Escribe Raúl José

 

Los años saben borrar historias que pasan a ser olvido. Pero algunas anécdotas permanecen sensibles en el tiempo, con sus lógicas imperfecciones.

El “Tonio” Carpinteiro, fallecido el domingo a la noche a los 63 años de edad, era un arquero especial para las anécdotas de cualquier reunión, encuentro, café o asado de club, cuando de fútbol había que hablar.

Nunca quiso parecerse al "Loco" Gatti, pero el destino lo hizo igual, sin imitaciones en el medio. El "Tonio" era auténtico, loco pero auténtico.

Para esa época, en la década del 70, ser un arquero con características distintas al resto no era una cosa común. Se iba lejos del arco, tan lejos como podía y jugaba tanto con las manos como con los pies.

Gesticulaba permanentemente, gritaba y era el "terror" de los árbitros, a tal punto que antes de empezar cada partido el hombre vestido de negro le pedía "por favor" que lo dejara trabajar en paz.

Era oriundo del River villamariense, fue campeón en el 73 con ese club, pero un año antes depositó sus  locuras en el Unión Central que dirigía Mario Requena, para dar su primera vuelta olímpica en la Liga.

Su paso por el fútbol local no pasó desapercibido, porque después de él hubo discípulos que caminaron sus mismas costumbres, tanto en Unión como en River.

Pero, siempre hubo un pero en la vida del "Tonio", tuvo que llegar Alumni, por entonces  la "estrella" que ocupaba las tribunas de Plaza Ocampo, para que su excéntrica presencia se estampara en la consideración masiva.

Lo puso Alumni en su plantel para ser suplente de otro "Loco" (como si lo fueran sólo los arqueros): José Luis Pisaroni, un gran guardavallas, verdaderamente.

Alumni estaba a otro nivel, se medía con los "grandes" de Córdoba y participaba en torneos superiores, como por ejemplo, el por entonces Regional.

Venía Instituto a Plaza Ocampo y Alumni anunciaba la lesión de su arquero titular y su imposibilidad de jugar. En su lugar, lo haría Antonio Carpinteiro. Para todos, el "Tonio".

En Plaza Ocampo se inauguraba esa tarde la ampliación del espacio detrás del arco de calle San Juan. De tres metros entre el arco y el alambrado, pasaron a ser 20 metros, y Alumni y el "Tonio" querían cuidar el 0 a 0.

Cada pelota que se iba afuera servía para que el arquero de Alumni demorara unos dos o tres minutos para ir a buscarla y volver, hasta que el árbitro de Córdoba, cansado de las permanentes actitudes del "Tonio", lo reprendió y le mostró la tarjeta amarilla.

"Bueno -dijo el "Loco"- entonces la próxima vaya a buscarla usted". Lo escuchó la tribuna de cemento y la ovación dejó inmortal esa anécdota. Esa tarde, Carpinteiro tuvo una labor excepcional, fantástica.

Instituto ganó el partido 1 a 0 (gol de Chávez) y en la revancha, en Córdoba, una semana después, al "Tonio" le hicieron siete. Cosas del fútbol, cosas de "locos".