Licenciada en Letras por la Católica de Córdoba, docente en la UNVM y fanática de las novelas de Anne Rice, Virginia Ventura presentó el pasado martes “Sangre”, su primer libro. Se trata de una colección de 18 cuentos de terror que ya es un hito fundacional del género en la ciudad. La autora villanovense conocida como “La Vampira” habló de la importancia del “gótico” en la literatura universal y del poder hipnótico que ejerce en los adolescentes
Es una tapa sugerente la de “Sangre”. Casi podría decirse una “invitación a chuparse los dedos” con el líquido vital de una literatura absolutamente nueva en la ciudad: la del terror brutal. Sólo que no todos los paladares son aptos para los manjares de la perversión. Y la tapa de “Sangre” es una invitación adánica (o mejor aún, “évica”) a morder un fruto prohibido que conlleva alucinaciones en el reino natural y que naturaliza realidades en el reino de la alucinación. Y morder de la prosa palpitante de Virginia Ventura es adentrarse, por ejemplo, en la psicología de una mujer que asesina a sus hijas como último modo de ejercer poder sobre un marido fugitivo; o padecer con un hombre desquiciado el hambre de “la creatura” que sólo él puede ver y le reclama animales pequeños hasta que empieza a pedirle seres humanos; o ingresar en el reino ezquizo-poético de “Recuerdos de Santa Rita” (acaso el mejor cuento del libro) donde una anciana es vampirizada por su novio muerto hace más de un siglo y cuya sangre lo mantiene joven a él y le retrasa la muerte a ella. Sí, “Sangre” es una tentación más digna de los frutos de Lillith que de Eva, un llamamiento para adentrarse en laberintos retorcidos de la cuales nunca se sale del todo entero si es que sale. Pero lo fascinante de esta ópera prima no son “solamente” los ingredientes de la perversión sino, y sobre todo, la gran calidad literaria de algunos de sus textos; amén del carácter “fundacional” de este libro en las dos Villas. Porque esta literatura absolutamente vital y moderna, abreva directamente en los best-sellers de Anne Rice (“Entrevista con el vampiro”) y en el nuevo cine gótico pero también en la tradición más rica de la literatura fantástica universal (Cortázar y Poe, Borges y Lovecraft, Kafka y Bram Stoker) abriendo una fabulosa puerta de ingreso a lectores jóvenes. Este milagro de las nuevas letras locales, este diamante en bruto que empieza a brillar en el cielo casi vacío de la narrativa local y provincial se llama Virginia Ventura. Y como en las pelis de Drácula, nos pide que entremos a su maravilloso mundo por nuestra propia voluntad, abriendo las chirriantes puertas de la percepción enfebrecida.
Entrevista con “La Vampira”
-¿Cómo es que te das a conocer como “La Vampira” y firmás así la solapa de tu libro?
-Es un sobrenombre que me puso Daniel Teobaldi, mi director de tesis en la Católica de Córdoba. Como yo elegí hacer mi trabajo final con el libro “Entrevista con el vampiro”, de Anne Rice, cada vez que nos veíamos, me decía “¿Y, Vampi? ¿Cómo va tu trabajo? ¿Conseguiste material?”. De ahí que lo adopté. Esa tesis definió no sólo mi carrera sino mi identidad y mi futuro.
-¿Y cómo fue esa tesis?
-Tuvo muchísimas páginas porque para hablar de ese libro tuve que explicar un montón de cosas sobre vampirismo y en Argentina casi no hay bibliografía. Tuve que leer mucho en inglés y artículos sueltos en Internet, desde el romanticismo hasta la posmodernidad.
-¿Tomaron bien tu tesis en la Universidad Católica?
-Sí, hubo muchísima apertura e interés porque no había nada hecho en la universidad y casi nada en la ciudad, excepto un libro de Carlos Culleré, “Un oscuro resplandor”, que utilicé como bibliografía. Ahora estoy haciendo una maestría sobre Religión en la Católica y hasta expuse en un congreso de México en representación de la Uni.
-¿Cómo nace tu fascinación por el terror?
