Los siete trabajadores de La Casona siguen viviendo un clima de incertidumbre y sin cobrar los salarios de septiembre.
El conflicto, tal como reflejó ayer EL DIARIO, se manifestó el viernes último cuando los propietarios les pidieron a los empleados que no fueran a trabajar el fin de semana. “Vengan el lunes, que les pagamos”, les prometieron.
Los gastronómicos sabían que las cosas no andaban bien. Sugirieron abrir el fin de semana, al menos, para recaudar algo y así lograr cobrar algo de los haberes adeudados por la empresa. Pero la negativa fue rotunda.
Con angustia pasaron el fin de semana esperando el lunes, día en que les habían prometido cobrar. Pero no lo hicieron. “Vengan mañana; mañana sí va a haber plata”, les volvieron a prometer.
Así fue que llegó el martes y puntualmente, a las 9.30, estaban los trabajadores en la puerta del histórico y otrora prestigioso restaurante. Pero, otra vez, faltaron.
“Telefónicamente prometieron abonar el viernes los haberes que están debiendo”, explicó Itatí Demarchi, una de las abogadas de los trabajadores.
Aclaró que, técnicamente, no están despedidos. “No mandaron ningún telegrama, pero sí hay una privación de la fuente laboral; la empresa impide la continuidad de las tareas y eso genera una injuria que permite al trabajador darse por despedido. Pero nosotros vamos primero por el cobro de haberes, que, como se sabe, tienen carácter alimentario y, por lo tanto, es urgente”, aclaró la letrada.
De aquel brillo a esta opacidad
La Casona fue uno de los restaurantes más prestigiosos de Villa María. Su anterior propietario, Raúl Nardelli, había iniciado la actividad con una parrilla y luego fue agregando especialidades y lo convirtió en un comedor completo.
Los hijos de Nardelli se formaron como chefs y lograron darle más brillo y prestigio al lugar ubicado sobre la calle 25 de Mayo, en pleno centro de la ciudad. No había visitante extranjero que no almorzara o cenara en el lugar. Incluso, una revista internacional lo calificó como uno de los mejores del país, entregándole un premio.
Pero de aquel brillo al opaco presente, hubo algunos cambios.
El primero fue en noviembre del año pasado, cuando la familia Nardelli vendió el comedor a Santiago Andrés Martín, un joven que hoy tiene 27 años y es oriundo de Los Surgentes. EL DIARIO intentó comunicarse con él, pero no respondió los llamados.
Las cosas se modificaron para los trabajadores con el nuevo empleador. “La relación laboral fue obstaculizada desde el principio. Los trabajadores ya no cobraban con la misma regularidad y, en los últimos días, comenzaron a ver situaciones complejas, como el retiro de mercadería que hacía suponer que no continuarían con la actividad comercial”, explicó la abogada.
Hoy, siete personas cuentan las horas que faltan para cobrar y miran con preocupación su futuro laboral. No fueron despedidas, pero el comedor está cerrado y no saben si podrán percibir las acreencias laborales.
De los siete trabajadores, hay uno no registrado (“en negro”) y el resto, que está en el ámbito formal, tiene desde ocho meses hasta 20 años de antigüedad.
La historia se repite
La preocupación de los empleados de La Casona es casi un espejo de la que tuvimos que cronicar con los trabajadores del City Hotel, que desde el 5 de mayo último no tienen noticias de su exempleador, Juan Carlos Ballabriga.
El “empresario” hotelero no tiene casi nada a su nombre y, de la noche a la mañana, desapareció de la ciudad y no se presentó -ni siquiera cuando fue a buscarlo la Policía- a las audiencias laborales.
En ambos casos, en el City y en La Casona, la incertidumbre flota entre los que pusieron la fuerza de su trabajo para darle prestigio a dos empresas que fueron referentes para el desarrollo del turismo en Villa María y que hoy mantienen sus puertas cerradas.