la soja y la petrolera Refinor sigue dinamitando los cerros en su búsqueda de petróleo.
Luego, comparando el viaje del 23 de febrero con el de esta semana, podría decirse que se está intentando que el Comité de Crisis funcione de una manera más organizada, aunque también resulta evidente que uno de sus esfuerzos es concentrar toda la ayuda que llega a la ciudad en el Regimiento Número 28, donde hay miles de bultos sin repartir.
Como lo indicábamos ayer, aún son muchísimas las familias que viven en carpas y las nuevas viviendas necesitan de previas expropiaciones, por lo que tardarán en llegar. Las enfermedades representan una amenaza a la vuelta de cada esquina en los sectores más pobres.
Y otra cosa (más que importante): la gente, desde su humildad, desde su necesidad y más allá de algunos pocos grupos organizados para sacar provecho de la situación, demuestra su agradecimiento a sus compatriotas y un grado de educación y respeto que realmente llenan de orgullo y emoción.