-De toda la vida, desde que nos juntábamos con las chicas en Villa Nueva a contarnos historias de fantasmas o del cementerio. A mi mamá no le gustaba que una nena tuviera ese interés y por eso me compraba novelas románticas. Pero no había caso porque me aburrían. Hasta que un día me regaló “¡Socorro!”, de Elsa Borneman. En ese momento y con ocho años, yo supe que sería escritora de cuentos de terror.
-Con esa decisión tan prematura, ¿cómo fue tu paso por el secundario?
-Muy complicado, porque yo iba precisamente a una escuela católica (el San Antonio) donde el terror y lo diabólico no eran visto como un hecho estético o de la imaginación sino como algo muy negativo, donde se le ponía toda la carga del catolicismo ortodoxo. Por ese tiempo yo dibujaba demonios y vampiros todo el tiempo, me vestía de negro y mis compañeras me veían como una cosa rara. Tuve que soportar mucho bullying…
-¿De verdad lo decís?
-Sí, de verdad; mucha mala cara o que te tildaran de “rarita”. Los únicos que me tomaban en serio eran los profes de Plástica y Literatura. En ese sentido debo decirte que el terror no es algo muy popular. Llevar lo gótico como una filosofía de vida es algo difícil en una sociedad que te lo vapulea.
-¿Y cómo definirías “lo gótico”?
-Es aceptar que todos tenemos un lado oscuro y que hay mucha verdad en esa oscuridad. Porque la verdad no siempre está en la luz, que a veces encandila. Y por eso tenemos que adentrarnos en la noche y en nosotros.
-¿La introspección es mal vista en una sociedad eminentemente extrovertida?
-Totalmente. En este modo de vida actual pareciera que siempre hay que salir hacia el afuera y estar expuesto. Pero yo no soy así. Me considero una persona muy introvertida que adora estar sola. No me gustan los ruidos y me encierro a leer y escribir en mi casa sin música. A veces, como docente de la secundaria, no entiendo que haya tantas actividades para que los chicos salgan o se junten, porque hay chicos que no nacieron para eso y no funcionan así. La sociedad no entiende al chico introvertido.
-El “gótico”, además de una estética y una introspección, es un modo de romanticismo…
-¡Claro! Es el romanticismo llevado al extremo. Y eso es porque el amor es oscuro también, un sentimiento que nos cuesta entender y al que nos cuesta entregarnos. Hoy, por ejemplo, la sexualidad no es oscura sino que está abierta. Pareciera que tener sexo con cualquiera está bien. Pero lo que ha quedado oscuro es el amor. Hoy, estar enamorado es ser un estúpido o un tarado. Nadie anda diciendo “estoy enamorado”. Yo estoy enamorada de mi esposo pero cuando lo digo nadie me cree.
-En tus cuentos hablás mucho de ese amor que desencadena locura o violencia…
-Sí, porque el amor a veces te lleva a cosas más oscuras todavía. Por eso en todas las obras de terror el amor está presente, ya sea como obsesión o como búsqueda. Y eso se ve mucho en la temática de los vampiros.
-¿Qué es lo que tanto te fascina del vampirismo?
-Todavía lo estoy descubriéndolo, pero podría decirte que es la filosofía que representa. Los vampiros vienen a decirnos que es necesario morir para que la vida tenga sentido. También que la juventud y la vida eterna pueden ser una condena o que vivir lejos de Dios y de los hombres te puede convertir en el alma más solitaria del universo. Me fascina el poder, la magia y la seducción que ejerce el vampiro.
-Parece que tu fascinación es colectiva porque hoy los vampiros están presentes en muchas novelas y películas…
-Creo que si aparecen tanto es porque son una metáfora de estos tiempos, del vivir sin destino ni rumbo. Y el vampiro no tiene destino ni rumbo porque no puede morir definitivamente. Y por eso no puede alcanzar la paz. Y parece que hoy nadie puede alcanzar la paz tampoco.
Terror made in
Argentina
-Hasta hace muy poco tiempo, el terror era un género tan marginal como impracticado en Argentina. Sin embargo, en los últimos años ha experimentado un “boom”…
-Sí, pero yo emprendí desde hace mucho una cruzada para defender el género, que es tan válido como cualquier otro. El policial en Argentina también fue marginal pero se legalizó hace mucho. El terror, en cambio, siempre ha sido descalificado.
