La obesidad es una enfermedad multifactoral, es decir que no podemos atribuirla a una sola causa, sino que es el resultado de una suma de conductas y factores orgánicos que se traducen en sobrepeso. De aquí que debemos entender que muchas de nuestras prácticas alimenticias diarias pueden ser claramente nocivas, y llevarnos a una alimentación desordenada con consecuencias perjudiciales para nuestro cuerpo.
Uno de los tantos desórdenes alimentarios a los que estamos expuestos es la tendencia al “caos horario” al momento de comer. Debemos tener mucho cuidado con esta práctica dañina.
La influencia del “no horario”
Si alguna vez ha asistido a una consulta nutricional, seguramente habrá escuchado por parte de su médico el consejo de “comer sano”. Sin embargo, no se trata sólo de lo que uno come, sino de la manera en la que uno lo come.
Cualquier dieta o plan alimentario bien realizado, de hecho, debería incluir un esquema de horarios a seguir. En ese sentido las largas horas laborales y la falta de rutinas en la mayoría de las persona generan un “caos horario”, o “desorden horario”, que tiene la capacidad de trastornar la regulación del apetito.
Someter al organismo a largas horas de ayuno acelera el estímulo del apetito para luego entrar en una ralentización del metabolismo, ya que el cuerpo se prepara para un “período de escasez” del mismo modo que si se encontrara transitando una época de hambruna o en un período de guerra. Sin embargo, en tales momentos el cuerpo no es sometido de manera inmediata a un gran banquete repentino, como solemos hacer en la actualidad.
Este proceso de “escasez y abundancia” desorienta al organismo en la regulación de la saciedad, y le genera señales confusas.
Este “patrón alimentario” generalmente conduce a la obesidad.
Otro gatillo del sobrepeso: el “picoteo”
Paralelamente, existe otro “patrón alimentario” distinto al anterior pero con similar resultado. Se trata de la actitud constante hacia la ingesta de pequeñas cantidades de alimentos industrializados, en especial de alto estímulo gustativo (ver foto sup.). En otras palabras, consiste en comer todo el día en pequeñas cantidades, que muchas veces ni siquiera advertimos conscientemente.
Seguramente en algún momento se habrá encontrado frente al televisor o la computadora con una compotera llena de algún tipo de snack (generalmente no saludable), y para cuando tocó fondo recién advirtió haber consumido todo.
Otra situación que nos puede llevar hacia la tendencia el “picoteo” es la hora de cocinar, momento en el que la abundancia de alimentos por preparar, además de los olores propios y sabores a los que uno se expone en el proceso, generan la apetencia a la ingesta de comida. Este comportamiento se ve más que todo en las personas que están mucho tiempo en su casa o dedicados al arte culinario.
Para graficar el punto de que independientemente del tipo de comida la sola modalidad genera sobrepeso, podemos utilizar la ilustración de la gallina. Esta es sometida a dieta de granos (comida industrializada de alto tenor calórico), en un espacio de luz tenue, con poca actividad física; picotea todo el día y engorda marcadamente. En definitiva, se engorda por estar mucho tiempo despierto.
¿Cuál es el mayor peligro de este hábito? No contabilizar de manera adecuada las porciones, calorías, y sobre todo exponernos a opciones más grasosas, azucaradas o saladas con bajo valor nutricional pero con alto tenor calórico (“calorías vacías”).
El centinela: la costumbre de “no desayunar”
El evento “centinela” del desorden horario es el no desayunar. Cuando, independientemente de la tendencia hacia el atracón o picoteo, se evita consumir a la mañana un desayuno equilibrado, el cuerpo mismo intentará a lo largo del día compensar este comportamiento.
La importancia del desayuno radica en que es el momento en el que el cuerpo ha pasado muchas horas sin comer y cuenta con la posibilidad de incorporar la energía necesaria para el día, y sirve como pivot sobre el cual se hace pie para luego consumir cada determinada cantidad de horas el resto de las comidas que corresponden.
No hay un horario estipulado para desayunar, es decir, no depende de cuándo usted lo haga, pero éste tiene que tener una distancia con el almuerzo de un mínimo de dos horas. De lo contrario conviene tomar sólo una infusión y luego almorzar”.
Vivir cansado y con hambre
Muchas veces nos sentimos cansados en forma permanente, y no sabemos las razones. La mayoría de las veces, en personas saludables, esto se debe a que el individuo está fuera de estado físico. Es decir, lo natural es llegar a la noche con sueño (se cierran los ojos deseando estar durmiendo), pero nunca debe llegar cansado.
Para entender el concepto anterior, podemos ejemplificarlo con un deportista que está entrenado para correr un maratón olímpico de 42 km y que de pronto yo le pido que me acompañe a correr un maratón de 7 km. ¿Quién terminará el día más agotado?, ¿el maratonista olímpico que está entrenado o yo que estoy fuera de estado físico? Obviamente yo.
El concepto que se maneja en la actualidad es que una persona, luego de estar segura (a través de controles médicos) de que no padece ningún problema orgánico que justifique su agotamiento (ejemplo: anemia, hipotiroidismo, insuficiencia coronaria, enfermedades consuntivas, etcétera), debe terminar el día con sueño, pero nunca agotado. Si lo está, esto significa que su físico está desentrenado para la actividad física que realiza en su labor cotidiana.
Dr. Rubén Salcedo
Director médico Clínica Diquecito
MP 17.181