El libro que mañana presentará en Córdoba el exgobernador Eduardo Angeloz contiene pasajes que aluden a nuestra ciudad y a la gestión del accastellismo en la misma.
Mañana a las 19 en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Córdoba será el acto de presentación de “Angeloz. La memoria necesaria”, del cual ha sido recopilador el villamariense Jorge Oscar Piva, y que ha sido prologado por Reyna Carranza.
El texto sale a la luz por El Emporio Ediciones, que ha distribuido horas antes de su lanzamiento algunos fragmentos, los cuales transcribimos.
“Podemos escuchar -dice en un pasaje el exmagistrado provincial- y ver veinte veces por día mensajes sobre la fundación de una nueva épica, el progreso incesante del país, el récord positivo de cualquier cosa, etcétera. Pero si a la hora de ir al supermercado vemos que los precios aumentan incesantemente, o para tener asistencia médica de excelencia tenemos que invertir una fortuna, o conocemos a más de un pariente o amigo al que lo han asaltado, no hay propaganda política, por más llamativa que sea, que nos aleje la impresión de que algo en el país anda mal”.
“Hablo de ideas y acción política; conozco kirchneristas que son excelentes personas y, como buenos militantes, comprometidos y apasionados con sus ideas. Digo esto y recuerdo un gesto que quiero destacar. En una de mis visitas al interior provincial, respondiendo a las invitaciones de correligionarios, cuando ya había concluido mi gobierno y también la senaduría nacional, llego a Villa María, donde mis amigos Norma Poncio y Daniel Baysre hacen de anfitriones.
Hablando de todo un poco le pregunto a Baysre: “¿Y cómo anda el intendente Accastello?”. Daniel, en lugar de responderme, me invita a recorrer la ciudad, diciéndome: “Fijate todo lo que ha hecho este tipo. Creo que aquí, por ahora, no ganamos más”. Tiempo después se repite la visita, con los mismos anfitriones. Tengo reuniones, doy una charla, me hacen un par de notas periodísticas -entre ellas una radio- y volvemos a la casa de Baysre. Comemos, charlamos. En eso estábamos cuando suena el timbre, atienden y aparece la intendenta, Nora Bedano de Accastello: “Me enteré que un exgobernador estaba de visita en la ciudad -dijo- así que vine a darle la bienvenida y saludarlo”. Cito la anécdota porque la política, como la sociedad, no se divide solamente en buenos muy buenos y malos malísimos”.
También formula un diagnóstico sobre la situación de su partido: “La crisis de diciembre de 2001 le hizo un daño mortal al radicalismo, pero, como sabemos, ese daño lo excedió: el ‘que se vayan todos’ desarticuló dirigencias, representatividades, partidos y, sobre todo, esperanzas: la política había demostrado su inoperancia para solucionar los grandes problemas del país”.
Acerca de su enjuiciamiento, expresa: “En realidad, la denuncia por enriquecimiento ilícito y posterior proceso judicial contó con una serie de fogoneros. Además de los denunciantes -del gremio bancario, a quienes luego se sumarían otros gremios, con los cuales nunca habíamos tenido problemas, todos en general de filiación justicialista- se sumó la oposición en Córdoba, que advirtió inmediatamente que esmerilar mi figura tendría similar efecto con el radicalismo, que hasta entonces había sido invencible en las urnas. Esto, tan obvio, pareció no ser advertido por los correligionarios en el Gobierno y en el partido. Debo ser claro en esto: la denuncia tuvo el decisivo estímulo de radicales. En ella tuvo un papel preponderante el fiscal general de la provincia, Miguel Ortiz Pellegrini, que movilizó a todo el aparato judicial en mi contra”.
Piva, por su parte, evoca algunas pinceladas de los años finales de actuación política: “Cuando Angeloz ocupó la oficina de senador, las fotos de Sabattini e Illia que lo habían acompañado en su despacho de gobernador fueron la única decoración del ambiente donde Angeloz recibía a los visitantes. Alguien advirtió esto como una carencia y sugirió colgar algunos elementos decorativos. Así que Héctor Palmero no tuvo mejor idea que rescatar un diploma enmarcado, que había quedado por ahí, de una asociación cooperadora o comisión de apoyo a los Bomberos de una localidad del sur cordobés, a quienes Angeloz les había tramitado un subsidio, y que le habían enviado como reconocimiento a su gestión. No recuerdo cuál era el pueblo, sí que era muy pequeño: Cintra, Pasco, Losada, alguno de ellos. Así fue como el senador Angeloz comenzó a recibir a los visitantes en una oficina de tres por tres metros adornada por una extraña conjunción decorativa: Sabattini, Illia y los Bomberos de Pasco”.
Otra de las anécdotas que refiere Piva es la que sigue: “Era el momento más álgido del proceso, cuando la Cámara de Acusación había rechazado todos los argumentos defensivos y decidido elevar la causa a juicio tal como lo había solicitado el fiscal, con lo cual no pocos vaticinaron que Angeloz iba a terminar preso. La otra llamada era de un arriero o carrero del norte cordobés, a quien la Policía le había incautado el caballo por circular en una ruta o algo así. Este hombre pedía que “el doctor” le hablara al jefe de Policía del lugar, para que le reintegraran el caballo, que necesitaba para trabajar. Las comunicaciones no tenían la fluidez del presente, y Angeloz pasó la hora siguiente junto al teléfono llamando y atendiendo llamadas, entre consultas y especulaciones judiciales sobre su situación procesal y el rastreo del jefe de Policía del destacamento norteño donde estaba retenido el caballo. Un visitante ocasional que había presenciado toda la situación, cuando Angeloz salió rumbo al estudio jurídico de Buteler, se agarró la cabeza y comentó: "O entendí mal o este tipo al que están por meter en cana se preocupa porque han metido en cana a un caballo”.