“Tengo mi carácter. Soy muy tesonera y siempre consigo lo que quiero, o lo que me propongo. Aunque me lleve tiempo y esfuerzo. Me encantan los desafíos, me motivan”, asegura Carina Martínez (43), sonriendo.

Carina es maestro mayor de obras, madre de cuatro hijos, y abuela de una nieta de 3 años. 

“Soy de la primera promoción de la ex-ENET número 1 de Las Varillas (de donde es oriunda). Este año cumplimos 25 años de egresados. Estamos preparando el encuentro”, cuenta.

Carina, como es de esperar, era la única mujer que estudiaba en aquella escuela, en toda la escuela: “Tuvieron que hacer un baño para mí, porque no había baños de mujeres, salvo el de las docentes. Y para hacer educación física tuvieron que traer una profesora, sólo para mí”, recuerda, sin que la sonrisa se le borre del rostro.

“Yo quería ser ingeniera, pero como era lo que había en Las Varillas, estudié maestro mayor de obras. Siempre me interesó lo técnico. Creo que es una manera de pensar, de ver las cosas, en todos los órdenes de la vida. Me fascina resolver situaciones problemáticas. Ingeniería sigue siendo un sueño que tal vez algún día haga realidad, sólo para mí”, dice, y agrega pincelada intentando definirse: “Soy una persona positiva y eso, más mi pensamiento práctico, me ayudó mucho en momentos duros y dolorosos de mi vida”.

Carina es viuda.

“Enviudé muy joven. Ya tenía los cuatro chicos. Y estuve 10 años sola. Eso me privó un poco de dedicarme más a mis hijos, tenía que trabajar mucho para sostener la familia”, dice con un cierto grado de reproche hacia sí misma, aunque aclara que “todo está bien con los cuatro. Dos estudian Medicina, otro ingresará a Ingeniería Mecánica y la otra, por el momento, es madre y trabaja”, explica.

Para terminar de dar una idea de su cuadro familiar, Carina cuenta que “ahora estoy en pareja y vamos a casarnos. Me reencontré con él, un antiguo compañero de la escuela, cuando hace dos años nos juntamos por primera vez después de habernos recibido”.

Carina es especialista en planos sanitarios, en agua y cloacas; matriculada. Y después de trabajar como dibujante técnica y hacer de todo un poco -dentro del oficio- para arquitectos, profesores y constructores, desde hace dos años dirige obras y firma planos para la Cooperativa 15 de Mayo.

“Me costó mucho entrar, pero fui, fui y fui hasta que lo conseguí. Y hoy cuento con el respeto profesional de todos. Pero claro que es un ambiente muy machista. Al principio, en las obras, tenés que lidiar con eso. No te dicen nada, pero vos lo leés en las miradas. Te miran como mandándote a lavar los platos. Hasta que te ganás el respeto, a fuerza de trabajo, capacidad y también respeto recíproco. Yo respeto mucho la experiencia y escucho a las personas que trabajan conmigo, a los que saben por experiencia. Porque en esta profesión se aprende experimentando, haciendo, yendo a la obra. Y yo voy a la obra, porque en mi firma está mi prestigio”, reflexiona.

Sin embargo, para ser justa, señala que, “según mi experiencia, el prejuicio machista también se da al revés. Es un prejuicio que va y viene, porque a muchas, muchas mujeres, les cuesta ver a los hombres en roles históricamente asignados a las mujeres, como el rol de maestro o el del peluquero, por darte un ejemplo. Enseguida piensan que el hombre es gay. A nosotras las maestras -Carina también es docente- se nos permite abrazar y besar a los chicos, pero si lo hace un hombre...”, deja picando en el aire el concepto. No hace falta más. 

Carina aclara, aunque no hace falta, que más allá de su profesión, que es su pasión y es una forma de ver la vida, es muy femenina, muy mujer. 

“Me encantan las herramientas y tengo todas las que puedo. Algún día me voy a montar un taller escuela en mi casa, cuando me jubile”, asegura.

Entonces sigue la pregunta: entre una vidriera de zapatería y una de ferretería, ¿con cuál se queda?

“Con las dos, mitad y mitad”, no duda en contestar.

En pocas pinceladas, como en un cuadro del viejo Chagall, intentamos pintar a Carina Martínez, una mujer con herramientas y tacos altos.