El estudio que dio origen al tratamiento del tema en nuestro medio fue realizado en esta ciudad por la investigadora Marta Rodríguez, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC; y las licenciadas de la Escuela de Nutrición de la UNC, Carolina Roviera, Silvia Fanto y Erika Wenzel. “Las especialistas tomaron 24 muestras de 500 ml cada una, en ocho pozos de abastecimiento con que cuenta la ciudad. El muestreo fue realizado en setiembre pasado, mediante la técnica de espectrofotometría de absorción atómica”, se lee todavía hoy en la página oficial en Internet.
“Se encontraron porcentajes de arsénico que superan largamente los límites establecidos. La ingesta crónica de este tóxico, a través del agua o en los alimentos, puede producir una amplia gama de enfermedades, desde lesiones cardíacas y vasculopatías hasta cáncer al pulmón, hígado, piel, vejiga y riñón”, se indica.
Y se agrega: “La hipótesis planteada por las investigadoras indicaba que el agua superaba los límites de arsénico permitidos, y así se demostró en todas las muestras extraídas para el análisis: se encontró como mínimo cuatro veces el valor permitido (0,049 mg/l) y en algunos casos se octuplicó (0,080 mg/l)”.