Escribe: Juan Manuel Gorno

 

Cuando el agua azotó la ciudad, antes de la medianoche, Alumni completó un desafío cantando bajo la lluvia. Y se lo merecía.

En un partido donde la necesidad de los tres puntos tenía todas las miradas, el equipo que anoche armó Héctor Arzubialde superó ampliamente a Sportivo Balloffet de San Rafael, a quien “sólo” le ganó 2 a 0 para acomodarse en la tabla de posiciones de la Zona 17 del Federal B y mantener las esperanzas a futuro.

La primera victoria del equipo desde el retorno de Arzubialde fue clara, sin discusiones, y entusiasmó porque hacía tiempo que no superaba a un rival de la manera en que lo hizo, con autoridad, con juego asociado y una ambición que terminó siendo mucho para un rival confundido, que llegaba sin su habitual técnico (Sepúlveda renunció sin volver) y con tantos problemas que hasta tuvo un suplente menos.

La ratificación de que “el fútbol es un estado de ánimo” no pudo debatirse. Porque Alumni, que venía de rescatar buenos puntos como visitante (condición en la que eliminó también a Talleres de la Copa Argentina), dejaba en claro que venía en crecimiento y por ello Arzubialde se dio el lujo de apostar a ciertos pibes con poco rodaje en la categoría.

La movida salió bien porque, precisamente, los jugadores “livianos” y de buen pie sostuvieron un juego más dinámico, profundizando cada avance.

Por derecha, las subidas permanentes de Franco Gozzerino apuntalaron los arrebatos del debutante Patricio Peñaloza; por izquierda, Mikhail Colombo se soltó con diagonales hacia la posición de enganche para dialogar con sus compañeros. Y por el medio, las estocadas de Lionel Strumia resultaron fundamentales para encontrar caminos de elaboración que le dieron al equipo un protagonismo importante.

Tres veces la tuvo Federico Chiocarello (una con una tijera por arriba del travesaño), otra Peñaloza (remate por encima del travesaño) y un tiro violento de Strumia fueron la suma de chances que no se tradujeron en gol porque faltaba puntería o porque enfrente aparecía Esteban Pelayes, de buenos reflejos.

Balloffet extrañó en demasía a su estrella Adrián Hidalgo (enganche habilidoso, con 5 goles en el campeonato), quien estaba suspendido, y ante ello encontró pocas respuestas futbolísticas para contrarrestar la búsqueda de Alumni; apenas buscó con algún pelotazo largo para la corrida de algún delantero. Y la única situación peligrosa se tejió de tiro libre, cuando un centro que no conectó Canales, en el punto del penal, fue conjurado por el arquero Gerardo Godoy.

En lo demás, parecía que Alumni pecaba por imprecisión, pero cuando finalizaba la primera etapa, Colombo (en su segundo partido como titular) demostró que tiene una zurda prodigiosa y, desde la puerta del área, con remate seco y cruzado, colocó la pelota bien abajo, pegada a un palo, para abrir el marcador tras un pase corto de Bolzicco.

Fue un gol clave porque, ahí nomás, Arzubialde aprovechó el entretiempo para refrescar conceptos, mantener la concentración de sus dirigidos y apuntar a un complemento mejor jugado, sin fisuras.

Los jugadores cumplieron de gran forma. Se unieron para jugar corto o para cortar espacios, sin regalar el protagonismo que habían alcanzado, teniendo la pelota con mayor frecuencia ante las corridas desesperadas de los rivales.

En ese contexto, el nerviosismo de Balloffet no tardó en llegar y, entre patada y patada, el juego se tornó friccionado y Alumni buscó entonces con tiros libres que Pelayes se encargó de neutralizar ante disparos de Liendo y Colombo.

Sin ocultar sus limitaciones, Balloffet no paró de cometer infracciones infantiles y una terminó en el penal de Arias sobre Bolzicco, por lo que Sebastián Godoy, quien entró para tener la pelota, rubricó el 2-0 desde los doce pasos, a los 30 minutos.

De ahí en adelante, el partido estuvo de más. Alumni conservó su juego atildado hasta el final, más allá de los cambios, y la gente, bajo el agua, reconoció en las tribunas el esfuerzo y el rendimiento general, soñando con ganar el clásico que viene (ante Estudiantes) para continuar la fiesta en Plaza Ocampo. 

 

La figura