Hay producciones de estudiantes de Bellas Artes que ya anuncian (y a veces confirman) la obra de un pintor o escultor importante. Hay óleos, acrílicos, dibujos a lápiz y objetos de una rara belleza por los pasillos y bastidores de la escuela; concreciones plásticas de un universo propio que día a día se expande en telas y papeles como la materia en el espacio-tiempo del universo. Y a este respecto, vale recordar que algunos excelentes artistas locales como Darío Doñate Alvarez o Gabriela Fontana (sólo por citar a dos pintores) asistían o aún asisten a la Emiliano Gómez Clara. Pero hay otros más, un montón de nombres que aún no suenan en los museos, pero cuyas obras ya ostentan una calidad y una marca registrada digna de cualquier living o consultorio. Ahora bien, no son precisamente obras de artistas locales las que cuelgan de esos ambientes en Villa María, sino láminas o (“en el mejor de los casos”) trípticos adquiridos en casas de diseño; esas planchas que se producen en serie como adornos de yeso. ¿Cómo se explica, entonces, este contrasentido? ¿Por qué mientras la ciudad adquiere “arte descartable” los chicos de Bellas Artes producen “obra original” y no venden ni para recuperar los materiales? De esta problemática se hizo carne la profesora de escultura Gabriela Manfredi. Y así fue como, desde su cátedra de “Estética y teoría del arte”, generó el espacio de esta fabulosa muestra joven enmarcada en la semana de “El arte sale a la calle”.
“Esta es una experiencia piloto porque será exposición y venta de obras exclusivamente producidas por los chicos. La idea surgió cuando en la cátedra tocamos el tema de arte y mercado, que es algo muy complejo y tiene un efecto muy visible en nuestra ciudad”.
-¿Y cuál es el efecto en Villa María?
-Que cuando se habla de “arte y mercado” pareciera que fuera fenómeno exclusivo de las grandes ciudades y, de hecho, es así. Pero cuando te enterás que acá hay muchos coleccionistas que compran obra afuera o cuando ves que en los livings y consultorios hay láminas y no obras de autores locales, entonces decís “algo está fallando”. Y es que están dadas todas las condiciones para que haya obras locales en las paredes de la ciudad; hay producción, hay escuela de Bellas Artes, hay museos, hay muestras y hay un gran poder adquisitivo. Algo estamos haciendo mal los artistas o los promotores de arte.
-¿Y por qué creés que los villamarienses prefieren láminas a obra original?
-Muchas veces por falta de información, por no saber dónde comprar o a quién comprarle. Y otras veces porque es algo que directamente no tienen en cuenta. Por eso te digo que algo estamos haciendo mal. Sólo te puedo decir que este fenómeno de falta de arte local en nuestras paredes refleja conductas sociales.
-¿Como cuáles?
-Por un lado, en Villa María hay ciudadanos sensibles al hecho artístico, pero que no siempre tienen presupuesto para adquirir obras. Y por el otro, hay quienes tienen el dinero, pero carecen de la formación suficiente o de la sensibilidad. El sociólogo francés Pierre Bourdieu hablaba de “el arte como distinción”, decía que tener una obra era algo que te daba status, una “condecoración” que te hacía pertenecer a un sector.
-¿Hacen falta críticos u orientadores para que la gente de la ciudad sepa lo que compra?
-¡Claro! Pero es lo que se está empezando a hacer ahora con el Registro de Artistas, una página que pronto empezará a funcionar como una suerte de catálogo orientador. Allí se podrán apreciar las obras locales con la descripción y recomendaciones.
-La propuesta de hoy también es una suerte de “catálogo de artistas jóvenes”, pero interactivo...
-Sí. Y es que una de las ideas principales fue poner en discusión qué es una obra de arte y por qué debe venderse y ser valorada por una sociedad. La única certeza que tengo como promotora es que tenemos que ser protagonistas. Si queremos que haya un mercado de arte local, debemos generar una presencia en la ciudad y fortalecer nuestra autoestima. No me quiero quedar de brazos cruzados diciendo “acá no da para vivir del arte, me tengo que ir a otro lado”.
-Además, estamos asistiendo a una reivindicación de lo local en una ciudad que ha experimentando un crecimiento y proyección asombrosos en muy poco tiempo...
-Exactamente. Y más allá de lo bueno que sería vivir del arte en ciudades como París o Nueva York, mejor todavía sería hacer algo desde acá. Porque vivimos en una ciudad donde está todo por construirse, mientras que los lugares clásicos ya están saturados. En este contexto, pienso que desde Bellas Artes tenemos la tarea de sembrar y sentar precedente, para que el día de mañana sea natural vender un cuadro y se dignifique y profesionalice el trabajo del artista. Tenemos que generar un hábito primero en nosotros como productores y luego en los ciudadanos como consumidores. Y siento que como docente y escultora no tengo nada en qué ocuparme.
Iván Wielikosielek
-Especial-