De cara a un nuevo acto de fin de año de la Casa Esperanza de la Asociación Nazareth de Villa María (ubicada en Estados Unidos 9), EL DIARIO entrevistó ayer a su directora, Verónica Valentín.
- En diciembre próximo se gradúan 20 personas. ¿Qué significa?
- Indica que han terminado el programa intensivo. Son seis mujeres y 14 varones de 18 a 36 años de edad que terminaron el programa intensivo, no los cuatro años de tratamiento. El intensivo varía de un año a dos años y medio, dependiendo de cada caso. Algunos continuarán para completar el alta definitiva que se consigue a los cuatro años.
Cuando llegan a un alta es porque han decidido terminar todo el programa. Eso nos permite frente a la ley firmar el alta definitiva, es decir que el paciente está sano.
- ¿Qué ha cambiado en cuanto a la problemática general desde fines de 2013 a este final de año?
- Las sustancias son las mismas que las que se reflejaron en la última charla del año pasado. No hay nuevas. Lo que comenzamos a ver es lo que habíamos adelantado en 2013: consumo de ácidos, tolerancia a la marihuana equiparable casi a la del alcohol. Eso les da margen a drogas que eran menos frecuentes. Dijimos que íbamos a empezar a ver a jóvenes con efectos colaterales de otro tipo de sustancias, no sólo del alcohol. Hoy observamos la evolución de los ácidos en el consumo masivo y la tolerancia a la marihuana, que pasó a ser el primer escalón del consumo. Y después están las demás, como la cocaína. Ya notamos los efectos. Es para destacar el hecho de que la provincia de Córdoba tenga los índices de suicidios más altos de Argentina.
- ¿A qué edad promedio se tiene el primer contacto con drogas, de acuerdo a lo que ustedes constatan desde esta casa?
- Nosotros trabajamos en prevención y vemos que el primer contacto con el alcohol bajó de 13 ó 14 años a 8 ó 9 años. Hablo del primer contacto, no digo que se hayan emborrachado. La tolerancia social al consumo ha bajado en edad, ha roto las fronteras de lo que es legal o no. Y en cuanto a la marihuana, se da a los 12 ó 13 años, como sucedía antes con el alcohol. Hace poco fuimos a dar una jornada, no voy a decir dónde, y nos sorprendió que casi la mitad de los niños de cuarto, quinto y sexto grado de la escuela primaria que habían probado alcohol, lo habían hecho con autorización de sus padres. También nos sorprendió la iniciación de niños en el consumo de energizantes, porque su venta es libre y tiene el costo de una gaseosa. Desestimamos los efectos que tiene en el chico. Luego tenemos niños mal diagnosticados.
- ¿El ácido está muy presente?
- Sí. Vos lo sabés. Te lo ofrecen cuando vas a una fiesta, cuando se organiza una fiesta. Lo vemos por los asistidos que tenemos en tratamiento, por las experiencias que nos cuentan. Si tomás contacto con quienes concurren a fiestas te lo van a confirmar.
- A muchas de esas sustancias se las vinculan a fiestas electrónicas. ¿Esto es así o exceden a esos ámbitos?
- Obvio que exceden a esos lugares.
- Entonces no es patrimonio exclusivo de las fiestas electrónicas.
- No. De hecho, los chicos las conocen antes.
Hace poco, alguien nos contaba su experiencia personal de que en un boliche villamariense había consumido todas estas sustancias, tuvo una sobredosis y lo salvaron los Bomberos. Estamos hablando de que no se da sólo en fiestas electrónicas.
- ¿Hay paco en la ciudad?
- Claro. Si hay laboratorios de producción de cocaína, hay paco.
Yo sé adónde va, pero no lo voy a decir públicamente. Y los que conocen mejor que yo, saben adónde va el paco. Si hay laboratorio de producción de cocaína, también está lo que sobra.
- ¿Hay varios laboratorios?
- ¿Qué, no sabés cuántos hay?
- No.
- Bueno.
- ¿Cuál es el porcentaje de deserción o fracaso en el tratamiento?
- Por ahí ocurre que terminan el programa y tienen recaídas. La valoración de la recuperación no es algo abstracto. El proceso de sobriedad depende de la familia, del paciente. Hay chicos que no han terminado el programa y están bien. Hemos tenido muchos que estuvieron en institutos y la jueza de Niñez puede dar cuenta que hoy han formado una familia, trabajan, no consumen sustancias. El fracaso no depende de si terminan o no el tratamiento, sino de lo que se ve en el transcurso del tiempo, del aprendizaje que se llevan mientras están. Y hay decisiones. Nosotros trabajamos con la figura de la familia constituida, con roles claros. Y para los roles claros trabajamos mucho con la psicoeducación y los límites. Aceptar un tratamiento con estas características es aceptar que somos un equipo que tratará de formar a la familia en el déficit que tuvo en las figuras y en los límites. Hay familias que no lo quieren aceptar y que se quieren manejar de otra manera, entonces el programa no funciona. La mayoría de las veces sugerimos a esas familias que busquen tratamientos ambulatorios. Desde acá brindamos este programa, que funciona. Si no se está de acuerdo con el parámetro, tienen que buscar otras alternativas. Acá se trabaja de esta forma.
- Entonces, desde la visión de esta entidad, ¿detrás de toda esta problemática está la falla de la familia?
- No hablemos de fallas, hablemos de responsabilidad. El cambio de la figura de la familia en los últimos años hizo que empezaran a aparecer algunas falencias. La libertad a una temprana edad, la independencia...
- Quince años atrás era pequeño el porcentaje de jóvenes que se drogaban en comparación a la actualidad. ¿Qué ocurrió en el camino para que el flagelo crezca de manera significativa?
- Apaciguar el dolor y la angustia que significa atravesar la adolescencia implicaba antes transgredir con un cigarrillo de tabaco y en algunos casos ni siquiera existía la posibilidad de tomar alcohol. Y la mayoría de las veces la iniciación en el alcohol era a los 18 años. Socialmente se amplió la tolerancia. Si consumís tabaco los padres lo aceptan y te lo pagan, si hacés una fiesta de 15 les brindan alcohol a adolescentes. En Arroyo Cabral hay una ordenanza que no lo permite. Hace 15 años no había consumo de marihuana, la iniciación en tatuajes o en piercings no eran a temprana edad. Hoy es a los 10 años en algunos casos, visto como algo natural dentro de lo sano.
- Pero hacerse un tatuaje no es dañino.
- No hablo del daño, hablo del margen de la tolerancia. Cuando se corre, vamos dejando lugar a cosas que realmente son dañinas. La Organización Mundial de la Salud dice que el sistema neurológico no se termina de desarrollar hasta después de los 18 años, entonces si antes de esa edad se consume, estamos reflejando que se daña el sistema neurológico previo a su conformación. Ayer estábamos en una charla y les preguntaba a los chicos si podíamos provocarle daños a un bebé recién nacido pegándole en la cabeza. Todos dijeron que sí. Bueno, si a una persona que todavía no terminó de conformar su sistema neurológico le metés alcohol, sustancias, le podés generar daños. Y son cada vez más irreversibles, por la edad de inicio de consumo y porque las drogas son cada vez más dañinas, porque buscan la tolerancia física. Son cada vez más adictivas al cuerpo.
- De acuerdo a su experiencia, muchas personas que sufren adicciones y han venido a tratarse, ¿también han comercializado drogas?
- Sí.
- Son también víctimas.
- Sí, muchos. Simplemente lo hacen para conseguir dinero cuando no tienen lo que necesitan. Entonces transportan, son mulitas.
Diego Bengoa
Fotos: Osvaldo Carballo