-¿Por qué creés?
-Creo que mucho tuvieron que ver Borges y Bioy Casares, que en su famosa “Introducción a la Literatura Fantástica” recopilaron un montón de cuentos formando una suerte de canon. Y en el prólogo dicen que el fantástico es un género alucinante con excepción de la literatura gótica. Y ellos eran vacas sagradas. Esa negación dejó sentado un mal precedente y jamás defendieron al gótico.
-Sin embargo, muchos autores nacionales lo incursionaron después…
-Sí, sobre todo Julio Cortázar con sus “Cuentos de la otra orilla” y su traducción de la obra de Poe; y luego Alejandra Pizarnik con “La Condesa Sangrienta”.
-¿Creés que el interés actual por el terror tiene que ver con libros y películas como “Crepúsculo”?
-Totalmente. A ese “boom” en Estados Unidos se lo llamó la “Paperback Revolution”, porque cada uno que escribía un libro de terror lo vendía como pan caliente y explotaba el mercado. Stephen King fue quien lo colmó, pero luego vinieron escritores como Anne Rice. Y desde entonces, jóvenes y adolescentes no paran de devorar sus libros.
-¿A qué se debe la fascinación de los adolescentes por el terror?
-A que la adolescencia es una etapa muy oscura también, un momento de la vida en donde uno se está conociendo a sí mismo y lucha contra ese lado perverso que todos tenemos, como decía Poe. Estás entendiendo las leyes del afuera y a la vez conteniendo tu perversión por el tema hormonal. Y eso te cuesta mucho. Yo creo que la literatura gótica ayuda a los chicos en ese esfuerzo por impedir que se desborden sus vidas.
-Sin embargo, novelas como “Crepúsculo” no son tan oscuras como el gótico clásico…
-Es que el mercado ha sido tan explotado que se está perdiendo la esencia. En “Crepúsculo”, por ejemplo, el vampiro se termina elevando a una categoría que no tiene casi nada de vampiro, excepto la juventud y la vida eterna. Los ideales de “Crepúsculo”, son más ideales de Hollywood que del “gótico” porque está vedada la parte oscura. Pero es innegable que ese tipo de novelas acercan a los chicos a la literatura. Y eso no tiene precio. Hoy, muchos chicos estudian Letras gracias a Anne Rice o a “Crepúsculo”.
-La última pregunta tiene que ver con tu libro ¿Qué esperás de “Sangre”?
-Que sacuda, que shockee, que cada cuento sea brutal y saque al lector de su eje. Y que puedan ver a los seres de mis cuentos sin juzgarlos, como hacía Dostoievski en sus novelas, que trataba de entender la mente del psicópata sin condenarlo. La idea es ir un poco más allá de la frase “ese tipo está loco, mirá lo que hizo, hay que matarlo”. No hay que olvidar que todo perverso es un ser humano y a cualquiera de nosotros nos podría pasar lo mismo en determinadas situaciones. Nadie está exento de cometer una barbaridad.
La charla termina en el café de la Medioteca y le digo a Virginia que lo mejor sería una “excursión gótica” para la foto. Y le propongo que nos crucemos al frente, a la fabulosa Capilla San Antonio, la única iglesia gótica de la ciudad. En el trayecto, Virginia sigue hablando de su tema favorito y se me graba esta: “Me encantaría ver un castillo gótico algún día, uno de Londres o de Transilvania. No sé si vaya a poder, pero por suerte puedo viajar con la lectura. Tengo una imaginación muy visual y cuando estoy ante un libro es como si estuviera ante el paisaje”.
Cuando llegamos a la capilla, Virginia no se incomoda en absoluto por los viejos recuerdos del secundario sino que sonríe ante el “click”, casi feliz por esas emociones mezcladas que en su interior se funden en fabulosos argumentos de cuentos perversos. Al igual que la tapa de su libro, su sonrisa fotográfica es una invitación a entrar por la propia voluntad en esa puerta de madera, fascinante y ominosa como los ángeles y demonios del alma humana.
Iván Wielikosielek