“Vivir, solo cuesta vida”, dicen Los Redondos desde su “Ropa sucia” y es una de las primeras frases que se le cruzó por la cabeza a uno de los entrevistados a la hora de definir toda una filosofía de vida. Filosofía que decreta el conseguir “la moneda” para el presente y no pensar mucho en qué deparará el día de mañana, disfrutar al máximo de todo lo que ofrenda la madre naturaleza, perfeccionarse cada uno en lo suyo y sentirse libre, decididamente libre.

Ellas y ellos se cruzan a diario con almas que tienen vidas muy distantes a las suyas. Son los que los observan en un semáforo, les dispensan (en su mayoría) gestos de aprobación y les dan algo de dinero. Luego del trabajo (que para ellos es puro placer), retornan a la orilla del río Ctalamochita a conectarse con lo que más les gusta: la libertad y la naturaleza.

Son viajeros, llegaron desde distintos puntos del país y del extranjero y eligieron a Villa María como su hábitat temporal.

EL DIARIO los encontró frente al Colegio Nacional y detrás del Monumento al Gaucho, alrededor de una mesa, compartiendo el almuerzo. Tienen entre 17 y 29 años y son de Río Cuarto, Córdoba, Buenos Aires, Misiones, Bell Ville, Chile, Colombia y Francia. También hay un villanovense.

Algunos ya se conocían, otros cruzaron mirada en territorio local y de inmediato supieron que curtían la misma onda. No hubo mucho preámbulo y prontamente se encontraron conviviendo bajo los árboles y el canto de los pájaros.

Hacen malabares, venden pulseritas, alambre de alpaca o son músicos. Poseen arte callejero para ofrecer.

Dijeron que no tienen un horario determinado para laburar. “Lo hacemos cuando tenemos ganas. Vas a la esquina a disfrutar el tiempo que quieras”, definió uno.  

Comentaron que desde la Municipalidad de Villa María buscaron su retiro de un semáforo, notificándolos por escrito. “Nos decían que teníamos que ir a registrarnos, un par de pibes fueron al municipio y los tuvieron con vueltas”.

Fuera de ese contratiempo, hasta ahora siempre la pasaron bien, de la mano de una ciudadanía “que colabora mucho”. “Siempre hay un bocinazo (de aprobación), una sonrisa, un aplauso. Eso vale mucho”, estimó uno de los jóvenes. 

David tiene 22 años y es de la capital cordobesa: es quien más tiempo lleva aquí, tres meses ya. Esteban, un bellvillense de 27, hace un mes que llegó. Ambos han tenido indisimulable sintonía con lo local. “Nos gusta la buena onda de la gente, que es copada, nos gusta el río”. Cuando tienen “la moneda” salen de noche, por ejemplo, al pub Mundo o al boliche Aruba, cruzando el puente. 

Duermen en carpas en la ribera, las que desarman de día porque no está permitido acampar. Para cocinar usan materiales reciclados. A todo le dan un uso; de ingenio se trata a la hora de armar los utensilios y la vajilla. Por ejemplo, una caja de cartón de vino hace de plato o la botella siempre sirve para algo. 

El lugar de hospedaje al aire libre fue seleccionado “por la cercanía con los semáforos”.

“Andamos muy tranquilos, no molestamos a nadie. Vivimos alegres, buscando sonrisas”, recalcó una de las chicas. “Con respeto vas a todos lados. A nosotros nos abren las puertas en cualquier lugar”, aseguró otro. Dijeron que “la gente se copa en todos lados”, pero que el arte callejero “no está valorizado” en la Argentina.

Explicaron que “cada uno tiene su meta”, pero dejaron en claro que “esto es vivir el día a día, y el mañana se consigue de vuelta”. 

Cuando se les preguntó sobre los planes que tienen para el verano, una de las chicas fue tajante: “Estás yéndote lejos, nosotros no nos planteamos a largo plazo”. Luego revelaron que están juntando dinero para ver a Manu Chao, uno de sus favoritos. Entre las bandas que los aglutinan están La 25, La Renga, Viejas Locas, Divididos, Las Pelotas. También destacaron a Pappo, al Indio Solari y a Patricio Rey.

-¿Nunca extrañan, por ejemplo, dormir en una cama, cómodos?

“Cuando volví a mi casa quise dormir en el piso… dormí en el suelo”, dijo Sofía y los demás se expresaron en similar sentido.

“Te acostumbras a este ritmo”, aseguraron, el que los aleja “de la rutina y en donde la palabra mañana no existe”.

-¿Y cómo nos ven a los demás, quienes llevamos una vida más convencional y rutinaria?

-Es parte del equilibrio, nosotros vivimos así, ustedes así, resumió uno.

Una de sus compañeras agregó: “Yo no podría vivir como vos y vos tampoco como yo. Me volvería loca pagando los impuestos y todo eso”, sonrió.

Parte del grupo tiene celular, otros no; a todos les disgusta la televisión, van de un pueblo al otro a dedo o en colectivo (“según la moneda”) y, por lo general, han tenido el apoyo de sus familias para esta vida andarina y despreocupada. Llevan sólo una mochila, que a la vez es todo. Porque, como dijo uno de los pibes, “la mochila te hace conocer a la gente”.

 

Diego Bengoa

Las fotos

1) Parte del grupo posó para EL DIARIO. Otros dormían bajo la sombra de un árbol. Dijeron sentirse a gusto con Villa María. Y no saben qué harán en el verano

2) Algunos se conocían desde antes, pero muchos cruzaron miradas recién en esta ciudad. No dudaron en convivir bajo el mismo árbol

3) Para ellos, la vida es sólo “el hoy”. El mañana “se consigue de vuelta”. No obstante tienen sus metas personales en el arte callejero

4) El equipaje, sobre el césped al lado del agua